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Recientemente llegado de Madrid, ha finalizado su gira con el trabajo Alicia y las Ciudades Invisibles, y anda sumergido en el proceso creativo de dos proyectos “muy locos” de los cuales uno es Ronem Ram, sobre el hipotético futuro del Mar Menor dentro de cien años, que verá la luz el próximo junio.

Jesús, ¿en qué estás?

Estoy encerrado trabajando en dos proyectos. Entre enero y junio, que estreno uno de ellos. Lo que estoy es, básicamente, trabajando en residencias de creación fuera de la Región. Me voy durante diez días a lugares donde preparo el espectáculo nuevo.

¿Trabajas solo en esta parte del proceso? 

Dependiendo de la propuesta llamo a gente que colabora conmigo, o no. El proyecto soy yo, pero si es como Alicia en Las Ciudades que es un espectáculo para grandes teatros, pues somos un equipo de siete personas. Todos de la Región. Hay gente con la que llevo mucho tiempo trabajando, como Pedro Guirao, y luego, hay otra que se incorpora dependiendo de la necesidad. Esta idea que había antes de las compañías como algo cerrado está cambiando. En mi caso, ni funciona ni creo que funcione. Además, ocurre que cada proyecto es muy distinto al anterior. En principio, yo no sé las necesidades de cada proyecto, ni lo que voy a necesitar. Va ocurriendo sobre la marcha. Incluso en otras ocasiones me pasa que quiero contar con determinadas personas pero no puedo contarles ahora mismo qué va a pasar, quien va a ir luego en gira… Intento ser muy honesto con toda la gente con la que trabajo.

Cada vez me siento más libre creando. Y como no me rijo por la idea de ganar dinero, porque en este negocio nadie se va a hacer rico – por lo menos yo no – entonces hago lo que me da la gana. Y dentro del proceso creativo puedo ir por diferentes caminos. Yo siempre lo comparo con las películas de miedo. Cuando uno está esperando que salga el monstruo, uno siente miedo, es enigmático. Pero cuando aparece ya se pierde todo. Me interesan mucho más todos los procesos de creación que surgen en paralelo, que el propio resultado final. Obviamente, vivo de esto y sé que el espectáculo se tiene que mostrar, por lo tanto respeto mucho al público que va a verlo posteriormente.

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Y ¿dónde estás haciendo las residencias de creación?

Recibí una ayuda de un sitio que hay en Valencia que se llama Graneros de Creación que es un programa que desarrollan varios espacios y festivales. Seleccionan propuestas y las acompañan durante cuatro años para hacer dos proyectos. Y lo chulo es que no son importantes los resultados; también es interesante, un departamento que se llama Mediación, que se encarga de estudiar cuales son las formas de mediación que pueden hacerse con los diferentes proyectos.

Qué interesante.

Para que te hagas una idea, ellos tienen gente de diferentes perfiles – desde chavales hasta gente muy mayor de la ciudad, que no tiene que ver con las artes escénicas – que están interesados en ver propuestas escénicas, y hacen como una especie de escuela de espectadores. Y ellos asisten a ver el proceso de creación. Eso crea un vínculo (que yo valoro mucho) entre la persona que ve el espectáculo y el que lo genera. 

En realidad todos formamos parte de lo mismo: la gente que lo distribuye, la gente que forma parte de la producción, todos formamos parte de eso. Y lo que queremos es que al final el resultado de esos trabajos sea bueno. Y yo encantado de que participen y de que hagan sus valoraciones (que se les pide). Este feedback lo recibimos nosotros.

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Es una idea perfectamente planteada. Me parece muy bien el tema de acompañar durante tres o cuatro años: antes, durante y después del proceso creativo. Ese apoyo me parece decisivo.

Ese es uno de los grandes problemas que tiene esta Región: el acompañamiento. Se basa en una antigua idea que tienen los programadores de valorar los trabajos en un primer momento, sólo desde el punto de vista de la calidad.  Nadie está por encima de nadie para valorar (dentro de que un trabajo tenga cierta calidad y producido dentro de unas condiciones mínimas de profesionalidad, o el trabajo del creador sea mínimamente interesante). Ellos en principio, tienen la potestad de definir, qué trabajos son buenos y cuales no, para llevarlos a un hipotético mercado que, encima, no existe. Este es el gran error. El verdadero resultado de un trabajo es al final, la mezcla de diferentes agentes, de apoyos en residencias de creación, de acompañamiento a los artistas… Esto es lo que nosotros vamos demandando. Tú lo sabes mejor que nadie.

Sí, está claro. Todo lo que se desvía de la idea primigenia es, mucha de las veces, mejor que lo que existía.

Todos los accidentes son los que provocan la calidad del trabajo. La responsabilidad final no es sólo de las administraciones, es por supuesto también de los creadores; porque si tú te adaptas a lo cómodo: un espectáculo al año, de determinada manera, etc… al final no hay investigación. De nosotros depende también romper esos círculos.

Para la gente que no te conoce, ¿cómo defines tú Onírica Mecánica?

Es el nombre detrás del que me escondo. Onírica Mecánica partió de que los primeros trabajos surgían de imágenes que venían de sueños y me gustaba el trabajo con la mecánica. Unía cosas que soñaba y que no sabía muy bien hacia dónde iban con un trabajo mecánico desde la plástica. 

Pero tus últimos trabajos son ya menos así ¿verdad? 

Llevo doce años en esto. Los primeros trabajos tenían que ver con un cierto aire a la marioneta contemporánea, en cuanto a la manipulación, etc . Yo siempre buscaba otras manera de contar historias o expresarme, pero al final la vida me llevó a esos entornos, porque como empecé solo y no había actores, recurría a este tipo de puesta en escena. A partir de la manipulación de cosas podía generar mundos y llevar al espectador a otros lugares. 

Los primeros trabajos eran más convencionales pero llegó un momento en que yo ya estaba aburrido de esa etapa (una etapa que he matado hace poco) y el cambio se abrió, precisamente, con un proceso de investigación (por lo que hablábamos antes).  Me dieron una ayuda del Ministerio de Cultura en Cuarta Pared, que tenia que ver con nuevas dramaturgias e investigaciones contemporáneas. Y me gustó mucho el proyecto, porque tú presentabas una idea no escrita, te daban toda la infraestructura, y te pagaban para desarrollar esa idea durante ocho meses. De ahí surgió Morfología de la ceguera. Para ese proyecto, lo único que tenía claro es que quería trabajar con la imágenes que producían los ciegos de nacimiento. Quería ver cómo codificaban estas cosas que yo imaginaba. En principio descarté a ciegos que hubieran visto previamente y hubieran perdido la visión en procesos degenerativos, pero como me costó mucho encontrar a los primeros, empecé a trabajar con los segundos y fue mucho más alucinante, porque cuando alguien que ha visto empieza a olvidar cómo eran las imágenes que se forman a partir de eso son muy interesantes. En realidad es como construimos los recuerdos nosotros también.

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Qué alucinante. ¿Cuantas piezas has hecho en total a lo largo de tu carrera profesional?

Ocho. Pero fue esa pieza la que dio un giro a mi forma de hacer las cosas. 

Me llama la atención que alguna vez has dicho que tu último espectáculo, Alicia y las ciudad invisibles, no ha cuajado mucho, no ha tenido mucha cabida en la Región de Murcia. ¿Por qué crees que ha ocurrido eso?

Porque hay un problema (que no sólo ocurre aquí) de que el mediador haga que los trabajos lleguen al público. Los mediadores piensan que son los jueces de que un trabajo deba llegar o no al público. Creo que desde las Administraciones Públicas su labor debe ser mediar para que todo tipo de trabajos lleguen y sea el público el que decide. Todavía se sigue interpretando esa labor como la de que ellos saben exactamente qué quiere su público.

Totalmente de acuerdo con eso.

Aunque yo estoy apoyado en los planes que hay para mostrar el espectáculo en el resto de España y el extranjero  – hemos ido a Canadá, dos veces a Corea, a Galicia, etc – cubriendo parte de los gastos, sin embargo, aquí no ha ocurrido, dentro del circuito de teatros de la Región. 

La realidad es que aquí ya hay mucho público al que le gusta este tipo de espectáculos, creo yo.

Pero mira, por ejemplo, lo que tú hacías en La Postiza era súper importante, porque aunque hay un público, digamos, “formado”, o que haya visto otras cosas en Murcia, ese público es muy limitado. Si no hay programas como el que tenías tú, ese público no se amplía. Si se dinamiza a diferentes sectores de la población, la población va. Pero cuando programan determinados centros van las treinta mismas personas de siempre. Y esto es un problema. Debemos deshacer la idea de que la cultura es elitista, que sólo puede disfrutar la gente que sea culta. Esto es un error.

Y una pregunta: siempre hablamos de Murcia ciudad. Pero tú que eres de Cartagena ¿crees que en sitios como en tu ciudad o en Lorca (por nombrar dos de los municipios más grandes de la Región) hay interés por este tipo de espectáculos? ¿Hay más apoyos?¿Hay menos?

Yo vivo en una ciudad en la que nunca he actuado en uno de sus teatros. 

¿Nunca? No me digas.

He podido actuar en calle, en Mucho Más Mayo, o en espacios no convencionales (Nota de la redactora: Jesús dirigió durante tres años un espacio llamado Utopìa en Cartagena) pero nunca en ningún teatro dependiente del municipio. Esto no es una crítica al Ayuntamiento, porque creo que ellos están generando muchísima actividad cultural y están haciendo una labor muy importante. Apoyan en lo que pueden pero en el caso de actividades que tengan que ver con las Escénicas más puras existen varios problemas. La ciudad no tiene un teatro municipal y además el tipo de trabajo que yo hago, muy de investigación, si no tiene un apoyo público no funciona.

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¿Y en Lorca o en otros sitios? Incido porque me interesa mucho tu visión ante esto, y cual es el panorama respecto a este tema.

Pues en estos sitios tienen la posibilidad de llevar los trabajos más económicos (porque la Consejería paga la mitad) pero no hay interés. Curiosamente, nuestras obras han sido representadas fuera de la región en pueblos y muchas de las veces en lugares que son muy pequeños. Creo que el que ésto ocurra no tiene que ver con lo que nosotros generamos sino con el puente entre el creador y el espectador.

¿Y tú no crees que tiene que ver mucho también el tema de la educación? La educación que los niños y jóvenes reciben en esta Región no sale de las cuatro cosas establecidas desde hace años, demasiado cuadriculada, y nadie apuesta por programas en los que se genere un verdadero interés por el arte y la cultura, apostando por su participación e intereses. ¿Qué opinas?

En mi caso particular, y ahora hablo de mí como persona, me alejé de la lectura por unas malas lecturas dentro mi educación. Yo pintaba y me alejé del Arte por hacer trabajos aburridos que no me interesaban. A mí, la educación lo que ha hecho ha sido alejarme de mis verdaderos intereses culturales. 

Es necesario que existan los puentes de los que hablaba antes, a este nivel también. Quizás no es solo ir a ver un espectáculo, es hablar también con los artistas, con los que llevan el sonido, con la gente del teatro. Entender qué van a ver y la importancia que tiene todo el proceso creativo hasta lograr ese resultado.

Con el primer espectáculo que hice, El hombre que nunca se moja, nos pasó algo parecido en Los Alcázares. En el cartel ponía Teatro Musical y la gente al llegar pensaba que iba a ver algo tipo Lina Morgan. Nadie entendía nada hasta que lo hicimos de modo que la gente entrase sabiendo qué se iban a encontrar. Y fue muchísimo mejor.

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¿Cómo te organizas habitualmente?

De aquí a mayo tengo siete bolos y estoy trabajando en Ronem Ram. Me levanto todos los días pensando: ¿por qué hago esto?. La conclusión a la que he llegado es que, aunque a veces me siento vencido por la inercia, no me interesa tanto el éxito por el éxito, sino defender los procesos de trabajo con los tiempos que sean necesarios y en las condiciones en las que quiero generar. Eso es lo que hace crecer mi trabajo.

Hay una cosa que no soporto: en arte nunca hay dinero para los sueldos, siempre es para la producción. Tenemos que romper la idea de: «Tú tienes algo, yo te lo compro».  Es un error. Yo no tengo algo que te voy a vender. Es que tú y yo formamos parte de lo mismo.

Eso no lo he entendido yo en la vida y además me parece fatal. 

Ni yo. Yo huí durante mi etapa en Madrid de esto, porque eso me parecía que era morirme de hambre. 

Creo que debe haber dinero para sujetar los sueldos de la gente en estos procesos de creación, y luego otros lugares pueden apoyar el proyecto de otro modo. Hay entidades, empresas o espacios, que apoyan con dinero, pero a veces es mucho más importante el apoyo en especie. Es otro modo de obtener recursos. La cosa es que cuántos mas recursos y mediadores tengas para poder hacer crecer el trabajo, los resultados van a ser mejores.

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Fotos: Paula Mínguez


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