Habéis recibido el Premio Nacional de Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud 2017. ¿Qué tal la experiencia?
Nosotros encantados. Dos años de espera, pero ha merecido mucho la pena. Ha sido una experiencia muy bonica, porque fue un acto muy chulo. Para nosotros, como artistas, estar en el Museo del Prado a nuestra bola, andando por esos pasillos, por ese claustro tan bonito, en la entrega de premios, es un pasote. Y luego estar con mucha gente de la cultura y haber sido premiados por tus propios compañeros. Porque a veces la soledad del artista es dura y uno no sabe si va por buen camino o no. Vivimos de nuestros sueños, nuestras intuiciones y de repente un premio así corrobora que no debemos estar haciéndolo tan mal (sonríe).
Es un pedazo de premio.
Es muy importante. Cuando nos llamaron, jamás en mi vida pensé que nos lo fueran a dar. Y cuando volvieron a llamar para darnos la noticia yo estaba en el hospital y no se oía muy bien porque se cortaba, me pareció entender que llamaban del Ministerio. Enseguida devolví la llamada y, madre mía, llamé a todos.
Lleváis desde el año 98. Mucho tiempo trabajando y avanzando. Tiene un valor enorme porque en ningún momento habéis pensado en tirar la toalla y porque ha sido apoyado desde organismos oficiales para que crezca. ¿Seguís siendo los mismos que empezasteis?
Unos si y otros no. La vida de artista implica la necesidad, muchas veces, de hacer cosas diferentes, de viajar, de llenarte de estímulos de otras cosas y eso también hace que haya un perfil que va y viene. Pero sí somos unos cuantos los que estamos desde el principio, gente que ha decidido que esta es su profesión de por vida. Los que van y vienen también son muy necesarios. Necesitamos seguir teniendo una casera dentro de nosotros. Así, buscamos también profesionales que vienen de fuera, probamos otras disciplinas, trabajamos el clown desde diferentes perspectivas. Siempre estamos abiertos a todo lo que vemos que puede ayudarnos, y que entra dentro de nuestra paleta de color para luego aplicarlo a los niños.
Eso está genial. En Pupaclown existen dos ramas: una, la del trabajo de hospital; y otra, la del centro escénico y la compañía. Si hablamos de la primera, me gustaría saber cómo comienza todo. ¿Había una necesidad? ¿Surgió de modo espontáneo?
En realidad empieza como en un cuento. Nosotros éramos artistas de artes escénicas, pero también éramos artistas que habíamos decidido trabajar para el mundo infantil. Desde que empezamos nuestra carrera de Arte Dramático existía esa inquietud. Comenzamos a trabajar el clown en la Expo de Sevilla del 92. Allí conocimos a Eric de Bont, el director artístico de la compañía CliniClown, que es la experiencia de payasos de hospital en Holanda.
Mientras tanto, nos vino una demanda de este tipo del Hospital Virgen de la Arrixaca de Murcia. Miguel Ángel Gutiérrez Cantó, ya fallecido, entonces Jefe de Cirugía Pediátrica, tras un congreso en Palma de Mallorca en el que se expuso la actividad de payasos de hospital – que ya estaba llevándose a cabo allí y que venia de la mano de Le Rire Medicine, una compañía francesa que empezó en la isla cuando una niña francesa que debía ser hospitalizada en Mallorca, no quería entrar sin payasos. Sus padres pusieron todo el mecanismo en marcha y crearon una asociación de payasos de hospital. Al conocer la historia, le impactó porque vio claramente los beneficios que tiene: los niños entran más relajados a quirófano, los tiempos de espera no se hacen tan largos, no hay tantas quejas.
Él formaba parte de un grupo que empezaba a existir en La Arrixaca interesado por humanizar la salud, una corriente que está actualmente totalmente implantada. Él nos sugirió que empezásemos a ir de vez en cuando, pero nosotros, que ya conocíamos todo esto, propusimos que fuera continuado para que fuese terapéutico. Y trabajar con la risa. Entonces empezamos a configurar el proyecto.
Al principio, fuimos varias veces pero enseguida nos volvimos porque nosotros imaginábamos la enfermedad como una operación de brazo o algo de ese tipo. Y cuando empezamos a ver la realidad de enfermedades crónicas, raras, degenerativas, para nosotros fue un pelotazo. Nos dimos cuenta que no estábamos preparados. Entonces decidimos irnos, nos formamos en otras disciplinas como psicología infantil y juvenil, antropología de la enfermedad, acompañamiento a terminales, duelo, etc. Y haciendo así otro tipo de trabajos personales fue cuando verdaderamente se conformó Pupaclown y empezamos a trabajar en los hospitales. Nosotros trabajamos la risa acompasando siempre la medicina, como complemento. Apoyamos a niños, niñas y familias. Un protocolo desarrollado a lo largo de los años que es totalmente exportable a cualquier otra asociación, hospital o sitio donde quiera ponerse en marcha.
Es muy interesante porque no somos conscientes de todo el trabajo que lleva detrás.
Es una danza con las emociones. Aprendemos del nivel energético que cada uno tiene y sabemos perfectamente hasta dónde podemos o debemos llegar. Todo eso lo hemos ido aprendiendo desde otro tipo de conocimientos que son importantísimos para no invadir el espacio del otro. Nosotros, realmente, acompañamos.
Supongo que habrán habido momentos duros a lo largo de estos años. A veces porque la energía no haya sido la adecuada y otros porque haya fallecido la persona y haya sido duro.
A lo largo del tiempo hemos tenido que ir normalizando estas situaciones. Los primeros fallecimientos, para nosotros, fueron muy duros. Ahora, como profesionales que somos, es algo que hemos aprendido a aceptar dentro de nuestro trabajo, a no juzgar. Nosotros decimos: «Yo no tengo una varita para curar. Pero si quiero acompañarte en tu proceso, hasta el último momento. Voy a estar en los momentos buenos y en los malos. Porque soy tu compañero». A veces son cosas muy sencillas y muy necesarias como simplemente, estar. Yo me acuerdo mucho de nuestras abuelas, tan sabias. Como era antes. Es muy difícil el acompañamiento, el estar, en la sociedad en la que vivimos. Somos inquietos, tenemos que producir, hacer algo. Y a veces es solo estar, pero con cuerpo y alma. Los niños son energía pura y notan esas cosas. Ellos saben si estás con ellos acompañando realmente, vibrando en lo físico y en lo emocional, o no. Por eso es muy importante estar al 100% .
Entiendo que al tener el trabajo de hospital, la compañía y el teatro, teneis gente distinta para las distintas áreas. A veces, os turnais ¿o no?
Es curioso, el 80% de los miembros de la compañía han sido payasos de hospital. A veces pasamos de una a otra. Pueden pasar estas cosas. Pero por ejemplo, en el espectáculo de hoy, tres de los cuatro actores son payasos de hospital. Han pasado muchos años antes trabajando allí. Con el lobo del cuento llevo trabajando treinta años. Nos conocimos jovencitos, sin canas, sin arrugas. Y vamos a envejecer juntos. Y venimos de antes de Pupaclown.
¿Y ha habido gente que ha trabajado como payaso de hospital y lo ha tenido que dejar porque no podía?
Sí
Habrá veces que sea muy duro o que piensen: no se me da bien.
Claro. Porque a nivel emocional les ha tocado mucho. A veces, llevamos luchas internas nuestras que no conocemos, que hemos vivido antes y de pronto un trabajo así te las despierta. Empieza a ser demasiada carga para hacer el trabajo. A veces, también, porque es un trabajo muy difícil. El artista necesita una serie de herramientas muy amplia. Para mí es el trabajo más difícil que he hecho a nivel artístico en mi vida. A veces no estás tan preparada. Es un trabajo muy directo, tenemos un feedback inmediato. Las cuartas paredes se rompen y podemos sentir esa conexión con el niño o no. Si tú estás en fracaso puedes soportarlo un poco de tiempo pero no mucho.
Cuando miras atrás estás satisfecha con el trabajo realizado. ¿Crees que podríais haber mejorado cosas durante este tiempo o algo en que fallasteis podría haber sido un detonante de otra cosa? ¿O creeis, simplemente, que vais por el camino correcto?
Pues mira, yo conforme voy cumpliendo años, intento atormentarme lo mínimo posible. Y no juzgarme. Porque a veces es un problema el que tenemos los humanos, que nos machacamos diariamente. Una vez leí una frase que me tocó mucho: «no hay ser que me ha maltratado más que yo mismo». Y es que la mente, a veces, juega malas pasadas.
Hace un año tuve un ictus. Y una de las cosas que recuerdo que hice estando en el hospital fue decirle a uno: «Oye, perdona, ¿yo me estoy muriendo?». Recuerdo que hay un momento, supongo que pasará siempre cuando vives algo así, que es como que tú te das la vuelta y te miras a ti mismo.
Qué fuerte.
Fue súper curioso, porque una de las cosas que me pudo dar aire es que me di cuenta que mi vida era bonita. Y una de las que cosas que me vinieron a la cabeza, después de pensar en mi pareja, en mi casa, en mis perros y en Pupaclown, fue: qué cosas más bonitas hemos hecho. Estuve una semana durmiendo. Los enfermeros alucinaban.(
Va a ser que te hacía falta.
Recuerdo que al pensar en lo profesional me sentí muy bien porque lo que habíamos hecho era algo muy bonito.
Mira, yo creo que muchas de las cosas que han sido posibles se han hecho realidad porque hemos sabido escuchar. Hemos ido construyendo escuchando las necesidades. Este centro se puso en marcha por eso mismo. Las personas que tienen problemas de discapacidad no tenían sitios lúdicos adaptados. No existían. La cultura tiene que ser accesible a todos. No solo aquí, en cualquier museo, cine, etc. Las leyes ya tienen esto en cuenta pero muchas de las veces no se cumplen. Así que las asociaciones de familiares van dando respuesta día a día a todas estas carencias que tenemos aun.
Al final, vienen muchos niños de este tipo pero acaban viniendo también niños sin discapacidad porque también, probablemente, necesitaban un sitio así. Ofrecéis una programación que abarca a todo tipo de niños y niñas.
Aquí hay una verdadera integración porque es integrar con la normalización. Todo esto debe ir construyéndose poco a poco. No es el ponerse la medalla, sino ir creciendo según va haciendo falta.
(
Se nota que vuestro trabajo es muy elaborado. Tiene en cuenta, primero y principalmente, a los peques, pero no descuida a los adultos. Sabéis darle al cuento clásico toques de actualidad y ofrecéis una obra muy divertida y bien adaptada. ¿Soléis ir a colegios e institutos a contar quienes sois?
A veces vamos, pero el problema es que no tenemos tiempo. Estamos empezando a mover esas cosas pero no somos tantos y tenemos que priorizar. Hemos tenido que aprender a hacer de todo y esto es algo más. Pero la realidad es que te quita tiempo de estar aquí, de estar con los payasos, estar viendo la parte artística. A lo artístico siempre le hemos dado mucha importancia.
Para mí es muy importante que los niños y adolescentes reciban este tipo de charlas, de acercamientos, para que puedan desarrollar una sensibilidad hacia todo este mundo. Me parece fundamental, por eso lo preguntaba.
Aquí hacemos una cosa una vez al año que propuso una profesora muy vocacional, de estas que no se quedan en su zona de confort. Nos propuso poder traer a los alumnos al espacio para que les hablásemos de lo que hacemos. Entonces empezaron a venir ellos, se unieron otros y al final se ha establecido una charla que se llena cada año.
Qué bien.
Los jóvenes pagan 5 euros y ven el espectáculo con los niños espectadores. De ese modo viven la experiencia completa y cómo lo reciben los pequeños. El teatro tiene una fuerza que vence a la tele, vence al móvil, se sientan ahí y viven una catarsis teatral.
Yo siempre lo he pensado. Nosotros hemos trabajado siempre con niños de todas las edades y la realidad es que los educadores, muchas veces, los llevan a ver cada cosa… Ellos dicen la típica frase de: «no puedo salir con los alumnos porque montan unas…». Imagínate para un chaval de trece años o catorce. Este año les hemos puesto el nuevo espectáculo de la compañía Romeo y Julieta, que ha dirigido el portugués José Carlos Carcía, que trabaja desde la nada. Cuando ves cómo aplauden, cómo nadie está con el móvil, sin necesidad de decirles nada, es súper bonito. Yo, cuando se van les digo: «gracias, porque sois los ciudadanos del futuro». Los veo y me vuelve a dar la constatación de que hay que llevarlos a cosas interesantes.
En fin, aquí siempre hay tantas cosas por hacer que, muchas veces, te dan ganas, al llegar a casa, de seguir. Pero hay que parar y pensar: mañana es otro día. Porque hay muchas cosas por hacer.
En cuanto a la programación, ¿vienen otras compañías de fuera a trabajar aquí también?
Claro, claro. Nos lo curramos un montón. Realmente nos tiramos el año viajando y viendo otras propuestas para ofrecer un programa atractivo. Hay una gran solidaridad. Nosotros no podemos pagar mucho y negociamos mucho los precios. Las mismas compañías colaboran bajando los cachés y llegando a acuerdos. Buscamos también subvenciones y ayudas. También la ilusión con la que preparamos todo esto se transmite, y hay gente que nos dice sí por este empeño que ponemos. La próxima programación, por cierto, que empieza en septiembre de 2019, va a ser impresionante.
No quiero poneros más trabajo, ¿pero tenéis nuevos proyectos?
Hay muchas cosas que aún están en nuestras cabezas pero que nos gustaría poner en marcha. Dentro del hospital hay un proyecto que queríamos abrir ahora que ya se está hablando con el personal sanitario que es el Payaso de Guardia. Todavía hay que definirlo bien, pero tenemos claro que pueden llamarlo de muchos servicios. Por ejemplo, vamos a pinchar a un niño, está muy nervioso, llamamos al payaso de guardia. Hoy radioterapia, está muy baja de ánimo, viene el payaso de guardia. Nos gustaría también hacer quirófano los cinco días de la semana, recuperar juventud, hay muchas cosas.
Y luego, aquí en el centro, ya se está cocinando el nuevo espectáculo y dentro de lo que es la dinámica del teatro, la captación del publico juvenil dentro de institutos, que creemos que va a tener buena aceptación.
Esto es como los instrumentos, cuando das la nota, ya empieza el proyecto a vivir solo. Con el acierto hay que ir trabajando mucho. Vas viendo lo que engancha más, si la gente repite. La danza, por ejemplo, de momento, no ha entrado porque nuestro público no está interesado. Pero, por ejemplo, pasó lo mismo con el circo, y ahora sí podemos programar circo. Es simplemente conectar, ver qué va funcionando.
Por último, me gustaría saber si habéis pensado en la idea de montar un escuela.
Llevo un proyecto de escuela de payasos de hospital que está ya hecho. Le hemos dado la forma de escuela, pero realmente desde 1998 todo el mundo que entra en Pupaclown se forma. Cogemos a profesionales del clown que ya hayan tenido un trabajo directo con niños y luego aquí se les forma en otras disciplinas como las que te comenté antes, como Antropología de la Enfermedad, Psicología, etc. Todo eso tiene ya un bagaje. Se han ido quedando los profesores que entran dentro de nuestra filosofía, y hay otros que vienen como apoyo para dar apertura.
En la próxima reunión con el Ministerio es algo que queremos presentar. Sería la primera Escuela de Payasos de Hospital de España. Nosotros hemos recibido el Premio Nacional, sobre todo por haber hecho del payaso de hospital una profesión. Y este proyecto es la manera de materializarlo. Hay más de veinte asociaciones trabajando en hospitales de todo el país, de modo que más que nunca es necesario que exista esta escuela reglada donde se pueda aprender todo esto. Nos facilitaría a todas las asociaciones la incorporación de los nuevos miembros.
La integración social desde las Artes se está asumiendo y trabaja mucha gente, de modo que nuestro trabajo es más útil y necesario que nunca.
Fotos: Paula Mínguez
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