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Tras una infancia marcada por el mundo artístico, formarse musicalmente en Inglaterra, aterrizar en Murcia para componer una maqueta de cuatro canciones junto a Luis Gómez, guitarrista de Maldita Nerea, y girar a nivel tanto nacional como internacional presentando sus primeros temas en solitario,  María de Juan llega a esta nueva etapa profesional armada con un universo musical propio, repleto de personalidad, carisma y honestidad. Producido y mezclado por Manuel Cabezalí, masterizado por Danny Richter y con la colaboración del gran Víctor Cabezuelo, líder de los esenciales Rufus T. Firefly, nos encontramos ante un disco que se sumerge sin miedo ni máscaras en temas tan complejos y delicados como la culpa, entendida como motor creativo, en la maravillosa 10:41 No quiero ver la luz; el amor propio y la autoexigencia (18:45 Sé volver); o la necesidad de ser escuchado cuando el silencio carga sobre la espalda en ese memorable punto final que supone 03:20 Necesito oír tu voz. Todo ello, además, sin dejar de transitar distintos estilos musicales con detalles perfectamente medidos, alejados de cualquier artificio o subrayado innecesario. En ese sentido, destaca la vibrante 12:30 de Azul; una 21:37 Cantándole a la luna perfecta en su capacidad para convertir en inolvidable canto tradicional la aceptación de la pérdida desde la oscuridad; el funk sensual y contagioso de 00:00 Erizo; 23:11 Gina y Norman, precioso relato romántico con las dosis exactas de dramatismo; y una inmensa, arrebatada y distorsionada 17:00 Monterrey. En definitiva, un disco versátil y mutante, en permanente movimiento, coronado por la impresionante voz de María de Juan, artista que se presenta (y confirma) como alma inquieta, desafiante, conmovedora, apasionada y apasionante. Y el tiempo, con un disco bajo el brazo de estas dimensiones, juega definitivamente a su favor. Hablamos con ella.

Murcia Inspira - “Hay que aprender a elegir cuándo quieres rebuscar en el agujero negro y cuándo no, a escribir desde la madurez y la estabilidad”

 

Tras un comienzo especialmente complicado debido a la crisis sanitaria motivada por el Coronavirus, ¿cómo está siendo este reencuentro con los escenarios, el público y las canciones?

Muy emocionante y muy raro a la vez. Me siento como Liza Minnelli cantando en su cabaret mientras arde Berlín.

¿De qué manera viviste los primeros compases de vida de 24/7 en un contexto tan complejo como el inicio de la pandemia?

Los primeros meses han sido durísimos, pero al final me he dado cuenta de que tengo que planificar otra estrategia, organizarme sin contar con el directo. Todos los conciertos serán bienvenidos pero, dada la situación, hay que priorizar lo digital, es decir, lanzamientos, nuevos videos e ideas, etc.

¿Sientes las canciones del disco de un modo diferente tras la experiencia vivida durante los últimos meses? ¿Ha variado tu manera de sumergirte en ellas a nivel interpretativo?

La verdad es que sí, sobre todo a nivel interpretativo. Habiendo hecho un disco que gira en torno a las horas del día y que nace de mi relación de amor/odio con el tiempo, mi incapacidad de vivir el presente, mi impaciencia… En los meses de encierro sentí como el reloj se congelaba, las horas dejaban de tener importancia, cada día era igual al anterior, los sentimientos eran cambiantes sin importar la hora. No es que las canciones hayan dejado de tener significado, todo lo contrario, ahora las canto desde otra perspectiva, con nuevos matices que las han hecho mucho más profundas para mí. En los conciertos que estamos haciendo en formato dúo estoy compartiendo con el público de qué manera siento ahora las canciones.

Hablabas de ese componente claramente conceptual que tiene 24/7 centrado en la conexión entre las horas del día y un conjunto de imponentes sentimientos. ¿Esta esencia del disco surgió de manera natural o estaba pensada desde el primer momento?

Releyendo textos que tenía por ahí, me di cuenta de que lo primero que hago a la hora de escribir es anotar la hora en la que cojo el cuaderno, y de que esas horas estaban muy relacionadas con la temática de los textos. Las canciones en las que hablaba más de mis inseguridades solían estar escritas por la mañana, la noche se dividía en dos, la parte salvaje y la parte melancólica, y habían ciertos sentimientos que florecían cada día en la misma franja horaria, así que se puede decir que esto surgió de forma inconsciente. Y cuando me di cuenta empecé a estructurar la idea del disco.

Aunque estamos hablando de un disco con un hilo conductor muy marcado, cada canción late de un modo muy particular y especial. En ese sentido, ¿hubo un trabajo específico en cada tema o trataste de generar la mayor conexión interna posible?

Cuando conocí a Manuel Cabezalí me dijo que estaba encantado de trabajar conmigo pero que solo podía darme fecha un año más tarde. Me tomé eso como una señal del universo que me decía que todo el material para este trabajo tenía que ser nuevo y que tenía que utilizar ese año para componerlo desde cero. Para escribir este disco he tratado de desprenderme lo máximo posible del ego, he escuchado lo que me pedía cada canción y se lo he dado. Como dices, he hecho mucho trabajo interno para generar esa conexión y me he dejado llevar. En ese sentido, digamos que mi papel ha sido de canalizador, he escuchado a esas horas del día, esos sentimientos y los he hecho canción. Ha sido todo muy espontáneo. Es ahora cuando lo estoy razonando más.

Hablando del papel de Manuel Cabezalí como productor, el disco se caracteriza, entre otro buen número de virtudes, por un sonido muy orgánico que fluye de una manera muy natural. En ese sentido, ¿cómo fue el trabajo con él? ¿Hicisteis mucho hincapié en tratar de alcanzar esta meta sonora?

Trabajar con Manuel ha sido una experiencia increíble, he aprendido muchísimo y además es una persona maravillosa. Creo que eso último es lo más importante. La verdad es que no nos propusimos alcanzar ninguna meta sonora específica, fue un trabajo muy espontáneo. Eso sí, conectamos de una manera increíble. De hecho, pasó algo curioso: yo estaba escuchando mucho Lost and Found de Jorja Smith y queríafijarme en ella a la hora de producir 24/7 y de repente él me llamó y me dijo: “oye, he pensado que deberíamos fijarnos en Jorja Smith a la hora de producir, ¿la conoces?”. A partir de ahí nos limitamos a fluir y no tuvimos que hablar más del tema, salió solo.

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A pesar de contar con varios estallidos de pura luz, me da la sensación de que 24/7 es una obra especialmente nocturna. ¿Ha tenido la noche un protagonismo destacado en su proceso de creación y elaboración?

Soy una persona muy nocturna e inconscientemente eso se ha visto muy reflejado en este disco. Pero como digo, no ha sido premeditado, supongo que mi conexión Lorquiana con la luna y la energía de la noche ha sido difícil de evitar (risas).

Todas las interpretaciones vocales que encontramos en 24/7 se caracterizan por prescindir de excesos gratuitos y grandes artificios, cautivando desde la sensibilidad absoluta. Transmites la sensación de estar midiendo cada sílaba, saboreando cada nota y dándole la importancia necesaria a cada frase. ¿En qué aspectos hiciste mayor hincapié a la hora de trabajar sobre tu voz en el disco?

¡Qué buena observación! La verdad es que a la gente de mi alrededor que lleva años escuchándome cantar les chocó, incluso hubo alguien que me dijo que no estaba dando todo lo que tengo dentro a nivel vocal o “demostrando todo lo que sé”. La cuestión es que, para componer y cantar las canciones de 24/7, quería desprenderme de mi ego y dejarme llevar por lo que me pedía cada canción en cada momento. No quería hacer un primer disco que dijera “Hola, soy María de Juan y esto es todo lo que sé hacer con la voz”, sino “Hola, este es el primero de muchos álbumes porque he venido para quedarme”. Yo hago canciones cómo las siento, les doy lo que me piden, no hago canciones para demostrarle nada a nadie. Yo ya sé lo que puedo y lo que no puedo hacer con mi voz.

¿Qué papel dirías que juega el concepto de la fugacidad del tiempo en 24/7?

Lucho cada día por aprender a vivir el momento y esa lucha ha estado muy presente en 24/7. Supongo que todo pasa a ser fugaz cuando consigues vivir el presente en toda su plenitud.

En la estupenda 12:30 de Azul cantas: ‘No hay islas, solo oscuridad y el vaivén del agua’. Una frase desoladora que, sin embargo, está vestida de una melodía y una producción tan seductora como bailable. ¿La soledad cuando se puede cantar y tararear es menos soledad?

Bueno , la canción nace de la desesperación por las dificultades que tiene el dedicarse a la música, a nivel personal y profesional “me asaltan las dudas, me tiemblan las piernas, me falta valor”, pero si te das cuenta, acto seguido canto “bendita aventura recorre mi barco causando furor”. Quería que 12:30 de Azul transmitiera esa desolación de la que hablas, lo que me cuesta vivir en el presente y superar los miedos y las dudas, pero también de lo bonito de tener ambición, de saber cuál es tu pasión en la vida y poder tomar la valiente decisión de dedicarte a ella. Tu pregunta me ha recordado Girlfriend in a Coma de The Smiths, ese es un muy buen ejemplo de canción deprimente cantada alegremente (risas).

Si no me equivoco, te inspiraste en la serie Little Big Lies para escribir la fantástica Monterrey. ¿De qué forma se filtra lo cotidiano en tu manera de componer?

Recurro muchísimo a la poesía, a la literatura en general y al cine a la hora de componer. Me gusta pensar o sentir que todas las ramas de la expresión artística forman un cuerpo indivisible. También trato siempre de buscar un equilibrio entre mi mundo interior como autora y el exterior. Quiero contar algo que sea tanto tuyo como mío, que el significado que yo le doy a mis canciones sea tan válido como tu propia interpretación. Para conseguir eso hay que estar muy conectada con lo cotidiano.

A lo largo de todo el disco se recorren momentos de esperanza, resignación, liberación, soledad y comprensión, entre muchos otros sentimientos. ¿Cómo se manejan elementos tan intensos a la hora convertirlos en canción?

Yo no manejo nada, las canciones me manejan a mí, solo tienes que estar abierta a escucharlas, a que pasen cosas y practicar mucho. Cuantas más canciones haces más aumenta tu capacidad de dejarte llevar y confiar en el resultado final.

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Me parece especialmente interesante y valiente abrir el disco con una canción como No quiero ver la luz, en la que cantas y reflexionas acerca de la culpabilidad y la tensión tanto propia como ajena a la hora de admitir el camino que se quiere seguir en la vida. ¿Cómo surge este tema y por qué decidiste que fuera la puerta de entrada a 24/7?

Llegué a la conclusión de que el momento más difícil de mi día a día son las mañanas. La libertad que siento al despertarme cada día de no tener que estar en un mismo lugar, un día sí y otro también, es mi razón de vivir, pero a la vez me genera una terrible sensación de culpa y confusión. La pregunta que más me han hecho en la vida es: “y aparte de cantar, ¿a qué te dedicas?”. Dedicarse hoy en día a la música en nuestra sociedad puede ser considerado hasta como algo antisistema (risas). Te intentan convencer de que el arte no es un trabajo, de que si no ganas dinero no vales para nada, de que estás perdiendo el tiempo. Durante el año que estuve componiendo este disco tuve que luchar contra eso cada mañana y esta canción reivindica esa elección de dedicar mi vida a mi pasión y mi deseo de terminar con la culpa que me acompaña al despertarme. Como 24/7 comienza al levantarme, esta tenía que ser la primera canción. Diseñar el orden de las canciones fue muy importante a la hora de preparar el disco.

Respecto a esa “presión de una sociedad que culpabiliza las pulsiones artísticas”, ¿por qué crees que se continúa dando esa situación actualmente? ¿Crees que puede haber un cambio a corto plazo en esta línea?

La verdad es que no soy muy optimista. Creo que lo de este país es un problema educativo. No nos educan en cultura, no crecemos aprendiendo la importancia de la cultura y, además, cada cuatro años cambiamos el sistema educativo. Es como si cada dos por tres un club cambia de entrenador, así no se va a hacer piña, no se va a hacer equipo. Durante varios años he estudiado en Inglaterra, ellos también tienen sus cosas, entiéndeme, pero allí un médico, un profesor y un artista son igual de respetados e igual de importantes. Allí hay gremio, aman a sus artistas, son parte de su ADN.

Del principio al final. Necesito oír tu voz es una despedida realmente impactante en la que casi se puede sentir el peso de lo nunca dicho sobre la espalda. ¿Por qué apostaste por ella a la hora de cerrar el disco?

La noche en 24/7 se divide en dos, la parte más salvaje, la de los conciertos y la de bailar (00:00 Erizo) y la parte más melancólica (3:20 Necesito oír tu voz). Este último tema me lleva a ese momento en el que te sientes sola cuando llegas a casa, te tumbas en la cama y apagas la luz, se te viene el mundo encima y los pensamientos no te dejan dormir. La canción está escrita desde el silencio del otro, ese silencio que muchas veces no comprendo y que es profundamente masculino. Supongo que al situar el tema en este último momento del día antes de cerrar los ojos, sabía que también tenía que ser la última canción del disco.

Siguiendo el discurso de este tema, ¿qué supone el silencio en tu proceso de composición?

Primero me gusta mirar hacia fuera, concentrarme en lo que me rodea, me tiro muchísimo tiempo paseando, escuchando historias de los demás, viendo cine, documentales, leyendo poesía, observando, estudiando, viviendo, absorbiendo cada estimulo que pueda transformar en canción y después necesito procesar la información en soledad y ordenarla en mis cuadernos. Me gusta buscar el equilibrio entre el exterior y mi interior para que mi trabajo no sea puramente introspectivo y la gente pueda sentirlo suyo y conectar conmigo.

¿Qué sensaciones tuviste después de escuchar por primera vez el resultado final?

Sabía que lo había conseguido, tenía ese primer disco con el que siempre había soñado.

Estamos ante una obra absolutamente transparente que parece escrita desde las mismas entrañas y con los escudos justos. ¿Deja mucha resaca emocional un proceso de creación tan intenso?

Muchísima. Reconozco que me gustaría aprender a componer sin tener que tirarme a lo más profundo del pozo y abrirme de esa manera, no para ponerme el escudo, sino para saber escribir desde otros sitios como la felicidad, la estabilidad o la luz. Los artistas solemos ser adictos al sufrimiento como fuente de inspiración. Me costó mucho componer 24/7 porque me encontraba en un momento de mi vida en el que era inmensamente feliz y muchas veces me inventaba problemas que no existían para invocar a la musa, pero no funcionó, esa no es la manera. Hay que aprender a elegir cuando quieres rebuscar en el agujero negro y cuando no, a escribir desde la madurez y la estabilidad. Confío en que eso se aprende con los años, pero yo todavía estoy lejos de conseguirlo (risas).

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Cerremos la entrevista hablando de nuevo del tiempo y mirando, en esta ocasión, hacia el después. ¿Qué le pides al futuro más inmediato?

Supongo que ahora mismo todos queremos lo mismo, alcanzar cierta normalidad que nos permita seguir con nuestras vidas. La verdad es que me siento muy afortunada porque estamos tocando bastante este verano y creo que la industria del espectáculo está dando un ejemplo histórico en este país. Me he sentido más segura en los conciertos que en cualquier otro lugar. Las medidas de seguridad y la organización de cada uno de ellos ha sido sencillamente espectacular, pero he de admitir que es raro. Es inevitable sentir vacío o tristeza a la hora de cantar frente a un público separado, tapado y cohibido. No poder hablar con ellos después del espectáculo, compartir ese momento con el público en el que se te acercan y te cuentan por qué están ahí, si les ha gustado, celebrar… Lo echo mucho de menos.

Fotos cedidas por la artista.


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