Tratar de desvelar el misterio Kracauer sería un ejercicio tan atrevido como, en cierto modo, innecesario. Y es que, uno de los aspectos más fascinantes que tiene la banda murciana formada por Juanfra Cerdá, exbatería de Screw Coco, Daniel Cano (bajo), Marcelino Navarro (batería) y Pablo Cerdá (teclados), es el de saber mantener siempre un alto porcentaje del interrogante de su hechizo, intrigando desde la melodía, conmoviendo desde la palabra y agitando desde un músculo instrumental que no entiende de diminutivos. Así, desde que publicaran el pasado año '...en la era de la reproducción digital', uno de esos debuts capaces de condensar en el tiempo justo un buen puñado de grandes noticias, el grupo no ha hecho más que crecer y consolidar una propuesta que, una vez asentados con firmeza los pilares de su mapa sonoro, tiene todo un futuro de destinos ilusionantes por delante. Temas tan notables como, por ejemplo, ‘Stendhal’, ‘Equipaje’, ‘La nueva polución’ o ‘Lo mejor’, canciones vestidas con ropajes synth pop de mangas lo-fi y toques de rock de furia nostálgica, certifican el poder magnético de una banda cuyos primeros pasos justifican con creces la ilusión depositada en ellos. Hablamos con Juanfra para tratar de descubrir lo que está por venir en el horizonte Kracauer.
Más de un año después, tiempo suficiente para establecer alguna que otra certeza, ¿qué balance haces del resultado obtenido con ‘…en la era de la reproducción digital’?
Muy positivo. El disco se grabó como proyecto en solitario y nos ha servido para convertirnos en grupo, dar nuestros primeros conciertos, empezar a sonar un poco a nivel local, salir a tocar, por ejemplo, a Madrid, Barcelona y Zaragoza. También nos reconocieron como Mejor Debut en los Premios de la Música Murciana, aunque eso es, como poco, relativo, pero yo no imaginaba tanto en el primer año de rodaje del grupo.
Antes de conocer, o tratar de descifrar, el futuro inmediato de la banda, me gustaría regresar a ese primer trabajo. ¿De qué forma consideras que han evolucionado aquellas canciones con el paso del tiempo?
Yo estoy muy orgulloso de esas primeras canciones. Partió todo de una especie de experimento y se grabó con los recursos más modestos que te puedas imaginar. En casa de un amigo, con un PC y dos micros. Ahora las escucho y pienso que todo lo que les falta de producción y medios les sobra de riesgo y de ganas de proponer cosas. Luego es verdad que en directo, una vez que hemos pasado a formato banda, estos mismos temas han evolucionado a otra cosa más parecida a lo que estamos haciendo ahora y, en cierto sentido, han ganado también a su manera.
¿Sueles regresar a él de vez en cuando? ¿Cómo te definirías como oyente de tu propia obra?
Yo no soy mucho de mirar hacia atrás, la verdad, y ahora mismo estoy más centrado en las dos siguientes canciones que estoy componiendo, que supongo que irán a nuestro tercer disco, y a oír cosas que hacen otros. Como oyente soy horrible. A veces intento escuchar las canciones con un poco de distancia, pero al final me termino fijando en un detalle de la guitarra, en un coro o en la toma de voz. Pero es que me pasa mucho también con la música de los demás. No tengo una perspectiva nada clara sobre nuestra música y por eso creo que nos viene muy bien trabajar con gente de fuera del grupo.
Desde su publicación, una de las etiquetas más utilizadas a la hora de hablar de ‘…en la era de la reproducción digital’ fue minimalista, pero, ¿cuánto peso tuvieron realmente los detalles a la hora de escribirlo, grabarlo y producirlo?
Hay muy pocos detalles la verdad. Es algo que a lo mejor debería tener en cuenta en el futuro, pero las canciones las suelo componer con los elementos mínimos, salvo excepciones muy contadas. Algún coro y alguna guitarra o algún teclado extra. Lo bueno de eso es que es más fácil llevarlas al directo.
En tu opinión, ¿cuál crees que es el complemento perfecto para la melancolía que desprenden muchas de las canciones del disco?
No lo sé. Hay música muy optimista. No sé por qué me vienen a la cabeza los Black Eyed Peas. Y si estás de fiesta, te sumas a eso y te vienes muy arriba. Pero luego creo que hay otras músicas que son más de cobijarte. Y ya, pues depende de dónde te cobijes. En tu habitación con los cascos, conduciendo en el coche…
Tengo la sensación de que aquellas primeras canciones miraban más hacia dentro que hacia fuera. ¿Compartes esta idea?
Sí, seguramente sí. A lo mejor es porque me cuesta salirme de mi cabeza. Incluso cuando hablo de otras personas. Y al final los sentimientos y los recuerdos están todos dentro, ¿no? He pensado alguna vez que a lo mejor debería probar otras cosas. Pero es que yo creo que esto me sirve de terapia.
A la hora de analizar ‘…en la era de la reproducción digital’, uno podía identificar influencias musicales externas y referencias sonoras más o menos claras, pero, ¿hasta qué punto trabajaste con ellas de manera consciente?
Cero. Siempre me he preguntado qué relación hay entre toda esa música a la que uno le presta mucha atención y la que terminas componiendo. Está claro que tiene mucho que ver y en el fondo pienso que en lo básico está todo hecho y que prácticamente lo que hacemos es recombinar cosas que hemos oído antes. Pero es algo muy complejo. Para mí sigue siendo uno de los grandes misterios. A lo mejor hay gente que maneja eso de forma más consciente, pero si yo me doy cuenta de alguna conexión es casi siempre a posteriori.
¿Dónde le das más vueltas a las canciones, sobre la hoja en blanco o en el estudio?
Pues en casa siempre, la verdad, con los instrumentos y el ordenador. Para mí maquetar los temas es una de las principales herramientas de composición. Ahí voy probando los tempos de las canciones, las partes de guitarra, la melodía, la letra, estructura, voy componiendo sintetizadores, saco algunos coros… El primer disco llegó completamente maquetado al proceso de grabación, y el segundo lo dejamos prácticamente todo cerrado antes de entrar a grabar, aparte de algunas sugerencias de estructura y un par de detalles que nos propuso el productor, y los coros, que ahí Dani sí se sacó de la manga algunas joyas en el último momento. Piensa también que ponerte creativo en el estudio puede costarte una pasta.
¿Cómo te llevas contigo mismo a la hora de componer? ¿Qué te pides y que límites te pone, si es que lo haces, en ese proceso?
Me llevo muy bien. Porque, ante todo, para mí componer es una manera de divertirme y de darle salida a esta relación obsesiva que tengo con la música. Yo soy feliz sacando los coros a un estribillo o escuchando sonidos de teclado hasta que das con el que funciona. Y no trabajo a base de límites ni me pido nada a mí mismo, más bien voy seleccionando de entre el montón de notas de voz que tengo grabadas en el móvil y elijo con la que más me apetece obsesionarme.
Desde un primer momento, quedó bastante claro que la apuesta de la banda en relación a lo estrictamente visual también era muy contundente. ¿Hasta qué punto consideras importante la imagen dentro de un discurso artístico? ¿Qué papel crees que juega dentro de él?
Pues otra de las cosas que creo que nadie tiene del todo claras es por qué la gente termina interesándose por algo. Pero lo que sí se sabe es que, en esto de los grupos, por mucho que nos pese, no es solo la música. Y la imagen, la controles tú o no, la proyectas de todas formas. Así que vamos dando los pasos que nos parecen bien. Si queremos ponernos sesudos y hablar de discurso artístico, pues el medio es el mensaje, ¿no? Y si al final vas a estar subiendo contenido a Youtube y subiendo mierdas a Instagram, pues tienes que tomar decisiones. Pero en Kracauer tampoco es que haya un plan premeditado en este sentido. Elegí el nombre porque me gustaba el autor y cómo sonaba, elegí la portada porque me enamoré de ese cuadro y para el segundo viene otra imagen del mismo pintor. Lo de rayarnos los ojos en las fotos tiene que ver con querer quitarnos un poco de en medio precisamente en estas cuestiones. En cualquier caso, estas cosas para-musicales son también una manera de divertirnos y de ir proponiendo cosas.
Tenemos la costumbre de hablar de la importancia que tiene mirar al pasado a la hora de saber valorar y entender nuestro presente, pero, en tu opinión, ¿qué es lo más interesante a la hora de observar el futuro?
Sé que va a sonar a cliché pero, hasta donde yo sé, al futuro hay que mirar lo justo y un poco menos. Este primer año ha sido muy ilusionante para el grupo, pero también ha sido un año de perder a gente que queríamos y queremos mucho y de recordar de la peor manera que lo que ahora está, dentro de cinco minutos ya no. En lo musical, sí que te diré que me ilusiona pensar que en el futuro voy a seguir descubriendo discos que me sorprendan y ver qué se le va ocurriendo a la gente.
Hablando de lo que está por llegar, ¿a qué suenan los próximos pasos de Kracauer?
Se me da muy mal describir lo nuestro, pero, para que te hagas una idea, es muy parecido al primer disco, pero a la vez muy, muy distinto. Lo he compuesto exactamente igual que el primero, pero suena mucho más a banda y mucho más potente. Así llegamos ya al estudio, pero entonces el productor, Carlos Hernández, cogió nuestra idea y nos ha devuelto un sonido que no esperábamos. No me imaginaba que Kracauer pudiera sonar tan contundente, pero a la vez creo que no se ha perdido nada la intención melódica del grupo, eso que en ciertos contextos llaman pop. Seguramente eso viene ya de la composición, pero creo que la producción lo ha potenciado incluso más. Carlos nos ha regalado lo mejor de los dos mundos, por así decirlo.
¿Cuánto desahogo esconden las canciones que están por venir? ¿De qué lugares internos y externos han surgido estos nuevos temas?
Mucho, mucho desahogo. Las letras vienen de mis mierdas, que tengo para regalar. Y de la de los demás, que tampoco van cortos. Pero ya sabes que de las letras hay que hablar lo justo y dejar que cada uno se monte su película.
¿Cuál ha sido la mayor lección que habéis aprendido como banda de la industria musical desde que publicaron su debut?
Creo que no tenemos todavía una perspectiva sobre la industria, ni sé si la tendremos alguna vez. Ahora mismo lo único que tengo claro es que todo cuesta muchísimo y que todo pasa muy lentamente.
¿Por qué crees que nos empeñamos tanto en dividir la música en minorías y mayorías? ¿La cantidad es realmente tan importante cuando hablamos del arte?
A ver, es que de los miles de elementos que intervienen en la música, hay dos cuestiones que parece que nos cuesta mucho separar. Por un lado está el éxito comercial o económico, que es relativamente fácil de cuantificar. Y luego está esa cosa más abstracta que llaman calidad artística, o sinónimos parecidos, que, a mi entender, es una cosa íntegramente relativa. Creo que es un error mezclar las dos cosas y, sobre todo, intentar objetivar la segunda. Yo creo que la calidad de un artista realmente la establece una comunidad que lo defiende. Son las comunidades las que legitiman la calidad de un grupo, no lo que produce una banda en sí mismo. Y ahí ya empiezan todas las batallas y las discusiones interminables sobre si esto es bueno o esto es malo, desde Bach hasta C. Tangana. Pero yo es que no soy muy fan de la palabra arte. Intento tener una visión más democrática del asunto y me contento con compartir nuestra música con aquellos que les parezca que merece la pena. Aunque también reconozco que algún día me levanto con el pie hater, pero intento que sean los menos.
En este punto de vuestra carrera, ¿qué es la ambición para Kracauer?
Pues, sinceramente, yo a lo que aspiro es a tener continuidad. Conseguir que Kracauer sea un proyecto lo suficientemente viable para poder seguir componiendo y tocando, porque si no me tendré que buscar otra cosa en la que perder el tiempo.
Fotos cedidas por Nuria Gil