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12 días, 12 Polaroids. Historia de un confinamiento

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1. Buscando respuestas

Al principio no lo asimiló y se lo tomó a coña. Luego se cabreó con su mala suerte. Justo acababa de terminar de preparar la maleta para el viaje a la nieve con sus amigos para ese fin de semana. La noticia empezó a calar y se puso manos a la obra: como buen facultativo, atendió las preguntas de Salud Pública, calmó a sus seres queridos y buscó info sin parar. Sintomatología, complicaciones. Datos, estadísticas. «Mi cabeza dio muchísimas vueltas», dice, «pero fue rápido. Porque si sigues leyendo, te das cuenta de que hay un “pero”. O sea, que lo más habitual es que no ocurra nada grave. En Medicina, si oyes trotar no hay que pensar en cebras, sino en caballos. En España no hay cebras. Pues lo mismo es». Como siguiente etapa y en calidad de persona bastante activa, se preparó para el confinamiento. «No sabía qué implicaba, todavía no había conciencia de grupo, y estaba solo en esto».

2. Derrumbe emocional

Una vez atendida la parte más racional del asunto vino el derrumbe. Contra lo que pudiera pensarse, fue por la reacción social. A pesar de la recomendación de discreción para que no se expandiera el pánico, los cuchicheos corrían con rapidez y mucha gente se ponía en contacto con él para confirmar la identidad del «primer sanitario infectado de Valencia». Las mofas sin mala intención, los cotilleos sin interés en su estado de salud y anímico… todo eso consiguió mermarle. Dejó el teléfono y capturó la instantánea de frustración.

3. Nuevas ocupaciones

Jorge, tratando de emplear el tiempo con utilidad, decidió comprar por Amazon un sintetizador que hacía tiempo que quería. Le encanta la música electrónica y quiso aprender a utilizarlo para hacer ritmos y melodías con otro aparato. Sin embargo, la conexión entre máquinas no daba resultado. «Llegué a la conclusión de que me faltaba mucho para poder hacer lo que me había propuesto». No todo es coser y cantar, y los hobbies no se conquistan en un día, así que aparcó el sintetizador. Antes quiso inmortalizar ese intento. «Por tener un recuerdo de que un día probé», se ríe.

4. Buscando compañía

Algo desquiciado en la soledad, estudió las dobles exposiciones de la máquina de fotos. O sea, trató de replicarse a sí mismo para obtener un sucedáneo de compañía, pero salió mal y solo quedó retratada la primera. Nada. Por mucho que lo pretendiera, estaba solo en su casa.

5. Autoabrazo

Previniendo la posibilidad de que volviera a ocurrirle el fallo técnico del día anterior, Jorge quiso abrazarse. Directo, sin trampas. «Quería acompañarme a mí mismo, pasarme el brazo por encima del hombro. Así, si no salía bien daba igual. Abrazaba a un “yo” que podía -o no- estar en la foto, pero eso no importaba. Era bastante simbólica. Significaba esto: yo soy capaz de cuidarme».

6.El buen día de fuera

La foto tiene demasiada luz porque había demasiada luz en la calle. Típico día de temprana primavera, máximas ganas de salir a pasear. De hecho, en la entrevista para Salvados que se emitirá el próximo domingo, Jorge dijo a Évole que lo primero que haría al terminar el confinamiento sería eso: pasear. «Lo que me estaré perdiendo ahí fuera…». Nostalgia de los buenos tiempos.

7. La conexión con el igual

La camiseta con las manos entrecruzadas es de uno de sus amigos, que casualmente estaba autoconfinándose por presentar algunos síntomas leves de posible coronavirus. Jorge habló con él aquel día y se dio cuenta de que había más gente encerrada, en la misma situación. Las manos juntas representan la unión fraternal, la identidad de situaciones. El nexo de la empatía.

8. Aprender a cuidar a otros seres vivos

Esta planta con la que aparece, orgulloso, ha sido «lo único que estaba cuidando estos días. Tanto que florecía y brotaba muy rápido. Le abría las persianas para que entrara mucha luz. Con el riego más frecuente, quitarle hojas pochas… La hoja de arriba en la foto ya está casi abierta del todo. Está muy bonita». Así Jorge, que no tiene mascotas pero sí una planta, aprendió algo más sobre otras formas de vida. Los humanos no estamos solos en el planeta.

9. Dancing on my own

Con esta sospecha recurrente de fondo de que no sabe divertirse solo y lejos de aficiones extravagantes, acudió a dos de las cosas que más le gustan en el mundo: la música a tope y la cerveza. Hizo una lista de reproducción con sus canciones preferidas y se maravilló con el orden de los temas. Como cuando ponen un temazo en la radio. «No sé por qué no las escucho cada día», cae en la cuenta. «Me lo paso muy bien yo solo, incluso sin cerveza». Esto sí fue un descubrimiento.

10. Recurriendo a las tradiciones

«Esta cuarentena me ha robado tiempo para unas cosas pero me lo ha dado para otras», anuncia. «Por ejemplo, para descansar. Para cocinar. Llamé a mi abuela para pedirle la receta de su tortilla de patatas». Y le supo a gloria, pero no por su sabor literal: ya que uno de los síntomas del coronavirus es la pérdida del olfato y del gusto, no le supo a nada, pero su tarea fue un éxito. Era su tortilla. La tortilla de su abuela.

11. Otra forma de conectar

La idea inicial de la Polaroid era retratar su nueva forma de «estar con la gente», o sea, a través del ordenador. Sin embargo, le llamaron de Sanidad y tuvo que levantarse a responder. Pero en la foto «hay movimiento», y este dinamismo final e inesperado también lo ha conseguido al retomar relaciones y hablar con sus seres queridos de otra manera. En el siglo XXI se puede estar sin estar físicamente, después de todo.

12. Merecido amor propio

Curiosamente, y a pesar de que nunca hace deporte si puede evitarlo, en ninguna foto decidió retratar su ejercicio físico diario hasta el final. Como si quisiera asegurarse de que podía conseguirlo. Tras haber practicado una tabla de cardio cada tarde, con 4 kilos menos, aparece triunfante en la última Polaroid con su cara más guapa. Se quitó la camiseta -algo que tampoco hace jamás «porque me da vergüenza que se me vean los michelines»-. «Pero estaba orgulloso», concluye sonriendo, «y yo me veo de puta madre». Así cierra Jorge este proceso suyo.

Nosotros no sabemos cómo será la sociedad cuando esto acabe, pero sí podemos anticipar que cada cambio será personal y fundará uno mayor a nivel colectivo. En este camino Jorge ha intentado reproducir patrones habituales para acabar adaptándose a sí mismo, a sus adentros y a su entorno. Y cuando salga de casa -le darán los resultados pronto-, lo hará distinto. Sin duda.

Fotos cedidas por Jorge Abril.


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