La fotografía de autor tiene un lugar en Murcia, vemos el ejemplo en l@s diferentes fotógraf@s que están produciendo obra, exponiendo e incluso publicando fotolibros con sus proyectos, no solo a nivel local sino nacional e incluso con proyección internacional. Desde este rincón voy a transmitir la obra de creador@s, de fotógraf@s documentales que componen proyectos y narran historias a través de sus imágenes.
DAVID DISPAROS
David Zapata (@david_disparos)
El vídeo maker y fotógrafo autodidacta con sede en Murcia, celebra el cuerpo masculino, desnudos, orgullosos, sus modelos vislumbran la lente que los dispara, sus músculos juegan con la luz y la arquitectura circundante. La noción de deseo está en el centro de sus prácticas. Aborda la fotografía como una relación de seducción ecuánime. ¿Quién mira? ¿Quién está contemplando? ¿Quién es el objeto de este juego de seducción?
La imagen toma un sentido terapéutico. Una herramienta para entrar en lo más profundo de sus modelos. Lo superficial queda relegado a lo más íntimo. Cada disparo genera un vínculo emocional. Una relación de confianza se establece como la base de su trabajo. Esta relación busca más bien crear un clima e iniciar un diálogo con el modelo que permita a éste aclararse sobre su propia persona y sus propios problemas, liberarse y encontrar recursos para la solución de sus conflictos, y activar siempre su propia iniciativa y responsabilidad.
Una curiosidad, entre las mil a las que evoca, es que trabajó como realizador y presentador en C´est Cult en la RTBF en Bélgica.
En las vidas y las obras de muchos artistas de nuestra civilización está presente el sentimiento de culpa por la propia orientación sexual. Muchos de ellos han reflejado en sus obras la amargura de no haber sido aceptados por sus contemporáneos y haber tenido que ocultar a los demás algo tan natural como su sexualidad. David, no solo desnuda el cuerpo, nos presenta a sus hombres en acción, son jóvenes que se aceptan y a través de la piel nos cuenta que no hay mejor amor, que el de a sí mismo y eso empieza por el auto-conocimiento. Un acto terapéutico cargado de belleza.
Era pleno verano cuando me planté frente al objetivo de David. Fue al caer la tarde, en una casa vacía en la huerta de Murcia. Éramos más extraños que conocidos, en un porcentaje que se fue invirtiendo conforme se acumulaban las latas de cerveza vacías. Comenzamos a charlar sentados a la sombra en torno a una mesa, en el patio de aquel enorme caserío. No había horas ni obligaciones, solo dos personas entre naturaleza, paredes a medio terminar y canciones de Silvia Pérez Cruz.
Hablamos de nosotros, de nuestros problemas, de los de la sociedad. De los pros y los contras de nuestra existencia. También de nuestras virtudes y del sentido de nuestro encuentro. Teníamos que conectar, eso era lo más importante. Había una historia que David quería plasmar en las fotografías que nos habían llevado hasta allí. No basta con un encuadre estético o una buena luz. David necesita que en cada instantánea haya un poso. Un mensaje. Un sentimiento vivo que se refleje en los ojos y el gesto del modelo.
Aquella tarde era yo quien debía mirar a la cámara con mis miedos, mis rupturas, mis inseguridades… También con energía y sensualidad. Sin filtros ni pautas. Yo era inexperto, mis barreras sólidas, y sabía que no iba a ser fácil para mí. Pero David no solo es artista, también puede ser un gran psicólogo. Si algo falla, te ayuda a construirlo a base de confianza, honestidad y paciencia.
Fue así como entregué mi historia a su cámara. Lo físico dio paso a lo emocional, la timidez al desnudo. Había conexión, atracción, sexo. Había algo que decir y que recordar. Yo era un hombre indefenso entregado a su creatividad. Él era la única persona en el mundo en ese momento, alguien que necesitaba saber de mí, acompañarme y ser parte de lo que estaba contando.
No sé bien cuántas horas pasamos en aquella casa, qué intimidades compartimos o cuánto bebimos. Pero sí sé cómo me sentí. Recuerdo que todo me sabía a nuevo, a pesar de que nada allí lo era. Esa es quizá la esencia de su obra. Cada sesión de fotos de David es diferente. No hay dos historias iguales, no hay dos miradas idénticas. El proceso puede ser el mismo pero las experiencias son únicas. Yo fui cómplice de una de ellas. Dejé mis emociones en sus fotos y me volví a casa.
Quizá después hemos vuelto a ser más extraños que conocidos. Pero mantengo viva aquella tarde de verano en la que me hizo sentir especial, en la que conecté con él de una forma que nunca había experimentado, en la que solo importábamos nosotros dos y nuestras vivencias. Y no puedo más que rendirme a la belleza de su trabajo, y agradecerle el haberme permitido plantarme frente a su objetivo.
Texto de Daniel Ródenas (@danierreme)