Mario ¿qué es para ti el triunfo?
Simplemente disfrutar con lo que hago, de los momentos, lugares, de la gente.
¿Cómo nace el Mario actor?
Para entender quien soy siempre me tengo que remontar a mi infancia. Por circunstancias de la vida, me crié con mis abuelos en el campo de Guardamar, muy salvaje. No tenía acceso a una cultura como en la ciudad pero pude desarrollar la creatividad de una forma más espontánea, con libertad total.
Como ellos vivieron la guerra y la posguerra, había mogollón de trastos y de ropa. Así que crecí inventándome personajes y movidas de todo tipo. Una niñez muy bucólica. Tenía libertad para bañarme en las acequias, hacerme mis cabañas… era un niño muy sensible, me sentía diferente a mis amigos. Yo no cumplía el patrón del niño que ayudaba en el huerto a su abuelo, jugaba al fútbol, tiraba piedras. Me encantaban las aventuras, leer, escribir poesía, dibujar, así que allí pude tener mi propio universo.
A lo mejor a mí no me contaban cuentos pero si recuerdo mi infancia como un sitio mágico. Me gusta mucho volver a una casa pequeña, medio cochambrosa, que se hizo mi padre junto a la de mis abuelos, es mi refugio. Allí conecto con lo que soy.
Desde muy pequeño quería cantar, a muchos niños y niñas les pasa, tienen una parte artística muy fuerte. Pero en algún momento del camino se abandona. En mi caso, digamos que el destino estaba escrito. Me fui a vivir con mi madre a Beniaján y allí comencé el instituto, donde coincidí con Manolo Ortín, miembro de la compañía El Matadero, de Toni Aliaga, que daba la actividad extraescolar de teatro. Él vio talento en mí, me dio un personaje chulo y me llevó al teatro universitario, con quince o dieciséis años.
Beniaján siempre ha sido muy teatral y me permitió también formar parte de Carcoma Teatro iniciado por Edmundo Chacour, que creó tradición en el pueblo y aunque yo no llegué a conocerle pude trabajar con gente de la talla de Juan Pedro Alcántara o Javier Ruano. Caer en esa pedanía hizo que me metiera de lleno y eso me salvó. Con esa edad es importante aferrarse a algo. Yo arrastraba la separación de mi familia, de mis padres, en una ciudad nueva. Era muy introvertido, incapaz de sacar el tema de la homosexualidad, imagínate. Por ahí podía canalizar todo. Con la Carcoma hacíamos obras en el pueblo y nos lo pasábamos súper bien porque éramos un grupo de amigos que no nos gustaba salir de fiesta, como todo el mundo. Así que teníamos una casa de huerta con piscina donde hacíamos fiestas temáticas y nos lo pasábamos de muerte.
Entiendo que estudiarías después Arte Dramático.
No, yo soy de la generación de «Estudia una carrera con salidas» (ríe). Y aunque siempre apuntaba maneras y mis padres tampoco presionaban mucho, me vi estudiando turismo. Con la crisis, empezaron a cerrar las agencias de viajes y me metí a la escuela de arte dramático en 2008. Empezar en ese momento hizo que disfrutara de otra manera, con una madurez que no hubiera podido tener si hubiera sido mi primera opción.
Y ¿cuales fueron tus primeros trabajos como actor?
De todo. Primero empiezas con animaciones puntuales: salir vestidos de corazón con patines repartiendo folletos por el centro de Murcia, de anunciante de la cabalgata, de paje, de animación en comuniones… Este último es especialmente duro. De algún modo vas perdiendo dignidad (ríe). pero también pierdes vergüenza y aprendes a reírte de ti mismo. Eso sí, te curtes muchísimo porque algunos padres te tratan como el monitor que tiene que cuidar de los críos y nada más, es territorio hostil. Se aprende mucho, sobre todo de lo que no quieres hacer (ríe).
En una de esas animaciones conocí a Rafael Escudero (Director de teatro y gestor cultural), actualmente uno de mis mejores amigos. Él creó un grupo de teatro que se llamaba Los caóticos y ahí empezamos a hacer cosas en el centro juvenil La Nave.
¡Qué gran sitio la Nave! Es historia ya de la Murcia adolescente y juvenil.
Pues sí, es un sitio increíble. Debería haber más espacios de este tipo. Para la infancia hay muchísimos recursos pero los jóvenes están un poco dejados de la mano de Dios.
Totalmente de acuerdo. Debería haber muchos otros sitios de este tipo por barrios. Vale, me decías de Los Caóticos…
Sí, con Rafa hicimos nuestras primeras obras, experimentamos, nos permitía hacer locuras. Por ejemplo, cuando estrenaron La novia cadáver de Tim Burton, nos disfrazamos y fuimos así vestidos al cine. Tengo muy buenos recuerdos de esa época.
Y, ¿cómo llegas al público infantil?
A través de Rafa también descubro los títeres y ya me voy decantando por ellos, por los cuentos… Como empatizo más con los niños, todo me lleva directamente a ese público. Soy un poco infantil y me siento súper cómodo con ellos.
En la escuela intento profesionalizarme. Descubro técnicas, nuevas herramientas y voy perfeccionándome, cada vez centrándome más en el teatro de objetos (títere contemporáneo). Hago mi trabajo final de carrera sobre eso y llego a la compañía Onírica Mecánica, con los que trabajo desde hace casi un año. Pero siempre compatibilizándolo con cuentacuentos infantiles.
¿Qué te enseñan los niños y niñas en tu trabajo?
Que se necesita muy poco para ser feliz. También me encantan sus disparates, su imaginación, su cariño, su sensibilidad a pesar de que suele decirse que son crueles. Me parece que, sencillamente, son sinceros y van de frente. Siempre te dicen lo que piensan y por eso para mí son el mejor público porque me hacen mejorar ajustando las cosas para que funcionen. Con ellos me siento libre y trato de tener mucha escucha y que participen.
¿Qué debemos los adultos mejorar en la relación con los niños?
Dejarles espacio para jugar y experimentar, están sobreestimulados. El aburrimiento despierta su propia creatividad y es necesario.
Debemos ponernos a su altura, mirarles a los ojos y darles mucho afecto, con paciencia (aunque comprendo que la vida atareada actual lo hace más complicado.)
¿Cómo haces para vivir de esta profesión aquí en Murcia? ¿Es posible?
Cuando dejé la escuela me pasó una cosa mágica. Tenía buena relación con la empresa cultural Eco Patrimonio (que trabajan con el Ayuntamiento), y que contaban con su cuentacuentos habitual, Bárbara Maldonado, una mujer cubana que vino a Murcia hace unos veinte años, y solía trabajar para El Corte Inglés. Bárbara tuvo cáncer y les preguntó a los de Eco Patrimonio si sabían de alguien que pudiera sustituirla. Así me pusieron en contacto, ella me dijo que estaba malita y me enseñó el oficio.
Fue un milagro porque en aquella época no tenía trabajo, no sabía para donde tirar y de repente apareció ella, como un ángel. Aprendí muchísimo sobre el ritmo, la música… y tras su fallecimiento, la nochebuena de 2018, tomé yo el testigo de su trabajo en El Corte Inglés. Me regaló un oficio.
Entonces, ¿tú ahora casi todo el tiempo haces eso, verdad?
Eso es. Bárbara, un poco medio en broma, me regaló su imperio. Y yo ahora mismo me siento afortunadísimo porque soy cuentacuentos residente en El Corte Inglés del centro y en el de Myrtea, todos los fines de semana, más o menos bien pagado. Entonces, con eso sólo ya puedo sobrevivir.
Y luego desde ahí, me ven padres y madres, les hablan a las bibliotecarias y entro en la red de bibliotecas. Todo va pasando como consecuencia de lo anterior. Después te ven en alguna biblioteca y te llaman del AMPA de algún colegio y así todo.
¿Qué haces exactamente en los colegios?
Talleres, que son un formato pequeño que empezó en la crisis, fácil de vender, microteatro y títeres. También con adolescentes hemos hecho talleres de construcción de títeres, manipulación…
El mundo de los títeres tiene una poética muy especial. Tengo un proyecto en mente muy bonito que es recuperar el taller medio abandonado que tenía mi abuelo en Guardamar en el huerto, para hacer mis movidas. Así, en el rollo de Juanan Requena, en plan casero.
Y tú, ¿crees que estás donde tienes que estar como actor?
Como actor he hecho bastantes cosas. Cortos, microteatro en bares, teatro callejero… y estoy un poco saturado del teatro en si mismo porque llevo desde los catorce años. Ahora mismo donde me encuentro más cómodo es siendo yo mismo.Eso lo cogí de la performance, que desarrolle mucho, durante mi año de erasmus en Lisboa. Entonces al final me voy alejando cada vez más del personaje y me centro más en mí. Me encanta ser yo en escena.
Si hay algo que echo de menos en mi trayectoria es haberme perdido otras vidas por vivir ésta. Me hubiera encantado ser pastor, ser monje. Así que de vez en cuando por mi cabeza pasa “A tomar por saco los centros comerciales, el teatro los niños! Lo dejo todo. Me voy al monte – porque claro, tengo esa parte rural tan fuerte y que siempre está ahí – a vivir en una ecoaldea”. La ciudad me interesa poco, de hecho me fui a Madrid a los diecinueve años, pero no, no me atrae ni el cine ni la televisión. No me gusta la fama. Al final soy un gran tímido. Seguramente por eso me interesa tanto el mundo de los títeres, porque al final estás en un segundo plano.
En un tiempo me gustaría poder vivir sólo de los títeres. Montar compañía, llevar un espectáculo cerrado, trabajar con compañeros, girar, volver a los pueblos -que hace mucha falta –
En los cuentacuentos tienes que estar constantemente reciclándote con los cuentos, al día de los últimos personajes, tendencias, porque son los mismos niños los que te siguen, todos los fines de semana. Entonces aunque tengo un repertorio de la leche, es duro. Tiene la parte bonita del vínculo que creas con ellos pero cansa mucho.
Desde que empecé con Jesús me he dado cuenta que para avanzar muchas veces hay que ser valiente y rechazar trabajos. Porque así dejas las puertas abiertas a cosas nuevas que merezcan la pena. De ese modo he llegado a estar exactamente donde quiero.
La gente piensa en actor o actriz y piensa en gente famosa de la tele o el cine. Pero la realidad es que hay una enorme cantidad de actores que no hacen nada de eso, y menos estando en provincias. Entonces, tú que te mueves en este ámbito ¿me puedes contar a qué trabajos se dedican la mayor parte de actores que no están ahí?
Sobre todo aquí en Murcia funciona mucho la autogestión como es el caso del centro cultural La Madriguera. De hecho, están surgiendo espacios nuevos como La Cítrica. También puedes tener suerte y entrar en la Escuela de Arte Dramático de profesor/a o en la Escuela de Alquibla Teatro a dar clases. O en el Teatro Circo, como hago yo a veces con Rafa, a adolescentes, dar extraescolares… Los artistas siempre estamos hechos a la idea de cambio, a veces nos tenemos que ir unos meses fuera y somos capaces de adaptarnos a lo que vaya surgiendo.
¿Qué tiene Murcia de bueno para convertirse en actor?
Murcia es una Región un tanto salvaje todavía, con un clima que se presta a callejear y tiene opciones de formación escénica con grandes profesionales que hace que salga una cartera de intérpretes muy vivos, con fuerza y personalidad.
¿Cómo tú?
Como yo (ríe).
Fotos: Fran Bécares.
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