El pulmón verde de Murcia está debilitándose; en continuo cambio, sin saber qué dirección tomar. Sus tierras están siendo olvidadas, ocultadas con hormigón y perdiendo su huella original. Nuevos habitantes llegan desorientados, salpicando el territorio con viviendas sin cultivo y arrebatando el tan preciado entorno a sus huertanos. Marcos y Fernando, llevan años implicados en el estudio de estos fenómenos, enamorados de las capacidades de este territorio. Recogen sus investigaciones en el libro Cinco Palmos, un análisis cuantificado de los cambios de la huerta desde mediados del siglo XX hasta la actualidad.
Entro al LIURB. Escritorios llenos de investigadores, ocultos tras sus pantallas, ensordecen el entorno con sus murmullos. Una gran mesa de trabajo reside la sala. Ahí están Marcos y Fernando, inmiscuidos en uno de sus proyectos; me están esperando.
Para ir entrando un poco en el tema, quiero preguntaros ¿qué es para vosotros la huerta de Murcia?
(Nota de la redactora). Ambos cruzan la mirada y comienzan a reírse. Parecen sentirse cómplices en la respuesta.
Marcos Ros: Así, a priori, diría que es uno de los territorios más complejos urbanísticamente y ambientalmente que existen en el territorio español. Una mezcla de urbano, periurbano, agrario, paisaje cultural, que lleva acumulado capas desde hace más de mil años y que ha sufrido una transformación brutal en los últimos 50 años. Para nosotros, sobre todo, es un lugar apasionante para investigar, conocer cómo funciona y trabajar sobre él.
Fernando M. García: Particularmente, a nosotros nos interesa, como ha mencionado Marcos, por esa capacidad de transformación que ha tenido durante los años. Desde la formación y transformación inicial de todo ese territorio en una huerta, toda la vida social que incorpora y todas las transformaciones sucesivas que ha ido teniendo.
Ahora que comentáis estas transformaciones de la huerta, ¿cuáles son los principales cambios que se han producido? ¿Y a qué se deben?
FMG: Bueno, depende de dónde pongamos el final ¿no? Desde el inicio y formación de la huerta, con la creación de la Contraparada, de las acequias, hubo una primera fase de colonización agrícola de ese valle, es decir, de habilitar ese terreno para que tuviese agua, principalmente, y para poder cultivar en él.
Ese proceso llevó la mayor parte del tiempo, hasta aproximadamente inicios del siglo pasado cuando comienza el fenómeno que hemos estudiado nosotros, la aparición de construcciones sobre ese tejido agrario que existía previamente.
¿Cómo se traduce esa transformación en la vida de la huerta?
MR: Fundamentalmente, se produce un cambio social y cultural en los últimos 70 años, al pasar de ser la huerta un territorio puramente agrario a uno que cumple todas las funciones: residencial, comercial, industrial, agraria, y todo entremezclado; ha habido un cambio muy potente.
FMG: El cómo vive la gente ahí, qué tipo de gente vive y en qué condiciones, dónde trabajan, si en el campo o en la ciudad… En apenas unos años, todo ese tipo de situaciones han cambiado.
Para la exposición de Cinco Palmos, hicimos unas grabaciones a gente que había vivido en la huerta de toda la vida y, simplemente hablando con ellos, vimos cómo habían experimentado todas estas cuestiones, las transformaciones que ha habido allí y, bueno, era muy enriquecedor. Al final, se reflejaba en la vida de cinco o seis personas, lo que nosotros habíamos estado estudiando con otros datos durante un cierto tiempo.
En ese vídeo a los huertanos, comentan que las parcelas han ido dividiéndose por los heredamientos. ¿Cómo influye este proceso en la transformación de uso de la huerta?
MR: Digamos que hay una cultura heredada en el propietario de los terrenos de la huerta: a partir de la época en que se empiezan a hacer viviendas, cuando empiezan los propietarios a irse a la huerta a vivir o poder vivir en la huerta porque ya hay mejores condiciones frente al rio, pues hay, como decía, una cultura en la cual mi tierra también es para mis hijos. Entonces, si tengo tres hijos que puedan hacerse tres casas y, para ello, divido la parcela en tres partes.
Todo eso ha ido pasando de una manera lenta pero imparable. De manera que, muchas parcelas que en origen podrían tener una superficie razonable de 2500-3000 metros van pasando a parcelas más pequeñas de 1000-1200; una tahúlla, media tahúlla… en la huerta hablamos de tahúllas más que de metros.
Al final, ese sentido de la propiedad ha fragmentado muchísimo el paisaje, lo cual le hace al paisaje ser más rico y más bonito ¿no? La fragmentación con los colores y los tipos de cultivos distintos dan más calidad al paisaje, pero a la vez, también esto ha fomentado la aparición de mas viviendas al haber más parcelas.
FMG: No creo que gran parte de las transformaciones que hemos estado midiendo de ocupación vengan de estos procesos, vienen más bien de la utilización externa a la huerta: gente que se compra una parcela en la huerta para vivir, porque resulta más barato que proporcionalmente un entorno en la ciudad y tiene unas condiciones ambientales, que desde luego son atractivas. Mientras se mantengan.
Con respecto a la ocupación de viviendas que estáis comentando ¿cómo se ha ido dando? ¿Hay zonas más perjudicadas que otras?
MR: Básicamente, nosotros el proceso lo tenemos cuantificado numéricamente y tiene unas etapas de más intensidad en las cuales ha habido más proliferación de vivienda, fundamentalmente de la década de los 80 en adelante. Y se ralentiza, se paraliza, a partir de la crisis de 2007.
La huerta más afectada tiene que ver con, digamos, un efecto gravitatorio de la propia ciudad: las zonas que están más cerca a esta o de algunos núcleos grandes de población, como Puente Tocinos o Beniaján, tienen mayor colmatación de usos, apareciendo entremezclados sin una separación, los usos residenciales, los comerciales, los terciarios, o incluso los industriales.
Y todo esto, ¿ha influido en la red de riego de la huerta? ¿Cómo es su estado actual?
MR: Más bien, la red de riego ha influido en todo ese proceso. Nosotros lo que tenemos constatado es que, en los inicios de la ocupación de viviendas en la huerta, tenían como lugares prioritarios, no solo los caminos principales sino también las acequias principales y, por lo tanto, la red de riego ha influido en la conformación de algunos patrones de ordenación en este aparente caos de la huerta.
En la actualidad, sí que ha perjudicado a la red de riego. Las zonas que se convirtieron en sitios más urbanos que rurales, dieron lugar a nuevas respuestas en sus habitantes. A partir de los años 80, por diferentes motivos, no querían tener las acequias abiertas, produciéndose así el famoso fenómeno del entubamiento de acequias. En muchos sitios, sistemáticamente, se han ido sustituyendo por tubos de hormigón cerrados, enlosados para hacer aceras o asfaltados para hacer carreteras.
El propio fenómeno de rururbanización u ocupación espontanea está terminando está terminando con un gran patrimonio cultural, visual y paisajístico de la huerta de Murcia, tener al descubierto la red de canales de riego; la huella viva de cómo funciona la huerta.
Afortunadamente, ahora parece que hay mayor sensibilidad. Allí donde se va a producir un entubamiento de una acequia siempre salta una alarma y parece que se está paralizando ese proceso, que en algunos sitios ha hecho desaparecer por completo de la vista, no del funcionamiento, el sistema de acequias.
FMG: De cara al futuro, toda la red de riego, las acequias, azarbes, los sistemas de ida como de vuelta de agua hacia el rio, son clave también para la ordenación futura de la huerta. Ya lo estaba comentando Marcos, tienen una relación con los núcleos de población, con esos asentamientos de viviendas que hay por la huerta, con lo cual, ahí habría una línea de unión, por supuesto, como elementos conectores ecológicos de esas bolsas de huerta que todavía permanecen y tienen una gran importancia.
Además, habría que estudiar o valorar el aporte a nivel de control del microclima del entorno que esas acequias pudieran tener. Creo que hay gente también investigando sobre la importancia de la red de riego en situaciones de fuertes lluvias, como sistemas de drenajes y de evacuación del agua, para evitar acumulación de agua e inundaciones en otras zonas. Y, desde luego, si en la huerta es deseable mantener esa función agrícola de las parcelas, necesitan una red de riego que debería mantenerse. Entonces, es un elemento clave en el territorio.
En el estudio de los patrones de ocupación que hicisteis, trazasteis las bolsas de huerta inconexas que han quedado libres de edificación ¿qué oportunidades pueden ofrecer esas zonas sin alterar?
FMG: Al final la huerta, tiene que ir hacia un modelo en el que convivan todas esas funciones o usos urbanos que tiene actualmente con el uso agrícola que aún permanece. Lo deseable sería mantener esas bolsas y, sobre todo, las conexiones o fomentar que estuvieran conectadas entre ellas a nivel ecológico, permitiendo un contacto paisajístico y visual a lo largo de los caminos con las zonas de huerta. Desde luego, son las grandes herramientas que tenemos para que eso se convierta en una red.
Y ahora, hablemos de cosas serias. Durante todos estos cambios que se han dado en vuestro periodo de estudio, ¿ha habido alguna regulación urbanística en la huerta?
MR: Si, básicamente, hasta determinada época del siglo XX, el planeamiento que había solo contemplaba la ciudad de Murcia. No fue hasta el plan general de 1978 cuando, además de establecer una ordenación general de todo el municipio, se añadieron algunas determinaciones para la huerta, que han influido mucho en ese patrón de ocupación de los años 80 en adelante. Concretamente, porque se establecían una serie de caminos principales enfrente a los cuales, aquellas parcelas que tenían fachada a ese camino principal podían edificar de una manera más directa, lo que por muchos años se conocieron como las agrupaciones lineales del municipio. Eso que pretendía ordenar (las construcciones ahí y el resto para cultivar), acentuó desde nuestro punto de vista el efecto isla: al edificar una vivienda, se deja de cultivar, la enloso, le cambio las especies vegetales por otras de moda en ese momento; y, además, le añado un cercado (sobre todo cuando da al camino principal) para generar más intimidad, de dos metros de altura, opaco y cerrado. Por lo tanto, cuando una serie de viviendas se van alineando, una al lado de la otra, todas esas vallas conforman un muro de manera que, tu puedes pasear por un camino en mitad de la huerta y no ver la huerta, porque solo ves los muros y parece que estés en una zona seudourbana. Si eso se termina formando, algunas agrupaciones que forman una celda cerrada o que van encerrando esas bolsas de huerta, quedan éstas aparentemente inconexas. Eso contribuye después a que a esas bolsas de huerta sea difícil llegar, se vayan abandonando.
Así que, hubo una regulación urbanística, yo entiendo que tenía buena intención, que a la larga bien por indisciplina o por mal control, el efecto deseado no se produjo del todo y ahora hay una mezcla entre lo edificado y lo no edificado.
En la segunda regulación del plan general en 2001, se acentuó esta situación porque las regulaciones nacieron muertas, es decir: permitían una cantidad de edificación que cuando se aprobaron esas normas, ya estaban superadas. Nadie lo ha comprobado y se ha ido edificando sin cumplimiento. Por lo tanto, ha habido regulaciones, pero no han conseguido detener ese fenómeno.
FMG: La situación es complicada, porque realmente desde la ley de suelo del 56 (la primera ley de suelo que empezó a ordenar el planeamiento en España), no se han adaptado a procesos informales de ocupación del suelo, como sucede en la huerta.
Gestionan y reparten cuales son los derechos y los deberes que tienen los propietarios del suelo que van a transformar una situación de campo, de suelo rural, a una de suelo urbanizable. Sin embargo, la huerta no parte de una situación completa. Si parte de una situación de origen de suelo rural, pero no se llega a una situación de un barrio urbanizado, entonces realmente las leyes de suelo no se adaptan a este tipo de ordenación.
Luego, en la propia ordenación tienen unas dificultades muy importantes para poder hacer frente a cómo ordenar el suelo en estos entornos; es algo que estamos viendo también en otros municipios, no solamente en la huerta de Murcia, se está dando en Mula, Molina de Segura, Lorca, etc.
En vuestra opinión, ¿cuál podría ser una protección adecuada para la situación de la huerta?
Un silencio. Risas. Un investigador del LIURB, con la oreja puesta en la entrevista, dice para sí “la pregunta difícil” y presta atención.
MR: Nosotros somos conscientes de que hace falta trabajar en dos escalas: en una escala global, de tratamiento de toda la huerta que tenga que ver con lo urbanístico y lo agrario, con la puesta en valor de los productos, del ecosistema, el sistema de acequias y tal; pero, a la vez, tiene que haber tratamientos a unas escalas muy locales, es decir, no vale una ordenanza para toda la huerta. Hay que ir analizando zona a zona, ver que zonas están más saturadas o menos saturadas, diferenciar las zonas donde todavía se pueden encontrar esas bolsas de actividad agraria y conectarlas entre sí. Reconcentrar las posibilidades edificatorias que se dejasen a futuro para seguir permitiendo que la gente pueda ir a vivir a la huerta, en algunos núcleos concentrados, de manera que se formen pequeños núcleos urbanos, pero que vayan dejando exento el territorio agrario.
Y, por lo tanto, es fundamental un plan de actuación territorial de toda la huerta, pero a la vez complementado con una pormenorización, digamos, como decíamos nosotros al final del libro, “palmo a palmo” de cada ámbito de la huerta, porque cada ámbito es distinto. No será lo mismo trabajar en la definición de un ámbito en la huerta Este donde hay mucha menos presión, mucha más regularidad de fincas, que en la huerta Oeste donde está todo mucho más saturado y desordenado. Entonces, habrá que hacer un plan global junto a una serie de definiciones muy locales.
FMG: Si, en ese plan yo creo que muchas veces el debate de Murcia se polariza mucho entre “huerta si o huerta no”, centrándonos únicamente con el uso agrario de la huerta, pero realmente lo que tenemos ahora es un territorio mixto. Ese plan debería englobar ambas situaciones, porque incluso hay muchas de esas zonas de huerta que hay asentamientos que carecen de lo que consideramos hoy en día como mínimos de servicios urbanísticos y, además, es muy difícil proporcionárselos porque son de muy baja densidad.
Eso implica también, que haya muchas viviendas en muy malas condiciones, que carecen de espacios públicos, de equipamientos, zonas verdes en proximidades; tienen la huerta, pero una zona verde con una huerta, podríamos convalidarlo en algunas situaciones, pero no en todas. Debería el proyecto de la huerta incorporar esos asentamientos y recuperar las condiciones de habitabilidad de ese entorno.
¿Habéis notado que comience a haber una concienciación sobre la huerta? Lo habéis comentado antes con el tema de las acequias.
MR: Si, pero no solo con las acequias, en más cosas. Afortunadamente, más o menos desde que empezó la crisis; yo creo que el punto de inflexión está ahí.
FMG: Hay más asociaciones en defensa de la huerta, asociaciones de productores, de productos ecológicos, de consumo en proximidad.
MR: Más conciencia en los temas agrarios, de que el producto de huerta es un producto local, no es agricultura intensiva como estas grandes factorías que hay en el campo de Cartagena que lo transforman todo en una semana, y de pronto cambian de cultivo, y otra vez. Es un cultivo más artesanal y ecológico, que permite que la gente tenga un sustento y un modo de vida, si va vinculado a la propiedad de la tierra.
En temas de patrimonio, de acequias, de paisaje… cada vez más gente pone en valor la huerta. Creo que eso es un buen caldo de cultivo para provocar lo que hablábamos antes: las intervenciones a doble escala, el plan de acción territorial de toda la huerta de Murcia más las intervenciones locales.
Sí, está cambiando la conciencia. Mucha gente sale ahora a pasear a la huerta, aunque no vivan allí; van a montar en bicicleta los fines de semana; comer a los sitios de huerta; en fin, hay una valoración positiva y eso a la larga tiene que resultar en beneficio.
Y como conclusión final, en el LIURB, habéis estudiado la ordenación del territorio de diferentes municipios de la Región, ¿qué podéis aportar sobre la regulación urbanística en zonas de huerta?
FMG: Una idea de conjunto muy clara, es que la regulación urbanística no está funcionando con estos territorios. Son suelos que tendrían que tener un plan especial de adecuación urbanística y que, a la vez, ajustase las carencias que tienen muchos de estos entornos.
Probablemente pueda contar con los dedos de la mano los que se han aprobado y me sobren dedos todavía, porque no se han desarrollado, han servido como una habilitación para que se puedan seguir construyendo, parcela a parcela, una edificación de una forma desordenada y sin afrontar el problema de conjunto.
Una tradición palpita entre una sociedad cambiante, llena de nuevas necesidades. Ambas situaciones pueden coexistir, pero, para ello, hay que tener conciencia y actuar desde el conjunto de la huerta hasta lo más particular.
(Nota de la redactora). Poco a poco, los arquitectos van saliendo del LIURB. Es hora de comer. Nos despedimos. Sus puertas quedan abiertas; las investigaciones no descansan.
Fotos y planos cedidos por los entrevistados.