Hemos quedado para comer, cada uno con su plato de arroz con verdura, a 600 km de distancia. Aunque él apenas come; como buen post-punk, se ha bebido un par de cervezas antes y está lleno. Eran sin alcohol. Ahora es un post-punk feliz y poco torturado y me cuenta todos los eventos a los que planea asistir este fin de semana: conciertos, pinchadas. Es un chico muy ocupado.
¿Listo?
Espera, no sé si ponerme en la cama. Así estoy más cómodo. (Nota de la redactora: Se coloca mientras yo encuentro un pelo rojo en mi plato). Y así me puedo quedar dormido luego. Un segundo, voy a ponerme el despertador. Venga, retrátame.
A ver, céntrate. Llevas tantos tatus como horas tiene el día. En uno dice «Love will tear us apart», la famosa frase de Joy Division. El amor, si es bueno, ¿desgarra?
Es una frase muy potente que representa todo el movimiento post-punk. Ian Curtis, que es uno de los personajes más míticos de la corriente primigenia, es la representación en carne y hueso de eso: de la melancolía, el personaje atormentado que compone, que es muy sensible… Tanto, que no sobrevive. De hecho, muy joven se va. Bueno, se suicida. La canción tuvo mucha importancia en una época de mi vida. El amor nos destroza, sí, en algunos aspectos, y en ese momento acabó destrozándome. Pero es muy bonico. (Risas).
¿El tatu o el amor? ¿Qué otras influencias tienes?
Aparte de Joy Division, The Cure me flipa. Y así, más luminoso, The Smiths: la forma de cantar de Morrisey me parece impecable. Y la estela de grupos que han venido después, sobre todo en la escena rusa, como Motorama, Human Tetris y Manicure; y más europeos como Soviet Soviet, Havah, Itovsk… En España hemos tenido una etapa oscura muy guapa con Golpes Bajos y grupos así, y ahora están los murcianos Tumefactum… y Consejo también mola.
Os ha sacado un sello ruso. ¿Sois como Sugarman, pero allí?
Muchas veces fantaseamos con que tenemos una fama internacional de la hostia en toda la estepa. (Risas). Es muy guay para un grupo post-punk que les publique un sello ruso. Además, moscovita. Nuestros compañeros de sello son guapísimos, y encima somos los únicos españoles. Hacemos tiradas pequeñitas de discos, de hecho a España siempre llegan pocas copias. Pero así, dentro de nuestro círculo al menos, se engrandece más la leyenda.
Eso es, solo habéis sacado 30 copias, edición cuidada y limitada…
Así trabaja la discográfica, del primer EP van por la segunda edición. Ya han hecho 60.
Wow.
Claro. (Risas). Lo hacen todo manual, numerado a mano, yo soy muy fetichista de esas cosas.
Me han dicho que todavía sigues grabando CD’s para repartirlos por conciertos ajenos.
Sí, con portada fotocopiada, para regalárselo a la peña a la que le pueda interesar. Al final es el rollo DIY, que es lo guay dentro de la escena punk. Lo gestionamos, lo cocinamos y lo comemos nosotros. Así le pones mucho más cariño. Que también estaría genial estar en un sello tocho que te haga mil copias, pero estamos muy contentos con lo que tenemos.
No, pero además el sello ruso va genial para tu comunismo. ¿Cuál crees que debe ser la relación entre arte y política?
Las letras de Consejo tienen ese componente porque yo soy una persona muy política: he sido activista, soy militante comunista… y al componer letras siempre expreso lo que pienso. Es eso, expresar mis pensamientos cantados.
Cito: «lluvia de adoquines sobre la Nacional. Señor armador, esta tarde nadie a trabajar».
Claro. El armador es el jefe de los astilleros. Esa canción tiene el punto histórico por la huelga de astilleros de Bazán, en Cartagena, cuando quemaron la Asamblea Regional. Que a mí, sinceramente, me hace mucha gracia. Pero esa letra es también de Ángel Calvo, que estaba antes de formar la banda como tal.
Al escuchar la canción (Asamblea) yo había entendido «Señor Amador», y me he confundido con Amancio: pensaba que era una denuncia contra el capitalismo. Tampoco habría estado mal, ¿eh? Me podéis contratar como letrista si queréis.
Vale. En los siguientes EPs metemos la lucha de clases, el pobre contra el rico… Que no quiere decir que Consejo sea un grupo comunista, pero yo, que soy el que hace las letras, pues sí que lo soy. Así que puedo hablar de un desamor, de lo mal que me trata la vida –o lo bien que me trata la vida- o de lo que me interesa políticamente hablando.
Al principio erais más felices, ¿no? Y también más irónicos en las letras. Ahora hay más nostalgia, más decadencia, es más noise. ¿Así estáis madurando?
El matiz más happy es por la presencia de Ángel Calvo al principio. Ahora es un proyecto más mío, y yo siempre he tirado hacia esas influencias más oscuras. La evolución noise es porque, al meter más gente, cada uno se trae cosas de casa.
Así, en el trato, eres bastante alegre. ¿Eso cómo casa con esa oscuridad tuya?
Pues no lo sé. Como todo el mundo. Tenemos nuestras cosillas.
De hecho, en todas las canciones se ve el contraste entre luces y sombras. Por eso es más profunda la música, no es lineal, tiene altibajos: como la vida.
Eso iba a decirte, que al final la vida es una lucha constante: de sentimientos, de emociones. El punto de que la música vaya oscilando hace que te enganche un poco más. Algunas letras también tienen la parte esperanzadora, «el componente bonico», no solo la melancolía.
Aparte de ser famoso en Rusia, tu fama local viene por haber trabajado muchos años en el Bar Ocio. ¿Cómo está la escena musical murciana que se suele codear por esos lares?
(Risas). No es que me considere famoso por haber trabajado en el Ocio, pero mi carrera artística la he desarrollado compaginando el trabajo allí, con la época de La Maniobra de Q, de Consejo en paralelo, también de pinchar música… No es que sea famoso, pero…
¡Eres famoso! (Risas)
No, pero llevo tiempo dentro de la escena musical, y ahora está en plena efervescencia. No solo el movimiento post-punk, más oscuro. Tenemos grupos como Nueva Generación, Tumefactum, Pájara Rey, que lo va a petar muchísimo, Neon Lights, Yana Zafiro, Flamante… Todos hacen que Murcia sea muy rica musicalmente. Cada vez hay más sitios para tocar, la gente se mueve más, está más inquieta, y hay movimientos experimentales muy chulos.
Como decías antes, también estuviste en La Maniobra de Q. Ahí no cantabas, pero tocabas la guitarra y escribiste las letras de más de medio ‘El daño está hecho’. Este grupo es más tierno, más pop.
El componente común de La Maniobra es que todos amábamos a Los Planetas. Todos habíamos crecido con su música, habíamos aprendido a tocar instrumentos por ellos… Seis personas haciendo música homenajeando a Los Planetas. Me lo he pasado muy bien tocando con ellos. ‘El Daño’ lo compuse más de la mitad yo y el siguiente EP… prácticamente también lo compuse yo. (Risas). ¡Yo, yo, yo!
¡Yo, yo, yo! ¡Manu Egea!
Las letras de ‘El Daño’ son totalmente una ruptura. Una ruptura mía, además, me sirvió ahí de terapia. Es verdad que es más alegre musicalmente, más suave, más accesible, pero las letras son incluso más duras que las de Consejo.
Bueno, a lo que importa. ¿Qué opinas de Rosalía?
Pues Rosalía, la verdad es que… (Risas). Es una pesada. Pues me mola lo que hace, tiene un talento increíble, pero nos están bombardeando demasiado con ella por todos sitios. No me meto tampoco, que haga lo que quiera. Un saludo, Rosalía. (Nota de la redactora: Manda un beso).
Vale, pues ya está. Con ese beso a Rosalía ya puedes dormir.
¿Ya?
Sí. ¿Quieres decir algo más?
Los fascistas no bailan en nuestra oscuridad.
Bosteza otra vez.
Yo tomo nota y se lo digo:
«Manu no es un punki ni un punk, es un post-punk, que es diferente, y además no solo duerme, aunque ahora tenga sueño. También hace cosas de política y de DIY y tal».
Él asiente y agrega: «Manu está pensando en comerse unas natillas antes de la siesta».
Fotos: Fran Bécares