La Revista de Murcia Inspira

“Creo que en la profesión me consideran ese tipo de actor que puede hacer un poco de todo; que, igual la cosa más loca, Carlos Santos la puede hacer”

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El Crack Cero – Nickel Odeon Dos.

¿Cómo has vivido esta época tan distópica?

Pues eso, como en una distopía. Nadie estaba preparado para algo así, nos ha pillado de sopetón. Creo que, también, hemos sido muy rápidos en adaptarnos a la situación, somos como un virus, nos hemos adaptado rapidísimo a lo que hemos vivido durante el confinamiento, y a lo que ahora se llama ‘nueva normalidad’. Yo lo he vivido en casa, haciendo más o menos lo que todo el mundo: viendo muchas series, muchas pelis, leyendo, escuchando música… Intentando aportar mi granito de arena, ayudando a quien se pudiese, y poco más. Con paciencia, con mucha paciencia, y sabiendo desde el principio que iba para largo.

Han existido dos tipos de personas en el confinamiento. La que ha estado inspirada, y no ha parado de crear; y la otra, en la que me incluyo, que no ha tenido inspiración ni creatividad. ¿En qué grupo has estado?

Ha ido por rachas. Ha habido momentos, sobre todo al principio, en los que sí he estado más creativo. Y se ha visto en las redes sociales, que parecía que íbamos a agotar la creatividad en la primera semana. Sabíamos que íbamos a estar mucho tiempo en casa, y era el momento de aprovechar para hacer las cosas que nos gustan. Pero, también, hemos vivido momentos de cansancio y aburrimiento de uno mismo, en el que no quieres hacer más que sentarte en el sofá, ponerte una serie y que te lo den hecho. Y he hablado con muchos creadores durante el confinamiento. Les he preguntado: “¿Cómo va la serie que estás escribiendo?”. Y me han respondido: “No he escrito ni una palabra”. Creo que la situación te obligaba a crear, y cuando eres consciente de esa obligación, o de esa autoobligación, es cuando te puedes bloquear. Normalmente, las musas y la inspiración no acuden puntuales a ninguna de las citas programadas.

El sector de la Cultura, como suele pasar en todas las crisis, ha sido el último en ser llamado para la reconstrucción. ¿Cómo crees que vamos a salir de todo esto?

Es difícil saberlo. Es verdad que, al principio, tuvieron lugar las famosas declaraciones del Ministro de Cultura, un poco fuera de lugar; pero es verdad que, en el primer momento, piensas que la prioridad es otra. Hay muchas familias que dependen de la Cultura, pero me parecían injustas las críticas, en esos días, por parte del sector. Sinceramente, el apagón artístico que hubo no me pareció acertado. Me pareció fruto del momento, de la rabia que podíamos sentir al encontrarnos desvalidos por las instituciones, pero creo que la prioridad era la gente que estaba muriendo, el descontrol de la pandemia, los sanitarios que estaban en primera línea… Creo que para todo hay un momento.

Ahora, puedes viajar sin problemas en un avión, en un autobús, o en un AVE, pero no puedes tener el aforo completo en un teatro. Pues es difícil de asimilar y de entender. Habrá que estudiar y pedir las explicaciones necesarias de por qué un avión sí, y un teatro no. Confío en que saldremos adelante. El mundo del teatro lleva muriendo desde que nació, y aquí seguimos. No quiero ser pesimista, intento no serlo. Intento ser un poco más indulgente con la gente que está tomando las decisiones, que tienen lo suyo encima.

El crack cero es tu última película. No quiero saber tanto cómo es trabajar con José Luis Garci, sino saber cómo es trabajar con un Garci que había dicho que no volvería a dirigir. ¿Estaba desentrenado? ¿Cómo viviste la experiencia?

No solo dijo que, probablemente, no iba a dirigir más, sino que aseguró, y está escrito en negro sobre blanco en su libro Adictos al crack, que nunca rodaría otra película de El Crack, así que estoy muy feliz de que no haya cumplido su promesa (ríe). Ha sido una experiencia maravillosa, y tu hermano seguro que se acuerda, (Nota del redactor: Carlos Santos y el hermano del entrevistador fueron juntos al Colegio y al Instituto), éramos los que comentábamos las películas de Qué grande es el cine. No éramos muchos, pero al día siguiente las comentábamos. Y que tantos años después, te veas trabajando a sus órdenes, yendo a su casa a que te prepare un Dry Martini, conociendo a Torres Dulce, al pobre David Gistau, a todo ese círculo de los Cowboys de Medianoche…¡Luis Alberto de Cuenca! Ha sido como un sueño hecho realidad.

Además, todos los que hemos participado en la película le hemos visto en plena forma. Parecía que no había dejado de rodar nunca, y de hecho, le ha vuelto a coger el gusto y antes de la pandemia, estaba preparando su siguiente película. A ver qué pasa.

Y si Alfredo Landa ha podido ver, allá donde esté, a tu Germán Areta, ¿qué crees que habrá pensado?

Al estreno vino su hijo Alfredo, sus hijas y fue uno de los momentos más emotivos. Después de la tensión de los días previos, antes de dar a conocer al bebé, y con una responsabilidad tan grande como coger el relevo de Alfredo Landa, del papel que le cambió la carrera… Cuando terminó la proyección, me dijeron que los hijos de Landa querían conocerme. Ahí me rompí. Me felicitaron efusivamente y me dijeron que habían reconocido al Germán Areta que compuso su padre. Y que te diga eso la familia… Yo conocí a Alfredo, vino a verme a una obra de teatro que hacía junto a Pepe Sacristán. Y tuve la suerte de que me echara algún piropo. De hecho, le dijo a Pepe, para putearlo un poco, “¡pero si está mejor que tú el chaval!”. Así que tengo un bonito recuerdo de él, y mucho más bonito aún el recuerdo de encontrarme con sus hijos el día del estreno y que estuvieran orgullosos y emocionados de lo que habían visto en pantalla.

© Pablo Almansa.

¿Queda sitio en la industria, y entre los espectadores, para este tipo de cine? Me explico. ¿Siguen suscitando interés estos filmes pausados, intensos, llenos de tensión?

Los gustos del cine van evolucionando y van cambiando. Precisamente, la gran mayoría de las críticas que hubo hacia la película fueron súper positivas, en un 95%. No pensábamos que una película tan pequeña, y hecha con esa factura, esa forma de rodar, donde lo principal es el diálogo fuera a tener tan buenas críticas. Ahora, tenemos a un tipo que todo el mundo adora, que es Quentin Tarantino, en el que sí, la imagen es muy importante, pero con lo que nos hemos quedado desde Reservoir Dogses con los diálogos, como con El crack cero. Esos filmes basados en los textos, en el guion, en lo que se dice y en cómo se dice. Mucha gente llegó a compararlos, y dijo que nuestra película podía ser Érase una vez en Madrid, comparándolo con la última de Tarantino, por ser un policiaco y porque recuperaba ese gusto por el texto.

¿Si hay un lugar para ese cine? Ahí está El crack cero. Sí, lo hay. Hay lugar para todo tipo de cine. Nunca vas a comparar Woody Allen con Terminator, son peleas diferentes. Terminator peleará con Los Vengadores, y Woody Allen,con Éric Rohmer. Para que exista ese cine palomitero, mainstream, que lleva mucha gente a las salas, tiene que existir el otro. Ese es el problema de nuestra industria. Garci se ha tenido que producir a sí mismo, no hay ningún gran estudio detrás. Tiene que haber un hueco para todo, pero es muy difícil valorar en qué invertir. Resumiendo: una de las críticas decía que la película, de tan antigua, resultaba contracultural. Curiosamente, el film más clásico puede ser el más moderno.

Hay gente que se ha pasado tanto tiempo interpretando a un mismo personaje que, no es que se encasille él, sino que le han encasillado y luego le ha costado desembarazarse de ese papel. ¿Te pasó con Povedilla en Los Hombres de Paco?

Acabamos de hablar de interpretar a Germán Areta y me preguntas si me encasilló Povedilla (ríe). Fíjate si no me encasilló, que he conseguido tomarle el relevo a Alfredo Landa. La verdad es que en eso he tenido suerte. El público es una cosa, el público me va a seguir reconociendo como Povedilla, y más ahora que volvemos con Los Hombres de Paco. Pero, en la industria, no me ha ocurrido eso. Si me han ofrecido alguna vez un personaje que se parece mucho, y hasta cierto punto es entendible. Pero he tenido la fortuna de interpretar, incluso cuando estaba en Los Hombres de Paco, a Bartolomé de las Casas en También la Lluvia, con Icíar Bollaín. He hecho cosas muy diferentes, como interpretar a Roldán. Le debo mucho a Yolanda Serrano y Eva Leira, directoras de casting, que fueron las primeras que vieron, detrás de esas gafas de pardillo que llevaba Povedilla, que había un actor más maleable a la hora de hacer cosas diferentes.

Hasta yo mismo me sorprendo de los personajes tan dispares que he hecho. Ahora, en la industria, me consideran ese tipo de actor que puede hacer un poco de todo, que igual la cosa más loca, Carlos Santos la puede hacer. Miedo siempre ha habido, pero Eva y Yolanda siempre han visto mi capacidad de hacer cosas dispares.

Con El hombre de las mil caras consigues el Goya a Actor Revelación. Siempre he querido preguntar esto: ¿qué pensaste desde el momento en el que escuchaste tu nombre, hasta que empezaste el discurso?

¡No te tropieces! ¡Mira bien la escalera! (ríe). He visto el vídeo más de una vez y estoy mirando los escalones, y creo que todos pensamos: “no hagas el ridículo ahora”.

En ese momento no piensas, cuando oyes tu nombre sufres un blackout. Y, al final, los premios, me lo dijo Alberto Rodríguez y creo que es así, son para los demás. Por quien te alegras cuando te dan un premio es por los que te rodean. Mi familia estaban en la ceremonia, y pensé en ellos que me habían acompañado durante toda mi vida. Estar nominado ya es la hostia, pero los que están deseando que suene tu nombre son tu hermano, tu madre, tu novia… Cada premio que gané en esa época, se lo dedicaba a un miembro de mi familia, porque son para ellos. El premio es que te siga sonando el teléfono y te sigan saliendo papeles interesantes.

Te piden que tengas preparado lo que vas a decir, y vas pensando en cómo vas a resumir en un minuto todo lo que tienes que contar. Dos o tres días antes de la ceremonia, mi hermana, que ya había pasado una Leucemía, se hizo unas pruebas y le detectaron una nueva. Ella tenía su vestidito comprado para venir a Madrid… En ese momento, a parte de no tropezarme, sabía que se lo tenía que dedicar a ella y es lo que hice.

Entrevistamos hace poco a Eva Llorach, y le preguntamos por su discurso a lo McDormand cuando recibió el Goya, en el que exclamó que las actrices, a los 40 años, no dejaban de existir. ¿Crees que se está intentando solucionar?

Es complicado. El problema no es el cine, o la literatura o las series. El problema no está ahí. El problema es que hay una sociedad patriarcal, es real, es una evidencia, no es opinable. El cine, el arte, son reflejos de lo que somos y de la vida. Lo que no me parece correcto, o no me parece la mejor solución, es obligar a ciertas cosas, porque va contra el arte en sí. Es como si te digo a ti, que en la novela que estás escribiendo, me iguales los personajes masculinos y los femeninos. Es complicado, y es verdad que desde el arte tenemos que intentar cambiar. Entiendo que esto es delicado, y estoy totalmente a favor y de acuerdo con el movimiento feminista, que ha surgido de una forma imparable (tan imparable que se lo están queriendo cargar), pero querer dogmatizar el arte me parece un poco peligroso. Hay que trabajar en ello, en cambiar la mentalidad de la sociedad, pero cuidado con cómo lo hacemos. Hay que empezar por la educación, con los niños y niñas. Hay colegios que aún segregan por sexo… Vamos a empezar por el principio y seguro que llegamos a una sociedad totalmente igualitaria en la que las actrices de 40 años no desaparezcan. El machismo es tan estructural, está en tantos estratos de la sociedad, que es muy complicado cambiar sin tirar el edificio entero. Y a veces se va con un martillo.

¿Te ha picado el gusanillo de la dirección en cine?

Llegué a dirigir un corto que se quedó en el limbo, sin montaje. Me gusta la idea, pero por otro lado, no quiero dirigir por dirigir. No me siento identificado con el “quiero ser director”. Yo soy actor, músico, intérprete. Si algún día siento la necesidad de querer contar algo en concreto, en imagen, entonces sí. Pero todavía me sigue gustando que me disfracen, que me pongan calvas y me hagan engordar. Me sigue pareciendo más divertida esa parte.

Ya te digo, tengo ese corto guardado. Pero todo el dolor de cabeza previo, todo el estrés que tienes durante la grabación… Y yo veía a los actores que llegaban a su bola. Me divierte aún llegar y ayudar al director a contar su historia.

Carlos Santos, 2017. ©Enrique Cidoncha

Si no me equivoco, ambos recibimos clases de teatro en Maristas del Malecón, en Murcia. A mí me sirvió para muchas cosas: para ser más sociable, más abierto y para enamorarme de la literatura. Imagino que para ti fue más importante aún…

Para mí fue tan importante que he terminado dedicándome a ello (ríe). La primera vez que subí a un escenario fue al teatro de Maristas del Malecón. Fue con unos Entremeses de Cervantes. Blas López, que también era nuestro profesor de Literatura, nos hizo elegir entre un trabajo sobreCervantes o reunirnos en grupo para interpretar los Entremeses. Y elegimos el teatro. Toda la clase estuvo de acuerdo. Gracias a eso, al año siguiente me apunté al grupo de teatro, y descubrí mi vocación. Es verdad que en mi época tenía muchos profesores de Literatura muy buenos, y siempre los recuerdo. Y de Historia del Arte, a José Antonio Conesa. Estuve hace un par de años en Florencia y no paraba de acordarme de él. Son gente que te impregna con su pasión por lo que hace. Y, a parte de Blaas, estaba Federico Aliaga, que era un apasionado de la literatura, y con él leímos Hamlet, La vida es sueño, La Regenta… Con la pasión que ponía en cada una de las lecturas, al que se dejaba contagiar, lo contagiaba. Y se unieron esas dos cosas. Tuve la suerte de tener unos educadores fantásticos, y eso es suerte. Volvemos a lo de antes, la educación lo es todo.

Pasamos de Murcia a Madrid, y del “Irse a Madrid” que dice Manuel Jabois. ¿Sigue siendo necesario irse para triunfar?

Es indispensable. Hay muchos amigos míos, actores muy conocidos, que viven en Sevilla, pero porque tienen un AVE con el que en 2 horas están en Madrid. Igual cuando tengamos el AVE en Murcia no hay tanto éxodo. Cuando decido que quiero estudiar Arte Dramático, ya sé que el paso lógico y obvio es irme a Madrid. Ahora mismo, con las infraestructuras, es muy difícil. En Murcia se puede hacer teatro, se pueden hacer cosas, hay muchas compañías, pero lo tienes que compaginar con dar clases o con otro tipo de trabajo. Y yo vine a Madrid a terminar el cuarto curso de la Escuela, quería probar suerte. A lo mejor, si no me hubiera ido bien, hubiese vuelto a Murcia, me hubiese sacado el título de profesor para intentar entrar en la Escuela… Cuando decido ser actor, es porque quiero ser Lawrence de Arabia, porque quiero dar espadazoscon Charlton Heston. La primera opción es esa, pero hay muchos caminos. Yo le diría a cualquiera que lo intentara, sobre todo al que tiene pasión y le va la vida en esto.

En Murcia hay una explosión cultural que se lleva fraguando desde hace bastante tiempo. Murcia es referente en muchos sectores de la cultura.

En el caso de los actores del mundo del teatro, es que contamos con una Escuela de Arte Dramático, una de las primeras que hubo en España. Contamos con un teatro en cada municipio, y eso es un caldo de cultivo. Como también lo ha habido con la música. Hemos hecho festivales de música en el instituto, en una cosa que se llamaba “las 24 horas”, y fue la primera vez que me subí a un escenario a cantar y tocar. Se fomentaba eso, y todos los grupos de ahora vienen de ese momento, de cuando superamos el blues y el rock sureño, que era lo que se hacía en Murcia. Surgen Neuman, Second, Viva Suecia

Desde luego, el panorama cultural de la Región es absolutamente envidiable para una Región uniprovincial. Falta que las instituciones lo cuiden, y esta gente alimentará los sueños de los chicos y chicas de la próxima generación. En la música, todo ha evolucionado cuando se ha conseguido quitar el corsé de las discográficas. Internet, que parecía el gran enemigo, ha sido el gran aliado para que la música se conozca de forma directa. Y existe el problema de creer que todo es gratis, pero creo que, en parte, se ha solucionado. Yo ya no oigo a nadie que diga: “me voy a bajar esta película” o “me voy a bajar este disco”.

¿Qué te parece que se censure, a la vejez, Lo que el viento se llevó?

¿Qué me va a parecer? Que nos estamos volviendo gilipollas, como dijo Marty McFly en Regreso al futuro: “¿Qué pasa en el futuro? ¿Nos volvemos gilipollas?”. Pues sí. Andar con ese revisionismo, a estas alturas de la película… O que HBO tenga que poner un cartelito, antes de ver la película, para explicarnos la esclavitud… No, eso se hace en la escuela, y en las casas, los padres. Ya sé que la película es de 1939, y si no lo sé, el problema no lo tiene Lo que el viento se llevó, lo tendrá el centro en el que he estudiado o la educación que me han dado mis padres.

Es que, si tiramos de ese hilo, nos cargamos todo. Entonces, deberíamos tirar el Coliseo, porque claro, allí trabajaban esclavos. Es que además, fueron los productores de Lo que el viento se llevó los que dijeron que o dejaban entrar a Hattie McDaniel para que se sentara en su butaca, o ellos no entraban.. ¡Y ganó el Oscar! ¡En el año 39!

Creo que está bien que se demuestre que censurarla ha sido un error, y que las críticas consigan que no volvamos a hacer una estupidez así.

¿Cómo quiere ser el Carlos Santos de 78 años, rodando su última película, y haciendo balance de su carrera?

Como Pepe Sacristán, que está espectacular el cabrón con 82 años (ríe). La verdad es que, con la edad que tengo, he tenido la suerte de cumplir un montón de sueños, y me parece un poco egoísta decir que quiero más. Considero que la vida y la profesión me ha tratado muy bien hasta este momento, y si quiere darme más, que me lo de, pero no voy a exigirle mucho. Me siento muy afortunado con lo que he conseguido, como rodar con Garci, una persona que fue inspiración y me enseñó a entender cómo funcionaba una película cuando tenía 15 años. Para mí, eso es una pequeña victoria. O cenar dos noches seguidas con Patrick Doyle, compositor en las películas de Kenneth Branagh, a quien adoro, y por quien me dedico a esto tras ver Enrique V, Mucho ruido y pocas nueces o Los hombres de Peter. Si de aquí a los setenta y tantos se cumple algún sueño más, maravilloso. De momento, ya me siento afortunado.


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