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“Cada vez lo tengo más claro, hay que salir de las redes sociales”

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Astrud decía hace años, en una canción: “Hay un hombre en España que lo hace todo”. ¿Hablaban de lo que sería Soto Ivars  en 2019?

¡Espero que no! Con el delantal puesto y después de pasarme todo el día currando, podría parecer que sí, pero qué va. Los Punsetes tienen una canción que se llama Opinión de mierda, que creo que estoy más en eso. Ya quisiera hacerlo todo, pero no doy a basto. Desde Arden las redes, he cogido tanto trabajo… Creo que las hemos pasado tan putas, hemos tenido tiempos de tantas vacas flacas, que cuando te vienen bien dadas, eres incapaz de decir que no; y es una putada. Hace un año estaba en La SextaCuatroTV3RNEOnda CeroEl ConfidencialPapelQué LeerEl Periódico de Cataluña. En un mes se juntó todo, y cada semana escribía 10 piezas. Me di cuenta de que estaba amargado, y estaba amargado porque me estaba ahogando como una hoguera cuando echas demasiada madera. Es una bulimia muy del siglo XXI, porque a nadie en su sano juicio se le ocurriría aceptar tanto trabajo.

Hay mucha presión. El alquiler no para de subir. Mi casa, desde que estoy aquí, ha subido 150 euros de precio. Y siempre estamos con la sensación que todo el curro que tenemos, de la noche a la mañana, va a desaparecer. Hay que luchar contra esa canción de Astrud.

Quizás también depende de la profesión que hayas elegido. Recuerdo que cuando entré a estudiar Periodismo, había multitud de medios de comunicación. Cuando terminé, quedaban muy pocos abiertos. Si tenemos que estar tan agobiados, con tanto curro, quizás es que las cosas no van bien. Estamos perdiendo un bienestar básico.

Sí, de hecho, mis padres eran profesores y pudieron comprarse una casa en Alcantarilla. Ahora, con uno de los sueldos de mi mujer, que tiene dos trabajos, y el mío, es impensable que podamos hacerlo, es una locura. Somos muy currantes, flipo con lo que trabajan mis amigos. Lo veo en nuestra generación, somos una especie de obreritossoviéticos que viven en el capitalismo salvaje. Es una paradoja. Luego lees a Svetlana Aleksiévich, ves cómo vivía la gente en la URSS, y te das cuenta que trabajaban menos que nosotros. Tenían menos lujos, menos libertad, no podrían haber abierto un blog, pero tenían la libertad de acabar la jornada a las 4 de la tarde e irse a un parque, y eso no lo podemos hacer nosotros. 

Un ejemplo. Mi prima es médico en La Arrixaca, y está cobrando menos que yo. ¡Y está salvando a la gente del cáncer mientras yo digo gilipolleces en un periódico! Está todo desordenado.

 

Ya que hablas de las libertades. Ahora, que el buenismo se ha adueñado de todo, ¿no crees que la libertad de expresión está bajo sospecha?

Yo publiqué Arde las redes en un momento en el que estaba muy obsesionado con esto, porque veía que cada uno iba poniendo su línea roja donde le salía de los cojones; y que con tanta línea roja, de animalistas, feministas, católicos, nacionalistas, españolistas… cada uno iba diciendo dónde se podía hacer la broma y dónde no, dónde se podía frivolizar. Iban diciendo a los demás lo que era provocar. Me han dicho muchas veces que soy un provocador, y no creo que lo sea, porque digo lo que pienso. ¡Me pagan para eso! A veces, lo que pienso es algo que otros piensan y no se atreven a decir por miedo a las reacciones. Vi que todas esas líneas rojas nos estaban estrechando la libertad de expresión. Ahora, que han pasado años de ese libro, he seguido pensado y me pregunto por qué hay tantos tabúes. Está claro lo que pasa, y es una putada que digas cualquier comentario y te monten la de dios. Ahora estoy pensando por qué.

Esto es muy interesante. Tabú es una palabra que James Cook, el navegante británico, escucha en Hawaii a los indígenas. Tabú era lo que estaba prohibido para ellos: una playa a la que no pueden entrar, figuras a las que no pueden mirar directamente… Y es Cook el que trae esa palabra a la sociedad británica y se expande por Europa con Sigmund Freud. Por lo tanto, la palabra sale de las tribus, y estamos en una sociedad actual que está tribalizada. Creo que hay una conexión directa entre esos tabúes que percibimos por todas partes y la tribalización de la sociedad. Es una sociedad desconfiada, en la que piensas que el de al lado puede atacar algo que para ti es sagrado. Estoy reflexionado sobre este tema, y por qué pasa que si yo hago un chiste racista, sin ser racista, hay gente que cree que estoy poniendo bajo peligro a la gente de otras razas. Estoy pensando en todos esos vínculos que se han roto, y que han dado lugar a una sociedad cerrada de tribus ideológicas, desconfiadas, asustadas. Estoy preparando un libro sobre esto, porque tras Arden las redes, tras denunciar lo que pasa, toca reflexionar por qué pasa. Por qué nos sentimos amenazados todo el rato en una sociedad en la que la criminalidad es casi nula. Hay una gran distancia entre la sensación de peligro y el peligro real.

Y esa sociedad tribalizada ha creado la posverdad y la poscensura, dos términos sobre los que has hablado mucho. ¿Cuál crees que es más peligrosa?

Están muy conectadas. La posverdad es algo sobre lo que se ha escrito muchos ensayos. No es la propaganda de toda la vida ni es la mentira, no ha existido siempre. Hay un libro muy bueno de Matthew D’ancona, en el que hace una distinción muy clara y comenta por qué es nueva la posverdad. Y dice que es un fenómeno social en el que, no es que solo haya propaganda, sino que hay cada vez más gente a la que no le importa que algo sea verdad o no. Les das los datos, y le señalas por qué algo es mentira, y lo que te encuentras no es que lo nieguen, es que les da igual. Es como la pérdida de la credibilidad de la verdad, y está movida por el sentimentalismo.

Y la poscensura tiene mucho que ver con la posverdad. Tú dices algo que es verdad, y a mí me da igual que sea verdad o no, porque yo siento que no es verdad, y te voy a atacar con una furia desmedida, como si fueras un hereje. Son clímax. Es la actitud que tienen muchos ante quien consideran que es un hereje. 

Y los medios de comunicación, y en parte los periodistas, hemos tenido la culpa de que esas dos corrientes estén tan asentadas: por la falta de rigor, por seguir una línea de opinión inamovible. La inmediatez ha hecho bastante daño al periodismo, ¿no crees?

La inmediatez es un veneno para el periodismo, porque un periodista necesita tiempo. A veces se me ocurren muchas reflexiones a lo largo de la semana, y si pasan 4 días ya no las publico, porque sé que no van a dar clicks al periódico, y a mí me están pagando también por lo clicks. Y eso es un problema, el ritmo vertiginoso. Aparte, la prensa se merece todo lo malo que le pase. Antes de que llegara Internet, y yo estaba en la carrera, existían solo los medios tradicionales en papel, y recuerdo que todos pensábamos que estos mentían más que hablaban. Esa percepción era justificada, y no hay que irse a la teoría de la conspiración de El Mundo con el 11-M. Cuando empezó la crisis, El País nos decía lo mismo que Zapatero, que no había crisis. Desde 2001, se escuchaban las primeras voces de alarma sobre la crisis, empezaba a haber gente que decía que esto iba a pegar un reventón. ¿Cómo es que nunca leímos eso en la prensa? ¡Nunca lo leímos!

Me acuerdo del debate de Solbes y Pizarro, en el que se dio ganador a Solbes, que decía que no existía tal desaceleración. A Pizarro se le increpó por su alarmismo casi posapocalíptico, y luego…

Y eso fue en 2008, creo, a punto de explotar. Mucho antes, periodistas apuntaron que esta sociedad crediticia era insostenible, y no se les hacía caso. ¿Por qué? Por una parte, porque al poder no le interesaba. Pero por otra parte, ¿qué estaban haciendo los medios para no dar voz a los que avisaban de lo que venía? Tenían que haberlo hecho, antes de que los políticos lo dijeran. Los dueños de la prensa son los que han creado la crisis, porque son los bancos los que están detrás. Luego se ponen a llorar, que si los blogs, las redes, la credibilidad de la prensa… Bueno, pues cúrratelo un poco. El Confidencial es el único medio en España que no tiene deuda con los bancos (de los grandes). Es el único en el que puedes leer que el Banco Popular está a punto de quebrar, y esto no lo vas a leer ni en El País, ni en el ABC, ni en El Mundo. Porque la deuda está contraída con las entidades bancarias. Pasa lo mismo con las eléctricas, donde a lo mejor puedes leer algo en El Diario, pero nunca vas a leer noticias críticas a alguien que está siendo responsable de que la luz esté encendida, y esa luz nos este desollando. ¿Cómo va a tener credibilidad la prensa? La tendría si fuera libre, y sería libre si no tuviera deuda con los bancos. 

Acabo de leer El Director, de David Jiménez. Es un buen libro de cotilleo, de salseo periodístico. Cuando lo terminé, recordé tu sopa de letras en la que decías que “Cebrián era un tirano como Calígula”. Y hay un personaje en el libro que se mueve por altas esferas, y que limita el trabajo de los periodistas. Pienso que estamos tan metidos en el hoyo que cambiar va a ser muy difícil, que tener una prensa libre va a ser complicado. 

Sí, además los partidos políticos están muy casados con los bancos y las grandes empresas del IBEX 35. Cuando nació Podemos, uno de sus discursos era acabar con las puertas giratorias. Cada vez oigo hablar menos de esto, y me parece fundamental. Mis padres han estado hace poco en Suecia, y lo que más les ha sorprendido es dónde viven los políticos, porque es algo que los suecos enseñan, como atracción turística, el adosado donde viven, en un sitio normal. Y allí no hay posibilidad de conexión entre su puesto político y las grandes empresas, porque está controladísimo. 

Me queda la esperanza que en el futuro, la gente diga: “Qué flipe que un presidente del Gobierno, además socialista, acabara en Gas Natural. ¡Cómo fue posible!”.

Volviendo a las redes sociales. Me encanta Twitter, pero todos los días tengo ganas de irme y, al final, hay algo que hace que me quede. ¿Por qué se ha convertido en un campo de batalla?

Tú no te quedas en Twitter por las risas, te quedas por lo mismo que yo. La programación de esa red social está hecha para que sigamos ahí. No es que Twitter se use mal, sino que algo oscuro de nuestra personalidad conecta con las redes sociales. Hace tiempo que intento no tuitear, y acabo tuiteando. Confundimos a Twitter con una forma de comunicarse, o de ver lo que dicen los demás, y no es ni una cosa ni la otra. Es una perversión de la comunicación, porque puedes soltar lo tuyo y recibir respuestas. No es un diálogo. Y por otra parte, es perverso porque quieres ver lo que hacen otros. En la pantalla de inicio de Twitter estás recibiendo estímulos a mansalva, y de vez en cuando, algo llama tu atención y te metes un rato en un perfil. Pero eso podrías hacerlo fuera de Twitter. Estás ahí porque estás enganchado, y estás enganchado porque Twitter estimula tu circuito de la recompensa en el cerebro. Tenemos que romper el paradigma de creer que Twitter sirve para observar o para comunicarse. Es una perversión y estamos todos metidos allí. Es algo bastante siniestro. 

Sé que eres amigo de Un tío blanco hetero. ¿No crees que su mensaje calaría más en gente que, como yo, estamos en las antípodas de su pensamiento, si se quitase la máscara? Tú no te tapas la cara.

Bueno, en la presentación de su libro, en Barcelona, iba sin máscara. Creo que el peligro que tiene es que pueda acabar convirtiéndose en un anti-barbijaputa. Yo le conozco, y él tiene esa preocupación, no quiere ser eso. Desde que empezó hasta ahora, ha cambiado. Ahora está en una posición más crítica con lo que sería su bando. De hecho, en las anteriores elecciones, los de VOX lo han crucificado, y parecía que podía estar allí cómodo. El problema también es Youtube. Su libro lo ha escrito con Leyre Khyal, que es una antropóloga, y la parte de ella se lee de otra manera, porque no habla a la contra. Hace crítica, pero lo hace de una forma sosegada, intelectual. Y a él le pasa lo que a mí, y lo que a todos, que terminamos argumentando a la contra. Hay que tener cuidado con eso, porque es una trampa, porque argumentas como ellos quieren, poniéndote en una esquina de un ring que no te corresponde. 

Leyre, en el libro, está fuera del ring. Hablan de los mismos temas, y más o menos están de acuerdo, pero ella está fuera del ring. Y eso, en la lectura, se agradece mucho. Tú en las redes, muchas veces, estás pensando en algo que ya se ha dicho. Y cuando piensas por ti mismo, y lees, sientes una ligereza… Cada vez lo tengo más claro, hay que salir de las redes sociales. 

Black Mirror está siendo tan real que parece que vayamos a terminar sin salir de casa, centrados al cien por cien en la tecnología.

O saliendo como ahora. Vas en el metro y solo ves papadas iluminadas. 

Has publicado Crímenes del futuro, tu última novela. En ella, Euskadi y Cataluña son estados independientes. ¿Instinto o profecía?

Me resulta difícil pensar que sigamos juntos. Si hay mucha gente interesada en romper algo, se acaba rompiendo. La fuerza destructiva siempre es más poderosa que la constructiva. Mirémoslo desde la perspectiva del progreso. Cuando se legaliza el divorcio, la derecha estaba en contra, pero pasan 20 años y ni a VOX se le pasaría por la cabeza prohibir el divorcio. El divorcio es una destrucción de una tradición como el matrimonio, y ha dado lugar a otra cosa en la que se puede romper un vínculo sin apedrear a nadie. Y esto es un poco parecido. La destrucción del Estado me parece muy mala salida, pero no me parece que la situación sea sostenible. Y en Crímenes del futuro, que está ambientada dentro de 80 años, se me hacía muy difícil pensar que sigamos juntos. 

Sigues viviendo en Barcelona y allí algo se ha roto. ¿Cómo lo estás viviendo?

Yo los jueves voy a TV3, a Els Matins, y hago mi sección en castellano. Lo que veo es que hay mucho cinismo en el independentismo. La gente más inteligente que conozco, y que es independentista, es cínica. Están en una postura en la que si los arrinconas argumentalmente te salen con coñas. Y son gente de puta madre. Pero ese cinismo tiene mucha fuerza, porque te protege de la discusión argumental. Es posmodernidad pura. Yo, por ejemplo, me llevo muy bien con Antonio Baños. Es un tipo muy inteligente, pero lo veo metido en un cinismo espectacular. Llega un punto en el que, cuando discutes con él, no sabes si va en serio. Y eso es imparable. 

¿Has perdido algún amigo por decir lo que piensas?

No, he ganado muchos enemigos. Gente que me tiene manía, pero en general gente que no conozco. He perdido amigos por el feminismo. Bueno, no diría que he perdido, pero me he distanciado de algunas amigas por esto. Te lo voy a decir de otra forma: yo he perdido amigos por las redes sociales, sobre todo a gente que veo poco. Y es uno de los motivos por los que me planteo dejar toda esta mierda. Una vez me lo dijo David Brunat, que me cae muy bien y nos seguíamos en Twitter. Un día me meto a compartir un artículo que escribió, y al meterme en su perfil veo que no me sigue. Le escribí un mail, y le digo, ¿ha pasado algo? Me respondió con un mensaje que me dejó algo tocado: “tú me caes muy bien, pero por Twitter me estás cayendo mal”. Y fíjate lo que encierra esa frase. 

¿Hasta qué punto tenemos control sobre lo que estamos soltando? Y por eso sí he perdido amistades, gente que se ha quedado con el relato de las redes sociales y se ha vencido al ruido. 

¿A veces te excedes a propósito en tus perfiles solo para ver como arden las redes?

Yo lo hacía más antes, pero hace tiempo que no. A veces sí pienso cosas que sé que si las digo, las redes van a arder. Tuve una triste polémica, muy agria, y ahí perdí bastantes amistades. Puse un tuit en el que dije: “¿por qué estamos fingiendo que no existen las zorras?”, por la polémica por los mensajes privados en Instagram de Mikel IzalSeñor Castelo, que unas tías, de manera anónima, sacaron en las redes. Puse aquello y lo pensaba de verdad. ¿Por qué fingimos que no existe la maldad femenina? Me cayó la de dios. Incluso gente muy cercana me recriminó que usara esa palabra. Y ya, sé que es una palabra horrible, pero estamos haciendo como que no existe, fenomenológicamente, esa palabra. 

No lo hago para que ardan las redes, sino porque lo pienso. Y me di cuenta, con esa polémica, que había mucha gente que pensaba lo mismo, tíos y tías, pero habían aceptado que no se podía decir. Yo creo que se debe decir, porque si estamos denunciando, sin saber si son culpables o no, y se les está intentando destruir, es un buen momento para poner el foco en que quizás estamos creyendo que la maldad no existe. No me arrepiento de eso.

Vamos a por algo más liviano. Murcia está viviendo un incesante movimiento creativo, y tú formas parte de una generación literaria que está haciéndose un nombre en el panorama nacional. ¿Te sientes parte de la generación?

Por ejemplo, para mí la mejor novela escrita por un murciano es La edad media, de Leonardo Cano. Me parece espectacular, y me alegro de poder decir que somos contemporáneos. A mí me tira la patria chica, y me alegro más por que le vaya bien a Miguel Ángel Hernández, que a Sergio del Molino, al que también leo, adoro y defiendo. No sé si somos una generación o no, porque también tengo esa hermandad con gente que no es de Murcia. Estamos en un momento en el que hay mucha gente entre 20 y 45 años que está haciendo cosas muy interesantes y muy potentes. Murcia, con respecto a cuando éramos pequeños, ha cambiado muchísimo. Me parece, hasta cierto punto, previsible, porque en Murcia nos hemos aburrido mucho, y el aburrimiento es el fermento de la creatividad. 

En 2013 te entrevisté, y te pregunté si eras monárquico. Me dijiste que sí, pero como una rebeldía contra los partidos políticos. ¿Sigues pensando igual?

(Nota del redactor: en ese momento, Juan Soto Ivars acerca a su webcam una invitación a una recepción de los Reyes de España, Felipe VI y Letizia Ortiz, en el Palacio Real. Reímos).A mí, de alguna forma, la monarquía española me gusta cada vez menos, siento mucha distancia. Pero al mismo tiempo… Voy a ponerlo en contexto. Yo puedo votar a Podemos, haciendo un esfuerzo, como casi todo el mundo que les vota, y si ellos llevaran muy claramente en su programa quitar la monarquía y poner una república, tendría que hacer un esfuerzo extra para votarlos. La monarquía me parece un asunto completamente ajeno a todo lo que no sea romanticismo. Dinamarca, Béligica, Holanda, o Reino Unido son países monárquicos y extremadamente avanzados. En España tenemos una especia de prejuicio, una imagen romántica de la Segunda República, y convertimos a la monarquía en una especie chivo expiatorio de nuestros problemas. Decimos: “si no estuvieran iría todo mucho mejor”. Yo lo pongo muy en duda, porque me parece una de las pocas cosas que persisten. Y la persistencia, más allá del juicio particular que pueda hacer sobre la monarquía actual, me parece algo que hay que defender, porque es lo contrario de lo que quieren los independentistas o VOX. Por eso sigo pensando que es mejor una monarquía que una república en España, porque es un espacio público que está vetado a todos los trepas, y en un país de trepas como este, ninguno puede llegar a ser Rey. Eso me parece suficiente. 

Foto de portada: Jeosm

Fotos de la entrevista: Fran Bécares.

Texto: David Cano


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