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INCREÍBLAS: Tonya Harding, la mujer que quiso cargarse a su rival

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OAKLAND – 1991: : Pascal Rondeau/ALLSPORT David Madison/Getty; Heinz Kluetmeier/Sports Illustrated/Getty; Pascal Rondeau/ALLSPORT

Para los millennials la ha recuperado una peli que se llama I, Tonya (Netflix); que si no, ni idea de quién es esta señora. Pero fue famosa, y mucho. Tristemente no tanto por ser la primera mujer en lograr un triple axel, sino por el historial violento que encierra.

Vamos a contar la historia de Tonya. Una niña a la que su mamá pegaba palizas habituales –una vez incluso le lanzó un cuchillo-, que empezó a patinar con apenas 4 años.

Era una paletilla americana cerrá, ella y todos sus conocidos. Cuando tuvo edad para tener novio, también eligió un paletillo cerrao que le pegaba palizas, como mamá. Ya se sabe que somos lo que mamamos.

Tonya se dejó los estudios pronto, se puso a currar en cafeterías para pagarse los trajes de patinaje, porque si se los hacía ella misma el jurado no le daba los merecidos premios. Tenían un problema con su estilo libre, con las canciones que elegía –demasiado modernas, demasiado poco clásicas- y, en fin, con lo hortera que era. El patinaje es classy, you know.

Así que, en resumen, por un lado está este prodigio del hielo que hace historia en 1991.

Y tenemos, por otro lado, varias oposiciones:

-La mamá pegona.

-El marido –luego ex marido- pegón.

-El jurado reticente por cuestiones estéticas.

-Sus ingresos económicos cuesta arriba.

-Mucha gente corta de entendederas. Shane Stant y Shaw Eckhardt, sobre todo.

Nadie negará que son ingredientes perfectos para un desenlace brutal.

Pues ahí va. El ex marido pegón decide, con su mejor amigo idiota -Shane Stant-, contratar a un sicario -Shaw Eckhardt- para reducir la competencia de Tonya en el equipo de USA para las Olimpiadas. Era una prueba de amor verdadero, obviously.

El sicario en cuestión pega con una vara a la chica –Nancy Kerrigan– a la salida de su entrenamiento, le magulla la pierna. El complot sale a la luz. Tonya acapara las portadas de todos los periódicos internacionales, incluidos los nuestros.

Es lo más sucio que se recuerda en el mundo del deporte. En plena polémica, dejan competir a Tonya en las Olimpiadas. Queda octava, se le rompen los cordones de las botas antes de salir a pista, lloriquea. Nancy gana la medalla de plata.

Tonya acaba declarándose culpable frente al tribunal para evitar la cárcel. La echan del equipo y le prohíben volver a patinar.

Ella se viene abajo.

Para hacer algo con su vida, acaba dando un giro inesperado. Triple axel. Plot twist. Ahora Tonya se dedica a lo que más ha mamado durante su vida: pegar hostias.

Pues nada.

A veces hace falta recontextualizar a las personas, sí, los talentos, también. Tonya ha quedado reducida a un hazmerreír que la reciente película intenta reconsiderar.

¿Cómo habría sido esta virtuosa en el ambiente adecuado? ¿Habría revolucionado las normas del patinaje, proponiendo un equivalente a la danza callejera frente al ballet? Con mejor entrenamiento y menos imbéciles alrededor, ¿qué imágenes nos habría dejado en Youtube? ¿Qué retos habría superado?

Por desgracia, ya no lo sabremos. A veces el propio contexto, sí, conspira para que nos perdamos estas respuestas. Hace mucho que Tonya no patina, solo rompe tabiques en el ring. Es curioso que eligiera ese deporte como alternativa al suyo, entre todos los posibles. Si uno es lo que mama, si no hay manera de escapar de mamá, en un sentido amplio; la perspectiva es ciertamente agorera.

Lo bonito de la película, en particular, es el cierre que propone: imágenes de la gloria de Tonya, de su éxtasis más puro en plena pista, al saberse clave, observada, virtuosa, potente. Al saberse alguien en absoluto.

Y lo más triste es que Tonya sigue viva y no va a revivir esas imágenes.

Moraleja imaginada, cortesía de la casa, de Tonya para ti, querido lector barra a:

Cuidadito con lo que eliges, de lo que te rodeas. Cuidadito con quien alienta tus pasiones y con quien las extingue. No des por hecho que tener talento y ganas es común, o inagotable. Dirige tu vida hacia un lugar mejor. Y cárgate a quien haga falta para conseguirlo.

Pero no a tu rival, no con una barra metálica. Estamos hablando metafóricamente. Eso no lo hagas. ¿Vale?


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