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Murcia Inspira - “Está pasando con la literatura lo que lleva pasando un tiempo en Murcia con la música”

Mahn y Leo han sido -y son- mis mentores literarios, quienes me han enseñado de qué va este loco mundo de las letras, quienes me han recomendado lecturas imprescindibles y me han presentado a escritores y escritoras con los que nunca habría tenido oportunidad de coincidir. Me han animado siempre a seguir escribiendo y, llegados a este punto, debería darles las gracias de corazón y pedirles que me guarden una plaza para el próximo curso de escritura del Club Renacimiento. ¿Qué cómo no he ido todavía? Yo tampoco me lo explico. Pero ya os digo que después de esta charla no me quedan dudas y sé que, cuando la leáis vosotros, cuando conozcáis a estos dos escritores, profesores y lectores, haréis lo mismo ¿Nos unimos al club y empezamos a leer y a escribir mejor? Tal y como están las cosas, no me extrañaría que el próximo premio Nobel saliera del Club Renacimiento. Ubicación: Murcia, por supuesto.

Miguel Ángel, Leonardo, el Club Renacimiento pedía a gritos erigirse como sociedad real, tener una sede, pero lleva existiendo ya un tiempo… 

Leonardo Cano: Sí, lleva existiendo desde que un escritor amigo nuestro, Javier Gutiérrez, nos presentó como sus amigos del Renacimiento en la fiesta de Planeta de la Feria del Libro hace unos seis años. Empezamos a hacer presentaciones, a organizar algún acto cultural y nos anunciábamos así en las redes.

M.A. Hernández: Creo que lo primero que hicimos fue una charla, precisamente, con Javi Gutiérrez, sobre la escritura en la sala AB9.

L: Por la Noche de los Libros, sí. Luego vino la idea de dar cursos, porque ya lo hacíamos por separado en bibliotecas, centros culturales… Llegó la necesidad de montar una escuela de escritura de Murcia con escritores murcianos, y no tuvimos que buscar nombre porque ya lo teníamos.

Lleváis casi todo el peso cultural, literario sobre todo, de la ciudad de Murcia ¿Cómo se gestiona eso?

M: Es verdad que llevamos un peso importante, pero hay muchísimas cosas que no organizamos nosotros. En los últimos seis años, en Murcia ha tenido lugar una eclosión de muchísima gente que está haciendo muchas cosas a la vez: editoriales, librerías, asociaciones… Se trata de un momento de efervescencia que coincide con la cantidad de gente que escribe y que quiere escribir. Se ha dado un ambiente muy literario en los últimos años.

L: La idea también de montar la escuela viene un poco a consecuencia de recoger ese ímpetu de los escritores murcianos. Cuando vamos fuera y nos hacen entrevistas, la última pregunta siempre es ¿qué pasa en Murcia? Hay un montón de escritores publicando en editoriales nacionales, hay gente ganando premios… Para responder a esa pregunta creamos el Club Renacimiento. Miguel Ángel tiene razón con que están pasando muchas cosas en Murcia, pero es verdad que si te pones a mirar el Facebook de Mahn, parece que hay un solo hombre que lo presenta todo.

M: En Murcia está pasando lo que decía Gómez de la Serna que pasaba en Madrid a las seis de la tarde cualquier día: que dabas una conferencia o te la daban. Aquí, o presentas un libro o te lo presentan. Ya casi se echa en falta alguien que agende todas las presentaciones de libros que se organizan en la ciudad.

L: Está pasando en literatura lo que ya lleva pasando un tiempo en Murcia con la música, que los conciertos se solapan como si esto fuese un festival en el que en los distintos escenarios están tus grupos favoritos. Hace unas semanas fuimos a la conferencia de Antonio Orejudo, en Molina de Segura, porque nos mandaron un mensaje el día antes, si no, ni nos enteramos. Creo que tiene que ver con el exceso de información, en ese ruido se pierde uno muchas cosas. Está bien, cada vez Murcia se parece más a una ciudad grande culturalmente hablando.

Murcia Inspira - “Está pasando con la literatura lo que lleva pasando un tiempo en Murcia con la música”

¿Creéis que quizá hay mucho ruido y pocas nueces?  

M: Hay de todo y a todos los niveles. Antes se decía que había mucha gente escribiendo pero no había librerías. Ahora ya no nos podemos quejar de eso, hay librerías y de todo tipo. Y además hay editoriales. Hay toda una serie de editoriales en Murcia que están haciendo bastantes cosas, asociaciones, talleres, gente que quiere escribir… Están casi todos los niveles de la cadena literaria. Desde el que escribe, hasta el que aprende, desde el que compra libros hasta el que publica. Es bastante real la imagen de lo que está sucediendo.

L: Es cierto que de lo que más hay es gente que quiere escribir y yo creo que auspiciados por todo lo anterior. La existencia de librerías, de premios literarios, de presentaciones, de escritores murcianos que ganan premios, que publican en editoriales buenas… Todo eso hace que la gente tenga un deseo de escribir. Es mucho más fácil tenerlo cuando alguien a quien tú conoces, o al que has visto por la calle, ha conseguido publicar o ha obtenido algún premio.

Sirve de inspiración 

L: De inspiración y de sensación de sí se puede. Este fue vecino mío o esta fue profesora mía de no sé qué… Te das cuenta de que a lo mejor no hay que hacer una prueba tipo astronauta, sino que únicamente hay que ponerse a escribir. Solo eso. Creo que Murcia, culturalmente hablando, está boyante.

M. Falta un gremio de libreros, algo que unifique todo lo que cada uno hace por separado. Una asociación, un gremio… algo que ponga todo eso en común y en conjunto. O una asociación de la crítica murciana (Risas).

¿Hay lectores para tanta oferta? 

M: En cualquier caso no es una cosa que sea exclusiva de Murcia. En general, es cierto que hay más gente que escribe que gente que lee. Si a toda la gente que escribe le diese por leer, estábamos salvados. Hay una pulsión de escritura que no siempre coincide con la pulsión de lectura, y en los últimos años, toda una serie de personas a las que se podría calificar de lectores puros, son ahora lectores que quieren llegar a escribir en algún momento. Cada vez quedan menos lectores puros, lectores a los que no se les vaya a pasar por la cabeza escribir en algún momento.

L: Los hay, nosotros en la escuela los tenemos, gente que viene a aprender a leer mejor, a comprender mejor las cosas que leen. Antes, las novelas decimonónicas eran el Juego de Tronos actual. Es normal. Y aunque hayan bajado las ventas, también es verdad que todos los años hay unos cuantos libros que se venden muy bien.

M: Es cierto que en los últimos años sí que ha habido unos tres o cuatro libros que te dan la esperanza de que la literatura puede tener futuro. Ordesa o Patria, por ejemplo. Antes, la literatura de calidad tenía lectores, pensad en el Boom Hispanoamericano, eran best seller.

L: Bueno, tenían compradores, porque ¿tú crees que los compradores del Círculo de Lectores se leían todo lo que compraban? 

M: Eso sí que se ha perdido. La gente no se compra un libro para tenerlo en su casa por si acaso o porque dé más caché. 

L: Antes la gente compraba libros como si fuera una inversión, pero ahora se han dado cuenta de que no lo son. Las librerías de viejo están llenas de libros de nuestros padres que compraron en el Círculo de Lectores. 

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Que, por cierto, han abierto varias librerías de segunda mano en Murcia 

L: Mandrágora, Libros Traperos, La Candela… 

Hablando de series, el otro día leí una entrevista a Belén Rubiano en la que decía que el verdadero enemigo de los libros eran las series. A vosotros os gustan mucho, ¿creéis que se pueden compaginar? 

L: Enemigos tampoco, pero sí que es verdad que ahora, la gente llega a casa a las nueve de la noche, cansado de trabajar y la lectura necesita un espectador cómplice, un lector al que se le requiere un esfuerzo y muchas veces no se está para eso. Hay muchas series, sobre todo las que todo el mundo dice que son buenísimas, que en realidad son muy malas ,y te atontan un poco, pero luego hay otras que son tan buenas o mejores que la literatura.

M: También es muy importante la función social que tenían antes los libros. Si tú quieres hablar con la gente en la calle o quieres tener algo que decir en Twitter, tienes que estar viendo la serie que están viendo todos. Al final es la clave de la conversación. Tú no te vas a un bar y dices, “¿cómo llevas el último de Vila-Matas?”. Es más bien un “¿Has visto ya el último capítulo de Juego de Tronos?”.  La literatura ya no forma el discurso público, no sale en las noticias, no sale en la tele. La gente habla de series, de cine… La literatura se ha convertido en algo residual.

L: Se habla incluso de la técnica. Se habló mucho durante unas cuantas semanas sobre el plano secuencia de True Detective. Imagínate hablando a toda España del cambio de narrador en La Ciudad y los perros. Pasamos del: “¿qué serie estás viendo?” al “¿qué opinas del plano secuencia?”. Es algo a lo que aspiraríamos. Aunque es cierto que las series se alimentan mucho de literatura y la literatura actual también se alimenta de las series.

M: La literatura es insustituible y a mí me parece superior a cualquiera de las demás artes de la imagen. Una serie o una película, te dan mucho para pensar, pero muy poco para imaginar, al menos casi nada comparado con los libros. En literatura, cada lector es soberano, se imagina al personaje, los espacios… Se le concede una agencia al lector que no conceden las series de televisión y eso hace que el libro sea más poderoso que ninguna de las ficciones y de los entretenimientos; lo que ocurre es que requiere más trabajo, requiere un esfuerzo que luego no es tanto. No hay nada que me guste más que leer, no hay serie que cambie por un libro.

L: Es verdad que el libro es algo más activo, frente a las series, que requieren a un espectador pasivo. El mayor valor de la literatura, y se lo repito mucho a los alumnos, es que, frente al resto de artes, la literatura es la única vía que te permite asistir al desarrollo de una mente, a la exposición perfecta de la mente de una persona, el libro es la perfecta imagen o impresión de la mente de una persona y eso es la hostia. El poder decir, revelar, comprobar y disfrutar cómo una persona transcurre. Cuando un escritor es un genio, te mete dentro del personaje y te conviertes en él. 

¿Por qué hacía falta el Club Renacimiento en Murcia?

M: Había una serie de talleres, el de la Universidad, el de Lola López Mondéjar, es cierto, pero veíamos sobre todo una ganas, ya no digo demanda, porque demanda es una cosa como comercial, hay unas ganas, una pulsión, una necesidad de gente que quería aprender a escribir. Se necesitaba también otro taller, ni mejor ni peor, sino diferente y, seguramente, se vayan necesitando más, porque esto va creciendo, cuantos más talleres hay, más gente tiene ganas hay de escribir o hay más talleres porque hay más gente que tiene ganas de escribir. Para nosotros era necesario experimentar de manera vital la docencia de la escritura porque estamos convencidos de que a escribir se aprende, se nace con cierto talento, puede haber algo que no se puede enseñar, que esté en el ámbito de lo intangible, pero, desde luego, hay muchísimas cosas que se enseñan. Yo habría pagado mucho por asistir a un taller así.

¿Y por qué creéis que no se entiende muy bien que un escritor pueda aprender a serlo? 

L: Para mí siempre ha estado la idea del escritor hecho a sí mismo, nacido del puro talento y de la nada.

M: El talento innato existe y está en la base del artista que nace, pero es cierto que las técnicas en todas las artes se han aprendido, el pintor desde el principio tenía que ir a aprender a los gremios y a las academias. En España no se ha enseñado a escribir ni de modo creativo ni de modo normal, es una asignatura de vergüenza. Es una vergüenza que no haya una asignatura que enseñe a escribir, a argumentar, a plantear ideas, a debatir. El lenguaje parece que es una cosa que utilizamos continuamente pero no le prestamos la atención que requiere y así nos encontramos con una sociedad en la que la gente no sabe escribir, ya no novelas o relatos, si no mensajes de Whatsapp. Creo que eso debería cambiar para que nos entendamos entre nosotros. En el mundo anglosajón siempre se ha enseñado a escribir desde los primeros niveles educativos, tienen una asignatura que se llama Composition, donde aprenden a plantear un texto y también tienen clases de escritura creativa, hay incluso carreras de escritura creativa. En España nunca se ha hecho eso, pero de un tiempo a esta parte parece que está empezando a funcionar.

Quien llega aquí y se sienta en estas sillas, ¿cómo llega? ¿qué va buscando?

L: Gente que lee mucho o bien que tiene curiosidad por escribir, gente que ya escribe desde hace tiempo y quiere mejorar en su escritura, gente que quiere conocer a los escritores y las escritoras, quiere ver cómo abrirse paso… Tenemos de todo, desde alumnos que llevan con nosotros tres años y nunca han publicado y no quieren publicar, a gente que ha ganado concursos como el Rendibú de La Verdad de Murcia.

M: Hay gente que escribe muy bien, casi a un nivel profesional. Lo importante es, sobre todo, acostumbrarse a escribir, es una de las cosas fundamentales: la gente se obliga a escribir de una semana para otra. Uno de los problemas que tiene el escritor es ponerse a escribir. Desafortunadamente, no nos dedicamos constantemente a ello, así que, al final, hacerlo es robar tiempo. Lo que ocurre con la gente que pasa un año aquí es que se va con treinta relatos, todas las semanas escriben algo, lo que acaba configurando una rutina y es, muchas veces, lo que falta. Si no tienes ningún tipo de obligación, de presión o de oportunidad para presentar lo que vas a escribir en público, lo dejas y ese es el peligro máximo de la escritura: la procrastinación. Ya escribiré. A escribir se aprende escribiendo y para escribir es necesario el estímulo de saber que lo vas a mostrar en público. Sabes que mostrándolo, el relato va a mejorar, que escuchando lo que han escrito los demás vas a aprender lo bien y lo mal que lo han hecho. Se crea una especie de comunidad de escritura y literaria muy importante; el trabajo del escritor es un trabajo solitario y el hecho de compartirlo le da una perspectiva nueva a algo que cae fácilmente en la soledad más absoluta.

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¿Qué habéis aprendido vosotros en este tiempo?

M: Un montón. Yo he aprendido casi más enseñando que escribiendo. Creo que en mi última novela, los diálogos no los habría hecho así, si no hubiera dado las clases de diálogos de estos años. Escuchando a los alumnos, te das cuenta de que lo que para ti es de un modo, para otros es totalmente diferente. Todo te enriquece. Hay algo fundamental: la literatura no es ciencia. Esto no es así y solamente así, hay distintas visiones. Muchas veces algunas apreciaciones de los alumnos te cambian la percepción. También el hecho de plantearte decisiones de escritura y de técnica hace que aprendas mucho. Yo lo he hecho durante todo este tiempo, debería pagarme a mí mismo (risas).

L: Es un taller que no solo está enfocado a la visión de los profesores, sino también a analizar la visión de otros muchos escritores y escritoras, lo que nos ayuda a fijar nuestras querencias y nuestra forma de entender la literatura. Uno de los errores que siempre tienen los talleres es el excesivo personalismo, como lo da un escritor o una escritora solo aporta su modo de entender la literatura. Aquí, lo bueno es que además de ser bastantes profesores, intentamos analizar las formas de escritura de los distintos autores, este lo hace así, esta autora lo hace de esta otra manera… Nos sirve mucho para crearnos un olimpo de nuestros gustos y criterios. Yo estoy escribiendo ahora otra novela y veo que todas las decisiones que en el pasado me costaba más tomar, ahora las tengo más claras. 

¿Cuál es el mejor consejo dais en vuestras clases?

M: Escribir requiere tiempo y trabajo, y los alumnos se dan cuenta de que los textos van mejorando una y otra vez con correcciones, con un tiempo de descanso, con un mirarlo otra vez, un fijarse en todo. La idea ingenua de que un texto nace de forma natural y se publica tal cual, no es real. Un texto, como cualquier cosa en la vida, necesita trabajo y creo que lo que aprenden los alumnos es que todo texto es mejorable. Un primer texto no puede quedar bien a la primera, necesita dos, tres, cuatro vueltas.

L: Luego está la idea de que hay mucha gente atascada en una situación que se da mucho y que es la siguiente: tú escribes y tu familia y tus amigos te dicen que escribes muy bien, y nadie te dice por qué escribes bien o qué te faltaría para escribir mejor. Lo mejor que se le podría decir a alguien que quiere escribir es que hay que escribir. Tú escribes tus tres frases, las pules, cada día le das una vuelta, como decía Oscar Wilde, “hoy me he tirado toda la mañana para quitar una coma que por la tarde he vuelto a poner”, pero no sabes salir de ahí. Por eso animamos mucho a hacer ejercicios sin parar, a escribir en un blog, a intentar ir a presentaciones… Otra cosa que creo que enseñamos desde el principio es que para escribir no se necesitan todas las palabras del diccionario ni las palabras más extrañas o cultas. La buena escritura es la escritura natural, la que parece natural y te va llevando por donde ella quiere hasta contarte una historia. Esa idea de que se escribe con las palabras justas.

 ¿A alguien que no sabe todavía si escribir, que tiene un poco el gusanillo pero no sabe si quiere dedicarse a ello, le diríais que parara antes de salir herido o que siguiera con ello?

L: No le diría nada. Si tú quieres escribir, vas a escribir, aunque tengas una soga al cuello o una silla tambaleándose debajo de ti, vas a seguir escribiendo contra la voluntad de tu familia que quiere que hagas derecho, contra la voluntad de tu novio que dice que pasas demasiado tiempo solo y que no lo sacas por ahí… vas a escribir siempre. A esa gente no hay que decirle nada. Reconozco que hasta en las veces que he tenido que trabajar diez horas al día, opositando, haciendo mil millones de cosas, yo seguía escribiendo, apuntando cosas, dándole vueltas a algo en la cabeza para cuando tuviese un poco más de tiempo. La gente a la que le gusta escribir tiene esa pulsión interna.

M: Al final, tiene que ver con la vida. Ya no se trata de si me dedico o no a ello, sino más bien si vivo o no vivo con eso, respiro o no respiro. Ninguno de los que estamos aquí vivimos de esto. En realidad es una cosa que tiene que ver con una pulsión vital y con una necesidad, con algo que te tiene que gustar. Quien escribe, lo hace por entretenimiento, por placer o porque lo necesita para respirar, pero no porque vaya a vivir de eso, porque al final, ¿qué es dedicarte profesionalmente a la escritura? ¿Vivir de ella? En España lo hacen muy pocas personas. Yo, por ejemplo, no puedo vivir de mi escritura y parece que soy escritor, pero no. Escritor es quien está escribiendo o pensando en una novela pero no cuando vive de ella, sino cuando vive en ella. Es ingenuo pensar en vivir de la literatura, pero es necesario vivir en la literatura, creo que la clave es esa, vivir dentro, pero no aspirar porque eso no depende tanto de uno. 

¿Quién forma parte de vuestra educación literario-sentimental?

L: Desde los tebeos a Vargas Llosa, a Bret Easton Ellis, a LorcaCernudaGopeguiRodoreda… Todos los escritores que he ido leyendo desde pequeño. Quería ser como ellos. Cuando uno empieza a leer y le gusta lo que lee, prueba a continuar la historia haciendo algo que le apele directamente. Hay mucha gente que solo lee clásicos, que dice que es lo único que merece la pena; yo siempre digo que hay literatura actual que te está apelando directamente a ti. Es cierto que cuando estás leyendo Madame Bovarysientes que eres ese personaje, pero también es verdad que alguien está hablando de la bici que tú coges, del trap que tú escuchas, de La Resistenciaque ves en la televisión. Hay gente que está escribiendo ahora mismo de eso y puede que te apele más directamente, mi educación literario-sentimental se sigue creando; leo a Jenny Offill, o leo los últimos libros de Isaac Rosa y sigo emocionándome.

M: A mí me pasa lo mismo. Son capas de autores, unos van sobre otros y se van enriqueciendo, son diacrónicos, pero sincrónicos en el modo en el que funcionan. Bernhard, BeckettCioranPaul AusterVila-MatasVirginia WoolfMarguerite Duras, todos juntos con ahora mi diosa Siri HustvedtAnnie ErnauxIsaac Rosa… Al final es muy difícil encontrar a un autor que esté solo, funcionan todos al mismo tiempo y en consonancia con el mundo que te rodea, así que esa educación literaria está contaminada del arte, de la tele, del cine, de la música, de mil cosas que están afectando a lo que escribes. Todo está en contacto, la lectura de Leo de Isaac Rosa seguro que está mezclada con la lectura primera de Cortázar y al final está formando su manera de entender la literatura que es una superposición.

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Los dos habéis publicado novelas recientemente. Miguel Ángel, tú aún sigues en la cresta de la ola con El dolor de los demás y acaba de ver la luz el diario Aquí y ahora que está en el backstage de la novela. Leo, tú publicaste en 2016 La edad media y estás preparando algo más. Los dos, creo yo, sois bastante amantes de la autoficción 

M: La relación de la literatura con lo autobiográfico y con la experiencia siempre ha sido transversal, es cierto que en los últimos años, eso se ha juntado con una pulsión de lo real en los documentales, en la no ficción, que han ido de la mano, como si en un momento de posverdad, la gente buscase anclajes de realidad, y se han producido libros que son fantásticos y libros que son basura, como en todo. A mí no me gusta hablar demasiado de los géneros, puede ser problemático porque en cada género hay obras buenas y obras malas y en la autoficción, también, porque está al límite muchas veces de la pornografía sentimental, de la exposición de la intimidad en un sentido muy parecido al que pueda estar Sálvame o Facebook. Un libro es bueno, no por lo que cuenta, sino por cómo lo cuenta. En mis últimos libros es cierto que trabajo la autoficción y en los otros me aprovecho de mi experiencia como cualquier autor se aprovecha de la suya. Cada historia requiere un modo de ser contada, a la gente le gusta leer cosas reales, sí, pero a la gente le gusta leer buenos libros, eso es lo fundamental.

L: Aparte de estar escribiendo una novela, tengo a medio una tesis sobre la autoficción e internet, que algún día terminaré. La gente habla de la autoficción en un sentido muy amplio y para mí la mayoría de esas novelas serían autobiográficas. Creo que si en la última novela de Miguel Ángel, el protagonista se llamase de forma diferente a él y en mi novela uno de los personajes se llamara Leo, la gente diría que mi libro es más autoficción que el suyo. Necesitas buenas obras, sí que creo que es verdad que nos llega más algo que creemos real, pero la diferencia es que en literatura lo importante no es que sea real, sino verosímil. Poner un personaje que se llame como el escritor o la escritora es solo un artificio más para hacer creer al lector que lo que lee ha sucedido, pero no siempre es así y al final cualquier escritura, por más autobiográfica, por más realista que se quiera hacer, es ficticia. Sí que hay algunas novelas catalogadas como autoficción que están surgiendo ahora y están provocando quizá una mayor querencia hacia los textos autoficcionales. Pero esas nuevas ficciones que se escribirán tendrán tintes autobiográficos, de la misma manera que todas las novelas que la gente cree que son autoficción o realistas, son totalmente ficcionales. Es un juego y en ese claroscuro nos movemos todos. En literatura hay muchas cosas que los autores esconden, que enseñan, en ese juego de dosificación y ocultación está el arte. Yo prefiero leer historias que jueguen conmigo, que sean imaginativas, que me sorprendan, que me choquen. Me gusta encontrar ideas locas, que me hagan pensar, y todo eso se puede tratar desde muy diferentes géneros. Creo que solo hay un género, el de la buena literatura. Cuando una novela de ciencia ficción es buena no se dice que es una buena novela de ciencia ficción, sino que es una novela cojonuda,  y luego que va de esto o aquello; con la novela negra, igual. Cuando son buenas se dice que son obras maestras, el género va después.

La última entrevista que hice fue a Marta Sanz y una de las cosas que más me interesa de lo que ella habla y teoriza es sobre la cuestión de que lo personal es político y se puede entender muy bien tanto en los libros que ella escribe, que son casi cien por cien autobiográficos ¿Estáis de acuerdo con esa idea de que lo personal es político?

M: Sí, es una idea que viene de los sesenta, una idea de Foucault, de cuando él está convencido de que la política no está en los grandes movimientos, en las grandes batallas, sino que está en lo más cercano y en nuestra red de acción directa, lo primero es el cuerpo. Empezar por lo más cercano, solo podemos cambiar el mundo si nos aceptamos a nosotros mismos. Lo que decía Foucault era que la sociedad no es una red de ideas difusas sino que construye los cuerpos; nuestro cuerpo no es solo nuestro, es un cuerpo social, por eso cuando la gente hace huelga de hambre, hace huelga contra la sociedad en su cuerpo, por eso no se permite la eutanasia, no es porque se maten ellos, sino porque matan a una parte de la sociedad. El cuerpo es social, y si es social, es político. La primera manera que tenemos de aceptar a la sociedad es transformando nuestro cuerpo, porque no solo transformamos nuestro cuerpo, transformamos lo social. Por eso el feminismo entendió que la mejor manera de empezar a transformar las cosas no era en el nivel macro, sino empezando desde abajo, en la políticas del cuerpo y en las políticas de lo personal y, claro, no hay nada más personal que la literatura en la que estás trabajando desplegando un cuerpo y una mente. De hecho, son los libros los que cambian muchas veces las cosas; lo que pasa es que el modo en el que trabaja la literatura y el arte a diferencia del que trabaja la política no es por acción directa si no por acción diferida, como decía Freud. Las cosas se dicen, causan una acción y van poco a poco teniendo un efecto, ahí es donde trabaja el arte. Eso es lo que diferencia y es uno de los problemas de la literatura y del arte en general, lo que diferencia la literatura del panfleto. Cuando la literatura quiere trabajar como trabaja la política en el sentido de acción directa, se convierte en política y en panfleto, tiene que trabajar a un nivel mucho más sutil, más directo pero mucho más efectivo, porque es la transformación a largo plazo. El panfleto te dice lo que tú ya sabes, a favor o en contra, mientras que la literatura trabaja con las emociones.

L: Lo personal es político, por supuesto, toda la literatura es política, pero si todo es política nada es política y lo interesante de la literatura es su complejidad. Como decía Susan Sontag, “lo bueno de la literatura es que la verdad en literatura es una verdad cuya contraria también puede serlo”. Esa contrariedad es la que hace de un libro una buena obra de arte, el hecho de que podamos asistir a la complejidad del mundo. Si hablamos de que toda la literatura es política, en el sentido de que tu novela tiene que posicionarse hacia un lado o hacia otro, creo que perdemos la complejidad de ese mundo. Sí que creo que una buena novela es una visión sobre el mundo, pero las visiones no tienen que ser maniqueas, y no tienen que posicionar al lector, sino poner sobre la mesa unos temas socialmente importantes, para que el lector se posicione solo y piense qué haría si le pasara lo que le está pasando al personaje. Como ha dicho Miguel Ángel, lo malo sería dirigir al lector, “si haces esto te salvas”, al final sería una religión y la literatura como religión a mí no me interesa.

Recomendadme un libro que me vaya a gustar de verdad

L: Departamento de especulaciones, de Jenny Offill, El dolor de los demás, aunque ese ya lo has leído. Uno que reeditó el tristemente desaparecido Claudio López LamadridLos Diarios de Cheever, que me parecen una obra magna de la literatura. 

M: Lluvia finade uno de los mejores narradores españoles, Luis Landero. Es perfecto. Landero es dios en la manera de narrar, quizá todo lo contrario de lo que se piensa que debe ser la literatura moderna, experimental… No, la literatura se trata de contar historias, y tú abres el libro de Landero y no lo sueltas hasta el final, no sabes por qué estás ahí, pero te cuenta una historia de modo perfecto. Creo que es de los mejores narradores, no de España, sino en el mundo. Es de lo último que he leído, y me ha reconciliado con la ficción, con la literatura de toda la vida que trata de contar una historia. Te diría otra, de las raras que leemos nosotros, y que sería lo contrario a la novela de Landero: 5, de Sergio Chejfec.

Murcia Inspira - “Está pasando con la literatura lo que lleva pasando un tiempo en Murcia con la música”

Fotos: Paula Mínguez.


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