Para que nos quede claro a todos que lo que tú haces no es lo que hacíamos de pequeños para las manualidades del cole: ¿cómo reivindicarías el collage?
A simple vista, mi manera de trabajar con los materiales, en realidad, no dista mucho de aquellas manualidades del cole. Recortar, pegar, mezclar, arrugar, rasgar con las que tanto nos divertíamos. El punto en el que transciende de ser un mero pasatiempo se halla en la finalidad estética y comunicativa con la que expreso ideas, conceptos o emociones a través de los recursos plásticos que me ofrece esta técnica. Conseguir un resultado estético determinado y con contenido a través de materiales aparentemente insignificantes, cotidianos: prensa, carteles, fotos envejecidas y olvidadas, elementos de la cultura de consumo, no es tarea banal. En mi caso, incluso los combino con otros elementos como la pintura, el metacrilato o la madera. Si, además, está apoyado en una base cultural de conocimientos, una formación, una experiencia adquirida y perfeccionada de la técnica y la búsqueda de un estilo propio, hace que mi trabajo no sea sólo una manualidad.
¿Tiene el collage el lugar que se merece en el mundo del arte?
En el panorama artístico actual, el gran número de artistas que han explorado esta técnica es inmenso. Provocación, surrealismo, frescura, acompañado de una estética atractiva, hacen de esta forma de expresión algo que no para de reinventarse. Lo cual nos demuestra lo inspirador y relevante que está resultando para el arte contemporáneo, trascendiendo de ser un arte menor de corta-pega. El hecho de ser un lenguaje que acerca el arte a la calle, hace que la gente se identifique más con él y, por ello, que rápidamente haya invadido la publicidad, el diseño gráfico o la moda, instalándose en nuestra cotidianeidad. Desde finales del siglo XIX y, sobre todo con los movimientos de vanguardia del siglo XX, el collage irrumpía con fuerza en la escena artística. Desde los primeros assemblages de Picasso o Braque se instaura en la fotografía, el montaje audiovisual o la samplerización de composiciones musicales, hasta nuestros días.
El collage era uno de los mayores exponentes del dadaísmo. ¿Ves el collage como una protesta frente al concepto imperante de ‘arte’? ¿Deben los artistas crear desde la humildad?
Lo entiendo así, como una forma de romper con las estructuras artísticas tradicionales. La técnica del collage sugiere otra forma de estar en el mundo. Se basa en el azar, el error, lo inestable y sorpresivo, de ahí que se asocie a lo transgresor.
Para mí la humildad es una virtud, aunque todo apunta a que el arte no se debe afrontar con humildad creativa y personal, que es falso afirmar lo contrario, también sería humilde reconocer que esto es así. En mi caso, me enfrento a la creación de una manera exigente, con un afán casi enfermizo de superación, de evolucionar, sin por ello perder de vista el disfrute y el reto que ello conlleva.
El collage combina, mezcla materiales. ¿Se basa en eso el arte en general? ¿No hay arte sin mezcla?
No puede no haberla, como en la vida en general. La cuestión está en si esa mezcla es artística o sólo una sugestión superflua. La clave está en la manera con que la construimos, saber qué material utilizar, cómo mezclarlo, para qué mezclarlo, para expresar qué contenido. En mi caso suelo meditar bastante esta mezcla en cada composición.
Igual que tampoco hay arte sin proceso, ya sea conceptual, experimental o emocional. El tipo de proceso que desarrolles determinará la imagen que crees.
Destruir para construir. Es incluso un proceso psicológico, ¿verdad? A veces necesitamos romper y rediseñar nuestra realidad para escapar de lo que nos lastra.
Así es. El arte no está separado de la vida, es precisamente la recreación de las vidas que vivimos. La ventaja del arte es que es generador de ficción y el artista es capaz de salir del mundo real para retratarlo de otra forma. Se trata, en definitiva, de la necesidad de reinventar la vida. Ahí es donde reside la magia de la creación.
En los talleres que he tenido la oportunidad de impartir a lo largo de estos años, una de las experiencias que más me ha llamado la atención es cómo el resultado final del collage de cada alumno, es reflejo de su personalidad, de sus preocupaciones, de su inconsciente. Esto es una prueba de lo útil que puede ser el arte para el autoconocimiento, y, sobre todo, para hacernos reflexionar y comprender quiénes somos.
¿Cómo llegaste al collage? ¿Qué disciplina artística practicabas antes?
Al collage llego de forma muy casual, por una necesidad expresiva cuando ya ejercía como profesora. Previamente, durante la infancia y la adolescencia, esas necesidades creativas las llené con la poesía, el piano, la danza clásica o la pintura. En una ocasión me apunté a clases de dibujo, se me daba realmente mal (risas). Me aburría sobremanera pasarme semanas dibujando un frutero hiperrealista. En el último curso de Historia del Arte, me especialicé en Arte Contemporáneo. Me gustan los conceptos abiertos, como ‘contemporáneo’, porque te ofrecen una libertad que asocio al juego y al humor, a romper con lo establecido.
Llevo dedicada al collage más de una década. Me identifico con la inmediatez para transformar la realidad que ofrece esta técnica: yuxtaponer elementos inconexos, unas piernas sobre una cabeza, por ejemplo, me resultaba muy divertido e inspirador. Comencé a experimentar con todo tipo de recortes y materiales, y el resultado vanguardista que desprendían las composiciones me terminó de enganchar. Definitivamente, es un lenguaje con el que me siento cómoda y me identifico.
Con tu trabajo, reivindicas lo fabricado con las manos. ¿Tiene una relación distinta el artista con su obra cuando la hace con sus propias manos?
Pienso que sí, absolutamente. En mi caso, siempre he preferido una experiencia directa y emotiva con los materiales, esto sólo lo consigo de forma analógica, manual. Para mí tiene un valor añadido, a la vez que me enfrento a las restricciones respecto a las múltiples posibilidades de lo digital. Utilizo ilustraciones de revistas vintage y otros materiales impresos que recorto con bisturí y tijeras de diversos tamaños. El poder tocarlas, olerlas y sentir la textura de las mismas me resulta más natural. Igual que no es lo mismo relacionarte con una persona de manera virtual que en el mundo real en cuanto a sensaciones, en el arte ocurre algo similar. El diálogo entre los materiales y tú no es el mismo.
¿Cómo puede ayudar lo digital al mundo del arte sin pervertirlo?
El arte ya está pervertido. No existe una fórmula. Hay que asumir que estamos entrando en una nueva forma de creatividad, donde las herramientas digitales aportan logros increíbles, incluso permiten híbridos con materiales tangibles. El arte sonoro, la imagen electrónica, la instalación o el net art son vehículos de expresión experimental que están rediseñando el modo en que percibimos y pensamos el mundo. Entramos en el polémico debate en el que cuesta admitir el arte digital como arte y su asociación con la producción mercantilista.
Tal vez se trate de ver cómo la tecnología puede permitir hacer partícipe al público en el arte actual. La posibilidad de experimentar con las obras, e incluso formar parte del proceso creativo de la misma.
En tu trabajo tratas lo femenino, la naturaleza, la crítica social… ¿cómo eliges los temas y qué quieres transmitir con tu obra?
Me interesa el mundo que me rodea, no me muestro indiferente y soy consciente de que el arte tiene mucho que ofrecer a este respecto. Si bien es verdad que hay muchas formas de expresar las inconformidades, en mi caso, aunque el tema que trate sea desolador, lo hago con sutileza y de manera que no termine de dañar a la vista. Siempre estoy buscando la belleza o ella me encuentra, en el lenguaje visual y simbólico que utilizo.
Dependiendo del momento personal o social que viva, me interesa hablar de unos temas u otros, pero siempre ha existido una constante en mis trabajos desde que empecé: la mujer en todas sus facetas. Hablar de nosotras, posicionarnos y reivindicarnos debe estar fuera de lo que entendemos por un movimiento de moda que pierde valor en cuanto pasa. Uno de mis próximos proyectos trata el tema de la domesticación de la mujer. A partir de leer el libro Mechanical Brides, de Ellen Lupton, sigo investigando sobre el rol de la mujer en la publicidad sexista de los años 60.
También tratas la figura femenina, el cuerpo. ¿Cuál es tu relación con el cuerpo? ¿Crees que estamos desconectados de nuestros cuerpos?
Nuestro cuerpo es el mapa de nuestra memoria. En él hay sinceridad en cada rasguño de lo vivido y experimentado. Sin embargo, cuán desconectados estamos de él. Tal vez, se deba a una influencia cultural. Cuántos tabúes siguen existiendo en cuanto a nuestro cuerpo y la forma de entenderlo, escucharlo o mirarlo. Yo tiendo a somatizar todo aquello que no gestiono emocionalmente, enfermo y, entonces, me doy cuenta de que mi cuerpo está ahí, de que me está queriendo decir algo y no lo escucho.
En mis composiciones a veces he utilizado recortes de desnudos femeninos como una forma de reivindicar el cuerpo de la mujer, más allá de una mero objeto. También reivindicando la necesidad del autoconocimiento a través del cuerpo y de nuestra forma de relacionarnos sexualmente con él. Por esto, también he utilizado en muchas ocasiones espejos, como una útil herramienta de exploración, de encuentro o desencuentro con nuestra propia imagen.
Juegas con antigüedades que encuentras en mercadillos, con recortes de revistas viejas Incluso podría decirse que tu disciplina es cero-residuos. ¿Cómo se construye sobre lo ya construido? ¿Es difícil aislarse de la personalidad que ya tiene ese objeto, esa imagen, para crear algo nuevo y distinto?
Esto es en esencia lo que caracteriza mi trabajo. En el collage los elementos se desprenden de significación propia y se liberan de los conceptos asociados a ellos, el significado nuevo se va a reconstruir en relación al resto de elementos, desde los que surge lo inesperado. Esas imágenes, una vez recortadas, ensambladas con otras, intervenidas con pintura o tinta, adquieren una personalidad en sí mismas.
Convivimos con multitud de objetos que acaban convirtiéndose en cosas inservibles. Trato, de alguna manera, de volver a dotarlos de sentido al sacarlos de su contexto utilitario, alejándome así de un sistema, que basa su economía en el consumo desmesurado y en la breve caducidad de lo adquirido. En parte de mi trabajo hay intrínseca una defensa del reciclaje y la sostenibilidad.
Eres profesora de secundaria, ¿cómo inculcas a tus alumnos el interés por la cultura, el arte, la creatividad?
El arte es un lenguaje de signos y símbolos en constante evolución. Para acercarlos a este lenguaje y que les suscite interés, lo conecto, de alguna manera, a sus emociones, preocupaciones, a situaciones que les lleven al entorno real en el que viven y que es el que les motiva. Para ello hago hincapié en la importancia del desarrollo de su imaginación. Una vez adquiridos los conocimientos culturales, les hago ver que, independientemente de que entiendan o no, les guste o no lo que ven, es necesario para su evolución personal tener una mente abierta a la hora de enfrentarse al arte y darles herramientas para discernir sobre la calidad de una obra. Por ejemplo, una obra de arte no se debe intentar traducir con un lenguaje habitual. Y esto se da mucho a la hora de comprender el arte contemporáneo, de contextualizarlo y valorarlo.
Imparto clases de música y ocurre lo mismo: si les descubro músicas diferentes, no sólo les abro un mundo nuevo, sino que, a la vez, les ayudo a evolucionar como individuos fuera de los juicios de valor.
Divides tu obra en collage, poema-objeto y assemblage. ¿Nos los explicas?
No suelo ser rígida en la manera de enfrentarme al collage. Soy bastante inquieta y, de momento, no soy de explotar al máximo una misma fórmula. Experimentar con diversos materiales me llevó de forma natural a la tridimensionalidad, a ampliarlo a través del assemblage o a través de la intervención de objetos encontrados. Al referirme al poema-objeto, me sitúo ante una forma fronteriza entre la literatura, la poesía y el arte. La apropiación de objetos reales, capaces de ofrecer una nueva idea de sí mismos y de la cultura que los ha creado, era ya la esencia de los ready-made dadaístas. A menudo suele descolocar al espectador, pero activa su mirada. Lo hace cómplice, a la vez que le produce esa extrañeza necesaria para despertar su imaginación. Valoro la capacidad de asombro del ser humano, como cuando éramos niños.
Me comentaste que todos tus materiales se quedaron en tu estudio y estos días has tenido que reinventar un poco tu proceso creativo, ¿verdad?
Así es. Desde mi confinamiento me negaba a no seguir creando. Tras dos semanas sin hacer un collage y dedicarme sobre todo a tocar el piano, encontré casualmente una revista Life de 1954. El hallazgo fue una gran motivación para dar rienda suelta a mi creatividad y me está haciendo disfrutar muchísimo de algo a lo que veía lejano regresar. Comencé a explorar el resultado de ensamblar los recortes con elementos caseros que, de repente, se convertían en herramientas de arte, y los denominé Collages confinados.
El resultado es un arte efímero. Sólo vive en la inmediatez de la composición, del diálogo entre el objeto y la imagen añadida. Después quedará para siempre en una instantánea. Como en Lewis Carroll, la magia es posible en la calibración de las escalas, las proporciones distorsionadas de las figuras humanas se invierten. Ahora el ser humano se empequeñece ante la grandeza de un mero objeto del hogar. Y esos objetos utilitarios, al sacarlos de su contexto, adquieren otra dimensión estética. El resultado descoloca y lo entiendo como una metáfora de la situación actual, a la que nos estamos enfrentando. La imaginación es un poderoso y necesario espacio de libertad y de resistencia al control.
Al compartirlas en mis redes, la galería obligada estos días, invito al espectador a seguir soñando, a imaginar otras posibilidades desde su intimidad. Cada uno de estos collages, a su vez, dialoga con versos o microrrelatos de escritores murcianos que están colaborando. También tú te has animado a participar. Os estoy muy agradecida, está siendo una emotiva experiencia de retroalimentación.
Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero tú juegas con poemas y textos que enriquecen tu obra. ¿Cuándo es mejor apoyarse en las letras y cuándo prescindir de ellas?
A esto se le puede dar una vuelta (risas). Una imagen puede generar mil palabras en la mente del espectador. No suelo apoyarme en escritos para realizar mis composiciones, más bien diría que me muevo en un lenguaje de símbolos que expresan ideas, para lo que no es necesario un soporte lingüístico externo a la propia obra.
Estos días de confinamiento, dada la precariedad de medios de los que disponía para crear, me pareció interesante, enriquecedor también, que los collages que nacían de este estado de limitación, dialogaran con poemas o microrrelatos de escritores de mi entorno, a los que admiro o a los que he leído y me inspiran, como Álvaro Bellido, José Lorente, Basilio Pujante, que acaban de publicar sus últimos libros, o miembros del Colectivo Iletrados de Murcia. Inma Pelegrín, Fernando Cuadrado, Elena Fuentes o Pedro López Morales, que han redactado exprofeso para la imagen que les asigné. Versos de amor de José Cantabella o lo menos conocido de Miguel Ángel Hernández, sus microrrelatos. Un gran elenco de escritores con los que estos días he podido mantener el arte vivo, siguiendo un ritmo asociado al calendario de confinamiento, ya que he ido subiendo a las redes uno por día. Como el delincuente que, desde su celda, marca en la pared los días que le quedan para hallar su libertad.
Pregunta obligada: ¿Cuáles son tus referentes? No ya solo en el arte, sino en tu día a día, en tu formar de mirar el mundo.
Con una mirada predispuesta todo puede resultar inspirador, creo que se trata de ir educando esa mirada y llegar más allá de lo mostrado. Tengo muy presentes la fotografía y el cine, soy muy visual, me inspira cualquier imagen sugerente. También me atrae la estética del Pop Art, el Surrealismo, la publicidad, la moda o el interiorismo.
Siento admiración por determinadas creativas que fueron capaces de romper moldes en una época donde ser mujer y artista no era nada fácil. Dentro del Dadá y el Surrealismo, Hannah Höch o Leonora Carrington. Otros referentes importantes para mí, desde los comienzos, han sido Josep Renau y sus fantásticos fotomontajes cargados de crítica social; Joan Brossa, Chema Madoz o Carmen Calvo Sáenz. Últimamente he descubierto a Antonio Pérez, a través de un documental de César Martínez, Objeto encontrado, sucesor en España de Marcel Duchamp. Comparto con él, la pasión por el objeto intervenido y reinventado. Recientemente he descubierto los fotomontajes de la diseñadora y alumna de la Bauhaus Grete Sterm y su serie Sueños, y los collages de la japonesa Toshiko Okanaue. Respecto al mundo audiovisual, me fascina el videoarte del neoyorquino Bill Viola.
Como historiadora del arte, ¿cómo crees que se mirará en el futuro a la época artística actual?
Vivimos en una época de cambios brutales motivados por los adelantos científicos y tecnológicos. Esta constante revolución está modificando muchos campos entre los que se incluye el ámbito artístico. En Japón ya hay robots que pintan lienzos, los museos se visitan virtualmente, ni qué decir del fenómeno selfie o el arte cinético, que crea ilusiones ópticas en el espectador a través de sensores de luz. Muchos ya fueron los precursores de la Era del Arte Digital. El mundo entero se halla sometido al poder cibernético, al que parecíamos predestinados. Lo que implica una sociedad bajo control, aislamiento y un proceso de deshumanización e incomunicación en las relaciones personales que no se puede disociar de una reflexión sociopolítica en el arte y la producción mercantilista. Dentro de esta perspectiva existe también un reducto romántico de resistencia, que prescinde de estos adelantos y sigue creando desde las manos manchadas, en el que me incluyo.
Creo, por tanto, que en el futuro se verá nuestro presente como una época en la que la humanidad vivió uno de los momentos de cambio y transformación más trascendentales de su historia, como pudo suponer el descubrimiento del fuego, la imprenta o la propia Revolución Industrial del siglo XVIII.
A finales de marzo se tendría que haber inaugurado en Madrid, tu exposición individual Hand Motif ¿Se celebrará cuando todo esto pase? Nos podrías adelantar algo sobre su contenido.
Llevo tres años trabajando en este proyecto, que el día 28 de marzo se inauguraba en la Galería Modus Operandi. Como ocurrió con todos los eventos culturales, no pudo llevarse a cabo. La galerista Laura Darriba nos ha propuesto posponer, pero no anular. Por lo que pronto espero anunciar una nueva fecha para presentarla.
Se trata de una apuesta muy personal, relacionada con la crítica social y la reflexión sobre las conductas del ser humano. Quiero conseguir que cada pieza transmita una sonoridad disonante, como contrapunto a un ficticio equilibrio vital. La imagen de una mano será el leitmotiv. Además, me acompaña la gran experiencia de Pedro López Morales, escritor, crítico de arte y gestor cultural, que es el comisario de la misma.
¿Qué es lo primero que vas a hacer cuando termine el confinamiento?
Para mí son fundamentales los afectos, por eso creo que lo primero que haré será tocar, abrazar, besar, oler a personas que quiero, familiares y amigos que no he tenido cerca. Disfrutar la luz del día y quemar la noche en las calles. Reencontrarme con las piezas que dejé en el estudio. Respirar donde sea, un lugar al que mis pasos lleguen libres, sin restricción. Sin embargo, casi con toda certeza, cuando llegue ese momento puede que “la vida tenga algo preparado que supera cualquiera de mis fantasías, nada comparado a lo que realmente sucedía”, como en aquella canción de Xoel López, en la que soñaba cada día con poder alcanzar la playa.
Fotos y collages cedidos por la artista.
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