La vida como un trozo de hielo en permanente búsqueda de la llamarada furtiva. El espacio abierto entre el quizás y el ojalá. Los paréntesis que habitan en las esquinas de una incertidumbre que cala hasta los huesos. El paso de los días como excusa y las noches como folio en blanco sobre el que dejarse caer y llevar de forma casi simultánea. Y discos como Deshielo, debut de Carmesí, nombre artístico tras el que se encuentra la cantautora murciana Carmen Molina, como escondite en el que protegernos del ruido, el caos y esas cuentas atrás incapaces de aprender a mirar hacia delante. Aquí hay una voz honesta y cristalina, real y cercana, alejada de todo artificio o truco, frágil y firme, contundente y sensible, acogedora y resplandeciente.
Tampoco encontramos trampas en unas letras con las que resulta imposible no conectar, creando así un hilo invisible entre lo propio y lo ajeno, espejo de situaciones y vivencias que no entienden de pasado, presente o futuro. Reflejos de lo que un día fue, de lo que está siendo y de lo que nunca será. Con un quinteto de oro a la cabeza formado por Fría sentencia, Otra dimensión, Desconocidos, Precipicio y una Para tanto, que termina convertida en auténtica joya de la corona, Deshielo brilla especialmente por la verdad que transmite cada lugar de este mapa de canciones que cortan como cuchillos y abrazan, que despiertan el rumor de fantasmas y disipan la niebla, que escapan sin mirar atrás y se inventan un horizonte capaz de combinar los rasgos de un amanecer y la armonía de esa luna sin prisas que retuerce la llegada del otoño. Hablamos con Carmesí.
Siento no estar a la altura de tu precipicio. Inicio a capela, directo y desgarrador. ¿Tenías claro desde el primer momento que querías comenzar tu primer trabajo discográfico de una forma así de rotunda?
Lo cierto es que no. El comienzo de esta canción era primero con una introducción de guitarra y la historia de cómo llegó a ser lo que es ahora siempre me emociona. Recuerdo que estaba en la academia donde antes era profesora de guitarra, con mi amigo y casi hermano Carlos, enseñándole las dos canciones que había preparado para el Concurso de cantautores Abril para vivir, de Granada. Fue él quien me dijo: “Imagínate la plaza de la catedral de Granada en silencio, esperando escucharte. Tienes que empezar este tema así, sólo con tu voz. Pelos de punta”. Fue algo que se me quedó marcado y que me funcionó muy bien. Me flipa abrir así los conciertos.
Ese estupendo primer tema, Precipicio, marca el camino que el resto de canciones, de una forma u otra, van a seguir. ¿Hasta qué punto querías que Deshielo se entendiera y viviera como un disco conceptual?
Hasta el punto de que todo el disco desarrolla un concepto, que es una etapa muy concreta de mi propia historia. El disco es un viaje desde una experiencia jodida, hasta la fluidez cálida del agua que supone avanzar, aprender y seguir hacia delante. Ese es el verdadero deshielo, la forma en que se derrite un cubito de hielo frío y rígido.
Otro de los temas que me ha parecido identificar en muchas de las canciones del disco es la siempre compleja relación entre las expectativas y realidad. En términos artísticos, ¿te interesan especialmente estos conceptos?
Sí, y creo que en Nueva Maga esto se ve muy bien. La forma en la que depositamos unas expectativas en algo, ya sea una relación, una experiencia o cualquier otra cosa, esperando que esto se cumpla, ansiándonos para que suceda tal y cómo esperamos. Y, por supuesto, ese suceso pasa, ni más ni menos, como debe ser, sin cumplir necesariamente nuestras expectativas. Al final, en cada tema plasmo algo que he aprendido de esa historia que cuento.
¿De qué manera te planteaste la adaptación de estas canciones de tan claro corte intimista a formato de grupo?
Pues no habría sido posible sin mi adorado Pepe Ludeña, quien grabó y produjo en gran parte el disco. Siendo sincera, yo llevé mis canciones muy desnudas al estudio, con mi esencia, guitarra y voz. Fue con él cuando las canciones empezaron a tener sentido a nivel de banda y cada tema iba creciendo por momentos con los arreglos.
¿Y cómo se han portado las canciones durante sus primeras explosiones en directo?
Creo que con la banda han ganado una energía diferente, más potente y envolvente. La verdad es que tanto en el Auditorio Víctor Villegas como en el Teatro de Molina han funcionado muy bien, a pesar de ser los primeros conciertos. Es la ventaja de llevar unos músicos increíbles. También he de decir que cuando las toco en solitario tienen un aire diferente que yo siempre disfruto mucho. Creo que ambas opciones tienen su encanto.
En esos conciertos, ¿cómo definirías tu relación con el público? ¿Dónde notas mayor conexión?
Siempre he dicho que noto una conexión brutal con el público cuando el concierto tiene un ambiente intimista, asientos, silencio y oscuridad. Ahí es cuando el público puede llegar a sentir lo que estoy cantando y contando. Yo lo siento sobre todo en los temas más delicados, aunque sinceros lo son todos.
Con este conjunto de canciones bajo el brazo, está claro que el ejercicio de desnudez emocional en el escenario es absoluto. ¿Cómo te enfrentas a este proceso?
Al principio, y me refiero a los primeros tres o cuatro conciertos con mis composiciones, fue bastante duro. Recuerdo que en el primero, en el Concurso Crearte de Molina, estuve a punto de salir corriendo justo antes de salir al escenario. Me entró el pánico, pensé que a nadie le interesaría escuchar mis movidas y lo veía como un paso demasiado arriesgado el abrirme así. A día de hoy, es lo que más disfruto, creo que ahí está mi esencia.
Volvamos al estudio. ¿En qué aspectos hiciste más hincapié con el productor Pepe Ludeña para conseguir esa forma tan especial de respirar que tienen las canciones de Deshielo?
Para nosotros era especialmente importante mantener la esencia de la guitarra y voz. Queríamos que la voz sonase como si estuviera susurrándote al oído y la guitarra acústica debía estar presente la mayor parte del tiempo. La prueba más clara de ello, para mí, es Fría sentencia.
La épica emocional de temas tan brutales como Agua o Desconocidos es incontestable. ¿Cómo consigues manejar ese nivel de intensidad y explosión para que las canciones nunca pierdan el control?
Intento que la canción crezca, buscando un éxtasis en el estribillo, donde trato de plasmar todo lo que he intentado contarte en las estrofas. Tampoco hay una planificación demasiado exhaustiva, las canciones de este disco fluyeron tal y cómo las sentía, buscando expresarme de una forma transparente.
¿Cómo podemos reivindicar la melancolía para conseguir que se deje de relacionar directa y constantemente con la tristeza?
Diferenciando y espaciando el tiempo. Cuando compuse la mayoría de las canciones del disco sí que sentía tristeza y por eso suenan como suenan. Pero cuando pasa ese margen de tiempo, la tristeza se convierte en melancolía y esta última no tiene por qué ser negativa. Incluso, a lo largo del tiempo, puede generar sensación de calidez y agradecimiento por el aprendizaje de cada experiencia..
Entre tú y yo, escribir una canción tan desgarrada como Fría sentencia, una de las mejores del lote, tiene que dejar alguna cicatriz, ¿no?
Este tema fue crítico cuando lo compuse. De hecho, lo escribí en ese lugar frío del que habla, lo que creo que lo hizo aún más real. Y sí, son temas y sensaciones que dejan huella y que siempre estoy dispuesta a revivir cada vez que lo interpreto. Me sumerjo en la historia y recreo aquel momento. Siempre es una herida que asoma cuando la canto, pero que ya no escuece.
Otro de los temas que brillan con especial intensidad en el disco es la citada Nueva Maga, especialmente por su esencia más bailable y luminosa. ¿Cómo surge esta canción?
Esta canción marca ese preciso momento en que el hielo empieza a derretirse gracias al tiempo. Es un grito marcado por las ganas de seguir adelante y de reivindicar que yo también puedo hacer magia y malabares con todo eso que fue doloroso. Es una forma de decir que todo pasa por algo, que todo avanza y que quizá no todo fue tan bonito como a veces parece ser en la memoria. Es una forma de hacer magia con una experiencia y convertirla en canción.
¿Ese rock que habita en cada esquina de Isósceles puede ir indicando los próximos pasos musicales de Carmesí?
Creo que no del todo. El rock de Isósceles es rabia acumulada, rabia y rencor, como cuento en algunos conciertos, sin ser yo una persona rencorosa. Pero no creo que marque un precedente, de hecho, el camino en el que me estoy embarcando no se acerca demasiado al rock, sino a un ambiente más distendido, con tintes electrónicos y una dirección muy actual.
¿Cuesta especialmente seleccionar las canciones que forman parte de un primer disco? ¿En qué te basaste para escoger estos diez temas?
Sí, la verdad. Se descartaron algunos pero creo que optamos por escoger los más potentes y que, a fin de cuentas, describían la historia de este deshielo. Reconozco que son temas que pertenecen a mi primera etapa compositiva y no hubo demasiados descartes, pero sí que creo que los diez que escogimos eran los que verdaderamente tenían que narrar esta historia.
¿Cuánto tiene este disco de pasado y cuánto de presente?
El pasado es el hielo y el presente el agua líquida. O, lo que es lo mismo, el pasado son ocho de las diez canciones, el presente las otras dos. He ahí la razón de por qué hay tanta melancolía en ellas, porque de aquella experiencia brotaron canciones por los cuatro costados. Siempre digo que son frascos de perfume del pasado que siempre puedo abrir y oler cuando quiera, puedo llevar conmigo al público en ese viaje temporal, volviendo siempre al presente con esos dos temas y los que se vienen de ahora en adelante.
¿La inspiración para ti se encuentra más fácilmente en el espejo o desde la ventana?
Hasta ahora, en el espejo. Me cuesta hablar sobre temas que no he experimentado en mi piel, porque al vivirlos en primera persona puedo captar la esencia de lo que quiero contar, usar recursos literarios o lo que creo necesario para plasmarlo, y que llegue al público por la vía más directa. Creo que si me basara en experiencias de terceras personas no sería tan real, aunque no descarto hacerlo más adelante.
¿Se puede llegar a sentir pudor a la hora de escribir una canción? ¿Cree que se deben fijar algunas barreras a la hora de mirar demasiado dentro de sí misma cuando una se sienta frente a la hoja en blanco?
Al principio, sí. Es un viaje de introspección, te guste o no, para remover movidas y sacarlas fuera. Por ejemplo, fue especialmente complicado en No dirás, porque es un tema que habla de una experiencia que sucedió 8 años antes de ser escrita. No siempre es un viaje agradable, pero merece la pena sacarlo fuera.
¿Qué tienen el amor y el desamor para continuar siendo una fuente de canciones inagotable?
Que son sentimientos y sensaciones muy transparentes y con los que es muy fácil sentirse identificado/a. Para mí hablar de ello siempre es muy real, demasiado. De hecho, estoy trabajando en temas que no necesariamente hablan de ello, pero con los que estoy haciendo una labor importante de transmitirles esa realidad, sean o no sobre amor.
En tu opinión, ¿qué tiene mayor alcance, una canción en forma de fuego o de hielo?
Yo creo que depende del momento o el contexto en que se escuche la canción. Para una tarde de domingo, en calma, con sensaciones a flor de piel, siempre hielo. Para un bailoteo, fuego.
En términos de influencia, está claro que la canción de autor es el género más presente a lo largo y ancho del disco. En ese sentido, ¿en qué momento te empezaste a interesar por él? ¿Qué artistas marcaron tu educación musical?
Empecé a escuchar cantautores cuando dejé de hacer versiones en inglés. Esta fue una larga etapa en mi recorrido, las versiones, pero hubo un momento en que algo me hizo ‘click’ y entendí que podía llegar de manera más honesta cantando en castellano y, mejor aún, si era mi propia historia. Así fue como descubrí a quien siempre menciono, Andrés Suárez. Me gusta mucho también lo que consigue Zahara con sus canciones y mi paisano de Molina, Funambulista.
¿Crees que el tiempo ha hecho que se pierdan prejuicios y viejos tópicos sobre este género musical o queda todavía mucho por hacer?
Creo que estamos a medio camino. Es cierto que escuchamos ‘cantautor’ y se nos viene a la cabeza una voz, una guitarra y un drama. Pero creo que estamos en el camino, yo incluida, de hacer un cambio. De darle un aire contemporáneo a este estilo y entender que ‘canción de autor’ no es más que una canción compuesta por quien canta, sea cual sea el medio o los instrumentos que utilice para ello.
¿Qué tiene Carmen Molina de Carmesí y viceversa?
Carmen no sería nada sin este proyecto artístico que la completa, sin esta vía de expresión que no ha encontrado en otro sitio más que en la música. Y Carmesí tiene de Carmen sus vivencias, su sinceridad y su transparencia para hacerlas llegar al público.
¿Recuerdas el momento en el que decidiste, de manera definitiva, iniciar tu proyecto artístico?
Sí, y en ese momento fue con las versiones. De alguna manera, era una vía más sencilla de hacer lo que me gustaba, cantar. Elegía canciones en inglés que me gustaban mucho y, como yo digo, las disfrazaba de mi estilo. Después descubrí algo que también me flipaba, que era componer, y el proyecto dio así un paso más.
¿Hasta qué punto influye mirar al pasado a la hora de enfrentarnos al presente?
En mi opinión, de dos formas. Una de ellas es la más peligrosa, que es idealizar los recuerdos del pasado, que no siempre son tal y cómo los recordamos. Para mí, la memoria suaviza los recuerdos y podemos tender a idealizar a ciertas personas o momentos. Y, por otro lado, sirve siempre para aprender y entender quiénes somos ahora. Todo pasa por algo y, por ejemplo, sin las experiencias que me llevaron a componer Deshielo, probablemente no estaría respondiendo a esta entrevista.
Durante estas primeras fases de tu carrera ya has logrado triunfos tan destacados como el primer premio del Concurso Internacional de cantautores de Burgos, el segundo premio del Concurso Nacional de cantautores de Elche y el primer premio en el célebre CreaMurcia Canción de Autor. ¿Qué han supuesto para ti estos galardones?
Fueron momentos súper bonitos, además bastante seguidos en el tiempo. Me dieron fuerza y seguridad para dar cada vez un paso más firme que el anterior, defendiendo un proyecto en el que siempre he creído pero sobre el que siempre es muy agradable y gratificante escuchar cosas bonitas y ese reconocimiento.
¿De qué forma estás viviendo este 2020 tan convulso y extraño?
Es complejo, porque todo lo que era la gira de Deshielo (Valencia, Madrid, Elche, Jaén) se ha paralizado. Es cierto que pude hacer las dos presentaciones importantes antes del Apocalipsis, pero todo lo demás se vino abajo, y es muy duro cuando llevas tanto tiempo preparándolo. Aun así, sigo trabajando y mirando hacia delante, preparando cosas nuevas y con ganas de ir volviendo, poco a poco, a la normalidad de siempre.
Toda esta situación que estamos viviendo durante los últimos meses, ¿te ha hecho cambiar la visión que tenías sobre la manera en la que nos planteamos tanto el paso del tiempo como el futuro?
Me pasa una cosa, soy una persona que normalmente piensa bastante en futuro, en organizarme, en tenerlo todo preparado, en hacerlo todo lo mejor posible. Y, por esta razón, trabajo mucho conmigo misma el presente, que al final es lo único que existe. Este momento en que estoy respondiendo a esta precisa pregunta, es lo único real que tengo ahora, y prefiero ir pensando así, poquito a poco y día a día. Más aún después de este año tan loco que nos demuestra que puede pasar cualquier cosa. Vivir el presente es lo único que tenemos asegurado.
Fotos: David Salas.