Salvando las distancias, hablamos con ella sobre la importancia de lo analógico y lo artesanal, la fotografía como radiografía psicológica, el desarraigo de los viajeros (en su caso, entre Madrid y Murcia), y la reivindicación esencial de amar y pensar, entre otros muchos temas.
¿Cómo ha cambiado el confinamiento la rutina de los artistas, y su relación con las imágenes en el mundo virtual?
El confinamiento ha supuesto una especie de represión de nuestro día a día, ya que no podíamos desarrollar otro tipo de rutinas fuera de nuestra casa. Creo que ha dado la oportunidad a una mayor investigación en el ámbito de la creación y, en mi caso, he dedicado muchísimo tiempo a la música, que para mí es una fuente de inspiración muy importante. En este tiempo, he dedicado muchas horas a la investigación musical, a empaparme de bandas que no conocía y que me han inspirado.
También me parece que ha facilitado que todos consumamos más imágenes virtuales, hemos tenido que cambiar el hecho de poder ir a exposiciones, a museos, etc. Esta rutina, que muchos teníamos, se ha quedado paralizada, y ahora se está volviendo a retomar poco a poco y con las medidas que todos sabemos. Además, ha habido mucha producción de imágenes, de muchos artistas, relacionadas con el momento actual que estamos viviendo en torno a la pandemia. Yo estoy participando con un grupo de fotógrafos en un proyecto llamado Spain Covid Times (@spaincovidtimes), en el cual nos hemos unidos varios autores/as de distintos puntos de la geografía nacional para producir imágenes relacionadas con la pandemia que estamos viviendo. Diariamente mandábamos una imagen a este perfil de Instagram, que íbamos publicando, y se veían imágenes que han ido evolucionado: desde estos primeros meses que no podíamos salir de casa, donde toda nuestra producción fotográfica se limitaba a lo que podíamos captar en las cuatro paredes de nuestra vivienda, a la producción que ahora estamos haciendo, donde se ve que se puede salir al exterior, aunque sea con limitaciones. Seguimos con el proyecto, aunque ahora no siempre publicamos una fotografía diaria. Y en mi caso, estoy haciendo muchos retratos a personas desconocidas, con las que interacciono, aunque sea a dos metros de distancia, contándoles un poco el proyecto de documentar esta situación tan especial que estamos viviendo.
Al final, la relación con las imágenes en el mundo virtual ha aumentado por la coyuntura que estamos viviendo y, en el caso particular de mi producción artística, tenía otros proyectos en marcha que conllevaban viajes que he tenido que paralizar, y ahora estoy metida en este proyecto de documentación de la COVID con otros compañeros/as y cada uno desde su mirada personal.
Durante la cuarentena, te han seleccionado en Futures 2020, ¿qué va a suponer esta plataforma dentro de tu trayectoria profesional?
Cuando PHotoESPAÑA me lo comunicó me alegré mucho porque es una plataforma internacional de la que forman parte doce organismos relacionados con la fotografía: British Journal of Photography (UK), CAMERA (IT), Hyères Festival (FR), FOMU (BE), Fotofestiwal Lodz (PL), PHotoESPAÑA (ES), PhotoIreland (IR), Photo Romania Festival (RO), Robert Capa Contemporary Photography Center (HU), Triennial of Photography Hamburg (DE), The Calvert Journal (UK) y Unseen Foundation (NL).
Es una oportunidad muy importante porque es una plataforma para promocionar nuestro trabajo, vamos a tener encuentros con profesionales de estos organismos, haremos entrevistas, una promoción en redes, exhibición, etc. Por el tema de la cuarentena, teníamos pensado hacer una exposición de las personas que habíamos sido seleccionadas en el marco de PHotoESPAÑA en junio, que si no pasa nada haremos en septiembre, y también pensábamos participar en el Festival Unseen de Ámsterdam. Seguiremos participando, pero este año no vamos a poder ir de manera presencial, el festival se va a tener que adaptar a esta situación y vamos a tener que hacerlo de manera online. Estoy, además, con unos compañeros/as cuyos trabajos me gustan mucho, las personas seleccionadas hemos sido: Bernardita Morello, Irene Lenes, Ruth Montiel Arias, Jon Gorospe y yo.
Es una manera de difundir el trabajo, en concreto a mí me han seleccionado por Gabriel, que es el último que he hecho en fotolibro, y además solo lo he expuesto en Marsella, todavía no lo he expuesto de manera amplia en España. Valoro mucho la oportunidad, la visibilización del trabajo, y esta difusión a nivel internacional.
Uno de tus primeros contactos con la fotografía fue en el instituto, donde empezaste a hacer retratos y a experimentar con “los olores de los líquidos de revelado”.
En el instituto, de repente, conocí la magia de la fotografía en el laboratorio cuando revelábamos nosotros mismos, y fabricábamos nuestra propia cámara oscura con una caja de cartón. Esa posibilidad de un trabajo más artesanal me encantó. Ya no hago fotografía analógica ahora, la trabajo excepcionalmente, como hice con el trabajo de Gabriel, donde disparé los últimos años con una cámara de medio formato Hassel.
Y debe ser algo especial controlar todo el proceso…
Exacto. Esa emoción de pensar si se habrá velado el carrete al sacarlo o no, etc. Es un ritual y nunca faltan los nervios de ver cómo habían salido las fotos, y si habían salido todas. Con la Hassel tuve algún problema con alguna entrada de luz que tenía la cámara sin saberlo, y perdí alguna foto. Trabajar con ella me recordó al sentimiento de la adolescencia, cuando trabajaba en el laboratorio del instituto, a ese disparar, hasta que las mandabas a revelar, te las enviaban de vuelta, y de repente las veías y te acordabas de ellas. Esto tiene un punto que con la fotografía digital se ha perdido, y a mí me parece súper motivador, se echa un poco de menos. También la fotografía digital tiene sus ventajas, como que se puede economizar algo más, aunque para mí la foto analógica tiene algo que te atrapa y, a veces, es necesario volver aunque no la tomes como forma de trabajo habitual, es algo que nunca hay que dejar del todo.
Claro, ahora esa “espera latente, que generaba ilusiones y expectativas”, que diría Fontcuberta, ha desaparecido en su mayoría. ¿Qué retos afronta entonces la fotografía digital?
Fontcuberta es una referencia obligada dentro de la posfotografía, y dentro de la fotografía contemporánea. De hecho, hace unos años publicó un decálogo posfotográfico muy interesante, titulado “Por un manifiesto posfotográfico”, en La Vanguardia en 2011. El artículo comenzaba con “el síndrome de Hong Kong”, que decía que uno de los principales periódicos del país había despedido a ocho fotógrafos de plantilla, que cubrían la información local, y a cambio habían distribuido cámaras digitales entre el colectivo de repartidores de pizza. Los empresarios habían pensado que era más fácil enseñar a hacer fotos a los ágiles y escurridizos pizzeros, que lograr que los fotógrafos profesionales fueran capaces de sortear los infernales atascos, y llegar a tiempo a la noticia. Me pareció algo increíble, se me pusieron los pelos de punta, como fotógrafa que soy, del giro que estaba dando el sistema, pero bueno, ellos preferían la rapidez más que la calidad.
Hoy en día, a veces parece que se prima la rapidez a la calidad, lo cual también me asusta bastante, porque creo que los fotógrafos profesionales, los fotoperiodistas, pueden ofrecer ambas cosas, sin que tengamos que llegar a ese punto tan sumamente radical como el que planteaba el artículo. El decálogo posfotográfico que presentaba Fontcuberta tenía varias afirmaciones, y algunas de las que más me llamaron la atención fueron la ecología de la visión, y la idea un poco de que ya estaba todo hecho, de que había que reciclar un poco las imágenes. Era responsabilidad del artista la ecología visual, y decía que habría que penalizar la saturación para motivar y alentar el reciclaje. También comentaba que la función de las imágenes prevalece sobre la circulación, y la gestión sobre el contenido de la imagen. Sobre el papel del artista señalaba que ya no se trataba tanto de producir obras, como de prescribir sentidos y que, también, se deslegitimaban los discursos de originalidad, y se legitimaban las prácticas apropiacionistas, ya que no era tan importante la originalidad del autor.
Es un poco lo que ahora mismo está ocurriendo, hoy en día vemos en las páginas web de los medios de comunicación cómo de repente ocurre algo y, a veces, suben antes el vídeo o las fotos de un aficionado, que se las ha pasado, que las de un profesional. Los retos de la fotografía digital son muchísimos, primero sobrevivir, que los fotógrafos profesionales podamos sobrevivir, aunque creo que para el tema de las fotografías instantáneas, para salir del paso, siempre se va a poder tirar de las de aficionados para hechos concretos, pero el gran trabajo que hacen los fotoperiodistas, que vemos cada año en el World Press Photo, es algo que no podría hacer ningún aficionado. Con una fotografía analógica es más difícil llegar a los sucesos y acontecimientos mundiales de esa índole, necesita más pausa y reflexión que la digital. Para economizar y ser más productiva tengo que recurrir a la foto digital, no solo en los proyectos artísticos, sino también dentro de la fotografía comercial. Para los proyectos artísticos, según el tema que esté tratando, sí me puedo permitir dedicarle un tiempo más pausado, así que no me gustaría tener que elegir, creo que cada una está sujeta a las circunstancias de cada caso en concreto.
A pesar de esa aproximación tan personal, encaminaste tus estudios reglados hacia otra área, e incluso combinaste dos carreras al mismo tiempo. ¿Qué intereses vertebran tu creación?
Los intereses que me mueven en la fotografía son todos los que giran en torno a la feminidad, a la identidad, la biopolítica, etc. Me mueve el ser humano, sus preocupaciones e inquietudes, qué le impulsa, qué le motiva, qué le preocupa. Al final creo que fusioné todos esos intereses en las dos carreras que estudié: Psicología y Comunicación Audiovisual. Por un lado, Psicología me permitió estudiar un poco más todo lo que gira en torno a la mente de las personas, cómo pensamos, por qué pensamos así, por qué sentimos así, conocernos un poco más y conocer al otro un poco más. Por otro lado, Comunicación Audiovisual me dio las herramientas para poder contar las historias que conocía, me permitió conocer los medios para contarlas desde otros aspectos. Fue una combinación que me alegro mucho de haber hecho, aunque siempre me he quedado con la espina de estudiar Cine, porque yo quería ser cineasta en la adolescencia, soy muy apasionada y muy cinéfila, y cada vez que veo una película me sumerjo tanto parece que estoy viviendo la historia que el director/a nos está contando.
Prácticamente en la recta final, entraste en la prensa escrita durante varios años, ¿qué te aportó ese acercamiento profesional?
Justo al terminar la carrera de Comunicación Audiovisual, cuando incluso me faltaban un par de asignaturas que me saqué mientras trabajaba, empecé en la prensa escrita, y la verdad es que me aportó muchísimo porque fue mi primer trabajo y encima justo en el área de cultura, que era la que a mí más me interesaba. Fue importante para conocer las dinámicas de un trabajo súper rápido, veloz, y contrastar la información, cubrir cosas, asistir a ruedas de presenta, etc. Fue muy estimulante poder conocer a muchísimos artistas, sumergirme más en la cultura, y poder preguntarles de primera mano, cuando veía su obra en una exposición o en una presentación de su libro, las dudas que tenía y las cuestiones y curiosidades que me suscitaba su trabajo. Me aportó crecimiento cultural y profesional, y también una motivación para extrapolar a mi faceta artística, que ya estaba empezando a crear. Me animó a hacer mis propias creaciones, aunque también fue muy estresante, había mucha presión y tenía poco tiempo para dedicarle a la creación.
Durante esa etapa lo que iba a ser un reportaje periodístico sobre Mauritania se convirtió en un proyecto artístico que se expuso en 2008 en los Molinos del Río.
Cuando estuve trabajando esos seis años en prensa escrita tuve un encargo, que fue ir a Mauritania, a cubrir un proyecto de una ONG, llamada Fundación Chinguetti, que estaba desarrollando allí la construcción de un hospital. Todos los años hacían una subasta artística benéfica en la que distintos autores donaban obra para recaudar fondos para la construcción, y mejora del hospital que habían levantado, y los conocí en esta rueda de prensa, donde presentaron la exposición solidaria que iban a realizar. Allí surgió todo, me invitaron a ir para hacer un reportaje sobre la labor que estaban desarrollando en ese lugar. Fue increíble poder viajar y estar un tiempo allí, hacer las fotos, el texto, convivir con ellos, con los voluntarios del hospital. De hecho, como anécdota, me acuerdo que viajamos en avioneta y fue un viaje bastante durillo a nivel físico, me pasé todo el viaje trastornada.
Empezó como un encargo para el periódico, para hacer un reportaje, pero al final pude compaginar y hacer mi propia exploración sobre el territorio y sus habitantes. Más allá del reportaje tenía muchísimo más material, que luego tuve la suerte de exponer en el Museo de los Molinos del Río en 2008. Chinguetti fue mi primera exposición individual, es verdad que le tengo mucho cariño por ser la primera, y además estaba acompañada de un texto de mi amigo el escritor Miguel Ángel Hernández. Con este trabajo también empezó una colección en distintos lugares del mundo en los Molinos del Río, titulada con las coordenadas del lugar que fotografiábamos, que luego se fue ampliando con distintos autores en distintos territorios.
¿Qué te aportó a nivel personal ese viaje?
Fue muy importante para mí ver cómo la gente era feliz con pocos recursos y, sin embargo, te abrían la puerta sin conocerte de nada a tomar el té con ellos. Te sonreían y tenían ganas de charlar contigo, y era una actitud muy abierta, me recordaba mucho a mi infancia y cómo mis abuelas, con sus vecinas, sacaban las sillas a la calle y, de repente, todas tomaban el fresco en la puerta de su casa y charlaban entre ellas. Es algo que me parece maravilloso y entrañable, y que echo de menos. Allí no era así, pero estaban muy abiertos a los demás, y me recordaba a estas costumbres de los pueblos, salir a tomar el fresco con las vecinas, y si pasaba alguien te saludaba, el hecho de entablar una conversación con tan solo una pequeña excusa.
Especialmente desde Vera y Victoria, tus proyectos se desarrollan durante varios años, ¿cómo sabes cuándo darlos por finalizado, y qué material mostrar?
No hay una respuesta única a esta pregunta porque es muy difícil saber cuándo has terminado un trabajo, pero creo que llega un momento, sobre todo en los de larga duración, en el que necesitas cerrar para poder abrir otra cosa con la misma intensidad. Llega un instante en el que te ves con un montón de fotos y toca un tiempo de seleccionar, de editar, y de elegir las mejores para contar la historia que realmente quieres contar. Si no paras de producir es muy difícil terminar bien de editar y poder hacer la selección final. El mismo proceso en sí te va llevando a eso de manera natural, y hay un momento en el que dices: “creo que ya tengo todas las imágenes”, aunque siempre alguna se te puede escapar, y decir algo más, pero es necesario cerrar. En mi caso, a veces compagino varios proyectos, pero reconozco que me cuesta abrir otro con mucha intensidad hasta que no cierro el anterior.
En ellos tratas, como dices, “de captar la psicología del retratado”. ¿Qué método intentas seguir durante su desarrollo, y qué papel juega tu relación con ellos?
Como son proyectos de larga duración, esto me permite conocer muy bien a las personas, de las cuales estoy contando su historia. Al final, la barrera fotógrafo/fotografiado llega a diluirse porque se crean lazos, confianza, y se genera una relación de amistad en este caso. Como todos sabemos, o por lo menos a mí me pasa, las personas que son mis amigos/as son personas que quiero, y con las que tengo una confianza, una complicidad, y una empatía mayores que con las desconocidas. Entonces, creo que la psicología de las personas que aparecen en mis proyectos se puede apreciar, primero, por la cantidad de imágenes de distintos momentos de sus vidas, donde se puede ver una evolución. Por ejemplo, en el caso de Gabriel son seis años de proyecto, en el que es muy fácil ver su evolución, pero no solamente a nivel físico, en su transición de mujer a hombre, sino su evolución psicológica, ya que cuando lo conocí en 2012, no había comenzado todavía la transición, se lo había comentado a sus padres, pero nada más.
A lo largo de todos estos años, hasta 2018 en que terminé el trabajo, ha habido una evolución tanto física como psicológica de sus sentimientos, desde un primer momento en el que sufrió el rechazo de la sociedad, dificultades, hasta el estadio de superación y orgullo cuando ya lo consiguió hacer. Mientras, yo veía toda esta historia con el paso del tiempo, del esfuerzo, de las barreras que había tenido que superar. Entonces, es una evolución psicológica que estaba presente en el trabajo porque también le fui haciendo entrevistas durante estos años, y él fue escribiendo una serie de diarios. En el libro que publiqué en diciembre de 2018 con André Frère Editions, la misma editorial que Vera y Victoria, metí algunas frases que yo había extraído de las entrevistas que le había hecho. Estas frases son muy importantes porque acompañan y arropan a las imágenes, en las cuales no solo te quedas con una evolución física, sino con una evolución psicológica. Son unas frases muy contundentes, muy importantes, en las que Gabriel desnuda sus sentimientos.
En Gabriel, ese factor personal se ve acentuado al incluir varios de sus selfies en el fotolibro, y entrevistas a su pareja, amigos y familiares que se pueden ver en tu portal de Vimeo.
Sí, es que Gabriel tiene mucho protagonismo en el libro, ya no solo como eje que articula el trabajo, ya que es el protagonista, sino porque el libro tiene un componente de fotografía participativa. El propio Gabriel tiene su voz para expresarse tanto con sus testimonios con los extractos de las entrevistas, que te comentaba anteriormente, como con sus propias imágenes dentro de esta corriente de los selfies, en la que todos nos hacemos imágenes. A mí me parecía interesante que él mismo tuviera su propia mirada, su propio espacio documentando el paso del tiempo, porque en estos selfies que se integran en el trabajo se ve también el proceso a lo largo de los años, su propia vivencia también plasmada desde su propia voz y su mirada. El trabajo está materializado como una exposición, como un fotolibro, y también como una serie de entrevistas en vídeo, una pieza documental, en la que hago entrevistas a toda su familia y les pregunto sobre la vivencia con Gabriel, cómo le han acompañado en este proceso, cómo lo han vivido con él, cómo han vivido ellos esta transición, y entonces he entrevistado varias personas de su familia que conviven con él. Y como bien apuntas todas las entrevistas se pueden ver en mi portal de Vimeo. Allí además está presente la entrevista a Gabriel, que es más extensa que el resto.
En ambos casos, al final se editaron como fotolibros. ¿Cómo te planteas este formato (nivel de detalle, diseño, precio final, etc.)?
Tanto Vera y Victoria como Gabriel se materializaron como fotolibros, como exposición y como audiovisual. Bueno, el tema del fotolibro me interesa mucho en ciertos trabajos, tampoco en todos, pero en estos dos proyectos, concretamente, que tienen un componente íntimo muy importante, el libro creo que puede acompañar a esta intimidad que, a veces, requiere el trabajo, y a esta pausa que también ofrece un fotolibro. A mí me encanta ir a exposiciones, pero también me encanta disfrutar de los fotolibros, y creo que ofrecen experiencias totalmente diferentes. Por un lado, en la exposición estás en un lugar extraño a ti, en un lugar más frío y, sin embargo, con el fotolibro puedes estar en cualquier rincón de tu casa, donde cómodamente te sientas para disfrutar de un libro, mirarlo a tu ritmo, verlo despacio, volver atrás, y coger al final la historia, incluso puedes recorrerla del principio al final, o del final al principio.
Sobre el tema del diseño, y cómo materializarlo, yo siempre trabajo con un equipo, en concreto, los dos libros los ha diseñado un estudio de diseño en Madrid que se llama Underbau, que lo componen dos diseñadores que se llaman Juanjo Justicia y Pablo Suárez, a los que adoro porque trabajan con mucha sensibilidad. Tenemos muchas reuniones previas para hablar de la conceptualización, de todos estos detalles, de cómo vamos a reflejarlos, y llevarlos al formato libro. Entonces, como son trabajos que requieren también de una sensibilidad por parte de los profesionales con los que trabajo, al final todo está como muy bien abrazado, hay armonía en esta forma de trabajo en equipo. Con ellos también me dejo asesorar porque confío totalmente en los proyectos que hacen, y también en su sencillez y delicadeza. Son decisiones que vamos tomando poco a poco: ellos me enseñan tipos de papeles, me dan propuestas, y vamos eligiendo los materiales.
Por ejemplo, con Vera y Victoria, para las guardas, en una de las reuniones que tuvimos, me propusieron un papel japonés bellísimo con un tacto que te recordaba a la piel. Era maravilloso, súper delicado, pero era de color rosa. Yo quería huir de los tópicos de rosa-chica, azul-chico, y les dije justo que rosa prefería que no fuera. De esta manera, seguimos mirando papeles con otros proveedores hasta que, finalmente, encontramos un papel maravilloso, que es el que al final se ha puesto en el libro, y que es un color salmón, que ya para mí era coherente, porque era un tono que me recordaba a la piel. Tenía este tono que, en mi opinión, al ser un libro con mucha presencia del cuerpo, y la intimidad corporal, estaba totalmente justificado que tuviera este color salmón-piel. Este tipo decisiones hay que hablarlas en las distintas reuniones, y el tema de los precios es algo que también se habla con la editorial, en este caso André Frére Editions.
A los que viajan, no obstante, se publicó de una manera bastante diferente en DÚO, e incluía bastante más texto de lo que se suele ver en los proyectos fotográficos.
Es cierto que DÚO tiene un formato diferente. De hecho, se llama DÚO porque combina las fotos de un fotógrafo, en este caso las mías, con el texto de un escritor, en concreto de Miguel Ángel Hernández, que aparte de conocerlo es profesor de Historia del Arte en la Universidad de Murcia, comisario, escritor, etc., y escribió un texto inspirado en las imágenes. Es un proyecto totalmente diferente a los fotolibros Vera y Victoria y Gabriel. DÚO es un periódico monotemático de aparición imprevisible, porque no sabes la periodicidad que va a tener, y que explora y reivindica el formato de reportaje desarrollado entre un escritor/a y un fotógrafo/a. Reivindica, al fin y al cabo, el espacio que los reportajes tenían antes en los suplementos dominicales, y que ya no tienen, por desgracia, porque un reportaje se mata en cuatro páginas. Sin embargo, aquí tiene un gran despliegue, más de quince páginas, destinadas a un tema único, con un texto. Puedes estar bastantes años, como yo estuve, para hacer el proyecto A los que viajan. Son retratos de viaje durante varios años de mi vida y, claro, si luego salen en un artículo con cuatro fotos pues sientes que no has contado la historia como tú querías, que se ha resumido demasiado.
¿Nos podrías contar un poco más sobre A los que viajan?
Este proyecto es un diario de viaje sobre mi experiencia de vivir a caballo entre dos ciudades, Murcia y Madrid.
Fue un momento vital en el que yo viajaba con mucha frecuencia, aunque el domicilio lo tenía en Madrid, prácticamente, cada dos semanas viajaba a Murcia, y era un momento vital en el que no me sentía de ninguna parte, ni de Murcia ni de Madrid. Era un sentimiento que yo pensaba que era algo único, individual, y que al final fui descubriendo que otros viajeros sentían lo mismo. En este trabajo fui haciendo un retrato de las personas con las que compartí vehículo, que no conocía de nada, y con las cuales me conectaba a través del uso de plataformas de transporte compartido como Amovens o BlaBlaCar. Eran encuentros que duraban cuatro horas, que es lo que dura el trayecto Madrid-Murcia, que fue mi ruta más repetida. Y la verdad es que cuatro horas dan para mucho, en un espacio tan pequeño como puede ser un vehículo, en el cual también la barrera de la intimidad, después de hablar de nuestras vidas, también se diluía un poco. Entonces, este sentimiento que, como te decía, tenía algo así como de individual, personal, me di cuenta con todas las historias de viaje que conocí, durante estos trayectos, que era algo más universal de lo que yo pensaba. Muchas personas también vivían a caballo entre dos lugares, no sentían un arraigo especial con ninguno de esos lugares en algún momento de sus vidas, y estaban en no-lugares, como dice mucho Miguel Ángel Hernández en sus textos.
Aparte de tus proyectos personales, también has hecho fotografía comercial, ¿qué te aporta?
Compagino mis proyectos personales con la fotografía comercial, que engloba eventos y fotografía social de distinto tipo. Me encantaría vivir solo de contar historias, de los proyectos personales y artísticos, pero también tengo que confesar que me me gusta trabajar con las personas y hacer encargos. Me gusta mucho el contacto humano. La fotografía social también me permite tener contacto con familias, con personas de distinto tipo que depositan en mí su confianza bien para un book, bien para un retrato. Además de la fotografía comercial también doy clases, mientras todo gire en torno a la fotografía… me siento bastante feliz de dedicarme a lo que me apasiona.
Impartes una asignatura en el Grado de Fotografía de la Escuela Universitaria de Artes TAI, y además sueles dar un taller sobre la creación de proyectos de autor en distintas ciudades de España a lo largo del año, ¿dónde lo sueles dar y cuáles son los retos que ofrecen el alumnado actual?
En cuanto al taller de proyectos de autor que comentas, en ocasiones lo doy en algunos lugares donde voy a hacer alguna exposición. Por ejemplo, el último que di fue en la Escuela Apertura de Málaga, donde expuse A los que viajan y, a la vez, di ese taller. También lo he dado en la Sala Amárica de Vitoria donde expuse Vera y Victoria, y en la Sociedad Fotográfica de Gipuzkoa, donde presenté A los que viajan .
Por otro lado como bien dices doy clases en TAI, y también en el Título Experto en Fotografía Contemporánea de la Universidad de Alicante, donde además la próxima temporada voy a estrenar una asignatura nueva sobre creatividad. También colaboro con otras escuelas, como LENS de Artes Visuales y la Escuela MADPHOTO de Madrid, a su vez con la Escuela PIC.A vinculada al Máster PHotoESPAÑA, entre otras. La verdad es que me gusta mucho dar clase porque es una forma de conocer los proyectos e investigaciones nuevos que se están haciendo, y por dónde va la fotografía contemporánea de la gente más joven. Todos los alumnos vienen con su trabajo para consultarte dudas, para preguntarte cómo formalizarlo, o que les ayudes a editarlo.
Al final, tus trabajos rodean los momentos claves de una lucha, y los detalles que pasan imperceptibles: Victoria ayudando a Vera a calzarse, el ensimismamiento de los viajeros, etc.
Sí, en mis trabajos hay un componente de reivindicación, de lucha en cierta manera. En el caso de Vera y Victoria, vemos a dos mujeres que no ocultan su amor, que no se van a esconder por lo que digan los demás, sino que reclaman precisamente el valor de su amor. También Vera reivindica el valor de su persona, de ser una chica trans, sin ocultarse, sin esconderse ante los prejuicios de otras personas. Son trabajos que reivindican la libertad de ser, de amar, cuestiones que son fundamentales y que nadie debería discutir. Con Gabriel, llegado un momento siente que no se identifica con su anterior identidad, que no es la persona que él desearía ser, son historias de personas que no se conforman. Escuchan sus pensamientos y sentimientos y, conforme a lo que escuchan, dan los pasos en el camino dentro del motor que mueve sus vidas, y del sentido que le quieren encontrar a sus vidas.
En el caso de A los que viajan, quizá no hay una denuncia social propiamente como en los otros dos trabajos, pero sí es una historia de personas que también sienten. De hecho, mi trabajo se titula A los que viajan porque digo que es un homenaje a las personas que viajan y, sobre todo, a los que sienten. Porque son personas que, aunque no tengan una lucha social como Gabriel, como Vera y Victoria, son personas que en estos trayectos reflexionan sobre sus sentimientos, sobre lo que quieren hacer con sus vidas. En esas cuatro horas, veía en muchos momentos personas ensimismadas dentro de sus sentimientos, de sus pensamientos. Por eso hay estas miradas ausentes de algunos retratos, porque están un poco en los momentos en los que uno deja de ser, como dice Miguel Ángel Hernández en el texto de DÚO, en estos tiempos muertos de espera, de travesía entre ciudades en los que se puede ver la profundidad de estas personas, esta complejidad que se puede apreciar en las miradas perdidas y ausentes que se observan en el trabajo. Al final, es una reflexión sobre los sentimientos, sobre esta introspección hacia lo que sentimos, hacia lo que vivimos.
Ahora que has vuelto a mudarte a Madrid, ¿qué encuentras en la capital, y qué relación mantienes con tu lugar de origen, Murcia?
He vuelto a Madrid, pero siempre digo que tengo un pie en Madrid y otro en Murcia, porque al final paso temporadas en una ciudad, y paso temporadas en otra ciudad, y nunca logro escaparme de ninguna de ellas porque ambas me atrapan. De Madrid me encanta la oferta cultural, es una ciudad muy viva, muy rica, en cuanto a experiencias culturales de poder ir al cine, al teatro, ver estrenos, tiene gente muy diversa, muy cosmopolita, y es una ciudad que me encanta. De hecho, si estoy mucho sin estar en Madrid anímicamente siento que tengo que ir. Yo amo Murcia, me he criado allí, tengo mi familia, mis amigos y es donde tengo el núcleo duro. En Madrid tengo amigos, pero son personas que conozco menos tiempo, las amistades de toda la vida están en Murcia y volver a ella, es de repente volver a casa, ver a tu familia, estar con ellos, comer con ellos, es una experiencia increíble que echo de menos cuando paso mucho tiempo en Madrid, lo necesito como el aire que respiro para vivir. Ambas ciudades me encantan, necesito pasar un poco de tiempo en cada una de ellas, y la verdad es que la profesión que tengo me lo permite porque estoy unos meses dando clases en la Escuela TAI de Madrid o con encargos en Murcia, o viajando… No me quejo, la verdad.
Fotos cedidas por la artista.