La Revista de Murcia Inspira

“El teatro es un oasis en el que artes y profesionales se fusionan para que germine una belleza magistral”

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¿Qué te impulsa a dedicarte a la fotografía? ¿Cuál es tu primer recuerdo fotográfico y cuándo supiste que era tu vocación?

Me encantaría contar una historia emotiva y romántica sobre esto, parecida a la de muchos fotógrafos célebres, que heredaron la profesión de su padre y este les dejaba su equipo; pero no fue así. De hecho, en las vacaciones recuerdo haberles pedido a mis padres hacer una foto, pero creo que nunca me dejaron. Supongo que el carrete de 24 que se llevaba por aquel entonces no dejaba margen para la experimentación infantil, o al menos eso pensaban ellos. Lo que si hacían era comprarme una revista que se llamaba ‘Natura’: me chiflaban los animales desde que tengo uso de razón, y en la contraportada siempre venía una publicidad de una MINOLTA en la que enarbolaban el autofocus como característica principal y novedosa en aquel entonces. Pero en mitad de mi desconocimiento absoluto del medio, yo confundía autofoco con encuadre y pensaba: “esto no me gusta, yo querría hacer la foto que quisiese…». Este es el primer recuerdo de mi afán fotográfico hasta que a los dieciséis años mis padres tuvieron la genial idea (cosa por la cual aún les doy las gracias) de regalarme una cámara de fotos por sorpresa. A partir de ese momento, interpreto lo que me rodea a través de la cámara.

¿Por qué fotografía escénica? ¿Qué significa para ti el teatro?

El teatro lo descubrí por accidente trabajando como maquinista en el Festival de Teatro de Molina en junio de 2002. Desde que me presenté en el escenario a las cuatro de la tarde con un martillo en la mano, hasta que acabó la primera función al día siguiente, fue un aluvión de sensaciones y estímulos de todo tipo absolutamente nuevos para mí. A la siguiente representación, ya que no requerían mis servicios de maquinista, me llevé la cámara y pedí permiso para fotografiar. Se trataba de El sueño de una noche de verano, de Shakespeare de la compañía murciana Alquibla. Recuerdo perfectamente la alucinante sensación mientras fotografiaba la representación, ocurrían multitud de situaciones, la luz cambiaba continuamente, era todo de una belleza plástica extraordinaria y ¡todo pasaba delante de la butaca! El acto fotográfico me exigió, como nunca antes, una atención absoluta además de rapidez para medir la luz y componer, sin contar la decisión última de disparar o no, recordemos que solo había 36 opciones por rollo. En definitiva, fueron noventa minutos frenéticos y del todo hermosos. Dos semanas después, cuando revelé los tres rollos que expuse esa noche, comprobé que lo que había en la hoja de contactos en la mayoría de los cuadraditos, era plenamente satisfactorio, es decir, figuraba justamente lo que quería captar en el momento de apretar el disparador. A mí me gustaron mucho, pero cuando tres semanas después volví a coincidir con la misma compañía, esta vez en el Festival Internacional de San Javier, y le mostré las fotos a su director, Antonio Saura, no sin antes reunir todo el valor y superar la vergüenza, descubrí que a él le gustaron mucho más que a mí. Fue una sorpresa y el detonante cinco minutos después para decidir que iba a ser fotógrafo “escénico”. Esta decisión, también desde el atrevimiento que otorga la ignorancia, pues desconocía por completo que ya había algún que otro fotógrafo de este estilo como, por ejemplo, el legendario Ros Ribas que descubriría tiempo después como un total y absoluto hombre de teatro.

A modo de anécdota, en esa misma conversación con Antonio Saura en el escenario del Auditorio de San Javier, después de decirme que me compraba las fotos, me pidió el número de teléfono y el nombre, y al contestar me dijo: -“Pepe… qué mas”… -“Hernández”… -“no me cabe (dijo él), pongo h”.

El teatro ha significado muchas, muchísimas cosas en distintas épocas durante estos dieciocho años, por no extenderme en esto, definiría mi relación profesional con él como solo fotográfica, y si tuviese que sintetizar la respuesta, diría, sin duda, que el teatro es ahora para mí una trinchera. Me encanta esa palabra. El teatro es un oasis en el que artes y profesionales se fusionan para que germine una belleza magistral.

¿Cuáles son los temas de representación presentes en tu obra?

Hasta el momento no he realizado proyectos teniendo en cuenta el tema de representación en ellos. Nunca he abordado un proyecto personal, salvo posiblemente por mi colaboración dominical con el periodista Antonio Arco en su artículo Una palabra tuya en el diario La Verdad. En un magnífico prólogo de Joan Fontcuberta, opina que para un fotógrafo debe ser vital saber que significan sus fotografías, en definitiva, saber qué quiere contar. Al ser mi objeto fotográfico principal el teatro, considero que las historias las cuentan otros, no es mi historia. Mi trabajo consiste tal vez solo en dejar constancia. Es cierto que de la mejor manera posible, sintética y plástica. Vale que luego podemos jugar a aislarlas y descontextualizarlas e incluso a convertirlas en objetos con identidad propia. Pero, en definitiva, estas imágenes cuentan la historia y el trabajo de muchas otras personas.

Confiésanos un fotógrafo que te haya marcado especialmente.

Pues, sin duda alguna, el no sé si mejor fotógrafo o alpinista, Galen Rowell, y más concretamente su libro Luces de Montaña. Tras años viéndolo en el escaso catálogo de la Editorial Desnivel, cuando reuní las cinco mil pesetas que costaba y lo compré por fin, la sorpresa fue comprobar que no se trataba de una simple colección de magníficas fotos de las montañas más hermosas de la Tierra, si no de un texto que cambió mi forma de entender la fotografía.

La eterna pregunta: ¿el fotógrafo nace o se hace?

Pues no tengo ni la menor idea, la verdad. Ahora todos los somos. Lo que sí me atrevería a afirmar es que ahora preferimos la representación a la realidad. Es decir, hacer la dichosa foto, que vivir el instante.

¿Dedicas más tiempo a la toma o al procesado de la fotografía?

Dedico más tiempo a cuestiones que no tienen nada que ver ni con hacer fotografías, ni con imaginarlas, ni con planificarlas y ni si quiera con procesarlas. Dedico mucho más tiempo a multitud de cosas de cuestiones profesionales bastante más prosaicas.

Antes decías que todos nos creemos fotógrafos. Quizá cuando viajamos se hace más patente. ¿Crees que viajar entrena la mirada de un fotógrafo y desarrolla sus capacidades?

Supongo que dependerá del tipo de persona que quieras ser. Ir a un hotel de lujo con todo incluido en mitad un país subdesarrollado; cruzar un continente durante meses en solitario en bici y con lo justo; e ir a casa de tu abuela, la que vive en un pueblo de esa España vaciada, son tres formas de viajar perfectamente válidas para cualquier persona y al mismo tiempo, sus fotografías pueden ser totalmente prescindibles. Lo que sí puedes hacer en los tres casos es un selfie, y contarle al mundo –aunque no le interese en absoluto- dónde estás. Ahora en serio, lo que sí sabemos todos es que todo viaje transforma y enseña.

¿Qué te aporta Murcia como fotógrafo?

Magníficos clientes y amigos que confían en mi trabajo.

Desde hace años, cada domingo podemos ver una foto tuya en la contraportada del periódico La Verdad, junto a un texto de Antonio Arco. ¿Cómo surge este proyecto?

Al inicio del proyecto, el periodista Antonio Arco publicaba sus textos en el artículo dominical acompañados de ilustraciones de distintos artistas. Un buen día, hace unos ocho años, me lo pidió a mí. Y entre encantado y honrado, por supuesto, le dije que sí. Esas cuatro semanas se convirtieron en ocho meses antes del primer paréntesis. A mí siempre me ha interesado la relación entre fotografía y texto. A grandes rasgos, mi planteamiento inicial con esta intervención es asociar una palabra a una imagen de forma que la primera, no describa a la segunda, y que la segunda, no ilustre a la primera, intentando sugerir una suerte de “metasignificado” cuanto más abierto y dependiente de la mirada de cada lector-observador, mejor. Desde hace unos años, el texto que elijo para cada fotografía lo implanta en la imagen de manera absolutamente magistral el director creativo de Casaú Estudio, Nacho Rodríguez.

Este verano se expone una selección de fotografías tuyas bajo el título Pasen y vean, que ilustra la historia de los 50 años del Festival Internacional de Teatro, Música y Danza de San Javier, ¿Qué podremos ver en esa exposición?, ¿Qué puedes contarnos de este aniversario?, ¿Qué destacarías de la programación de esta edición?.

Hace dieciocho años que trabajo en ese festival de una manera o de otra, es un lugar y un evento determinante y tremendamente importante para mí. El festival es un ente con vida propia en el que multitud de personas han volcado lo mejor de sí mismas y por el que han pasado los mejores profesionales de la escena. Este verano cumple cincuenta añitos y llega con una salud envidiable y una programación de primera línea capaz de satisfacer al público más exigente y de gustos diversos. En cuanto a la exposición, se trata de una muestra de fotografías que hemos decidido situar en una de las entradas del Auditorio, el público podrá descubrir las imágenes como si mirase a través de un visor fotográfico. Tal vez se encuentren algunas personas con la instalación sin saber lo que es y decidan acercar un ojo. Me gustaría que se sorprendiesen, como yo. Al menos la primera vez.

Fotos cedidas por Pepe H.


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