Hablar de la necesidad de cualquier proyecto artístico entraría en el debate de la exageración, lo subjetivo y lo sencillamente prescindible. Sin embargo, en este mundo de hoy en el que el ruido parece incapaz de cesar, la perplejidad se mantiene siempre flotando entre los escombros, los pequeños rayos de luz se acompañan con un tímido hilo de voz y el mañana no recorta demasiadas distancias del ojalá, una banda como Curiana representa algo ineludible. Y urgente. Y rabioso. Y estimulante. Y, ahí vamos, necesario.
Formado por Alejandro Vizcaíno, actual miembro de Tangerine Flavour al que descubrimos en los añorados e imprescindibles The Stuffs, y Juanjo Céspedes al mando del bajo y los coros, nos encontramos ante un grupo al que le ha bastado un primer EP, Retratos, para cultivar los pilares de un universo creativo en el que se funden con envidiable facilidad lo clásico y lo contemporáneo, el ruido y la melodía, la americana y el rock and roll, los gigantes referentes y la personalidad propia. En definitiva, este primer trabajo discográfico representa un hallazgo cuyo eco permanece escucha tras escucha, vibrando con la decisión que solamente atesoran las ideas firmes, los paseos a pie de lona, las guitarras de lengua afilada y las cascadas de palabras que calan hasta los huesos. Resumiendo: larga vida a Curiana. Y mejor resistencia. Charlamos con Alejandro y Juanjo.
Hasta llegar a este fantástico Retratos habéis vivido una auténtica odisea. ¿Cómo ha sido el proceso desde la creación de la banda hasta la publicación del EP?
A.V.: Este trayecto empezó cuando nuestro baterista se fue de la antigua formación por cuestiones personales y laborales a principios de 2018. Antes funcionábamos en formato trío, pero nos quedamos Juanjo y yo solos y a partir de ese momento decidimos formar este proyecto en castellano de intenciones colaborativas. Ese mismo año me fui a París, compuse un puñado de temas y a partir de un proceso de selección consensuado elegimos estos tres para grabar. Nos metimos en la sala de ensayo, en mi pequeño estudio en el campo y gracias a un largo proceso de trabajo bajo la filosofía del do it yourself hemos sacado este EP.
¿De qué manera has vivido este trayecto, Alejandro? ¿Hubo muchos momentos de pensar en tirar la toalla?
A.V.: Claro que los hubo, justo cuando se nos fue el baterista. Sin embargo, Juanjo y yo vimos la forma de sacar adelante este primer trabajo y finalmente lo conseguimos. El trayecto fue largo, de más de un año de masticar y masticar los temas hasta la obsesión. Siempre está la idea de que lo podríamos haber hecho mejor, pero por lo menos creemos que nos ha salido algo decente y original.
En ese sentido, el nombre de la banda, Curiana, está directamente relacionado con vuestra firme convicción de la resiliencia como forma casi de vida. ¿Esa bandera distintiva del grupo estaba desde el principio o se ha ido forjando con el tiempo?
A.V.: Curiana como tal empezó sus andadas a partir de los problemas que ya he descrito anteriormente. Por lo tanto, sí, la resiliencia fue un elemento que ha estado desde el principio y que se ha ido afianzando indudablemente a lo largo del tiempo.
J.C.: La banda ha ido forjando esa resiliencia con el tiempo. Haber vivido experiencias como esta pandemia nos ha ido fortaleciendo, pero quizás un precedente de esta forma de ver la vida por parte del grupo esté en nuestros primeros años: cuando empezamos, yo tocaba la guitarra, pero me tuve que cambiar al bajo porque nuestro anterior bajista se había trasladado a vivir a Portugal y tenía que dejar la banda. Yo no sabía tocar el bajo, o sabía lo justo como para adaptar mis conocimientos de guitarra al bajo, pero aun así decidimos seguir adelante inspirándonos en los Beatles: McCartney se pasó de la guitarra al bajo cuando Stuart Sutcliffe dejó el grupo. Ahí vimos que un simple traslado de nuestro bajista a Portugal no nos iba a parar en nuestro empeño de seguir haciendo música.
Si no me equivoco, actualmente Juanjo y tú estáis en ciudades distintas y compaginando proyectos. ¿Cómo gestionáis el trabajo desde la distancia?
A.V.: Lo gestionamos curiosamente bien. Juanjo y yo hemos estado tocando y componiendo durante tres años, así que la comunicación es bastante fluida. Él me pasa ideas, yo le aporto mi feedback y viceversa. Antes de la pandemia es verdad que quedamos algunas veces para grabar voces, bajos o guitarras, pero aparte del tiempo de grabación la mayoría del trabajo que hay detrás de escucha, producción y retoques ha sido telemático. Llega un momento en el que te vuelve loco tener decenas de versiones de una misma canción, pero eso es algo necesario si se quiere sacar a la luz algo decente.
¿Cómo definirías vuestra manera de trabajar? ¿A qué elementos prestáis más atención y les otorgáis más importancia cuando estáis colaborando?
A.V.: Nuestra forma de ver la producción se resume en la frase de “no es el arco ni la flecha, es el indio”. No grabamos con tarjetas de sonido caras ni con micros de primera clase, ni tampoco con instrumentos de lujo. Tal vez eso nos aporte un sonido característico. Además, también le prestamos mucha atención a dejar bien cubierto el estéreo. El que una mandolina vaya de tu oreja izquierda a la derecha, el que haya un sonido de guitarras compacto, un bajo que apunte directo a tu estómago…
Antes de entrar a analizar las canciones que forman parte del disco, tengo entendido que se quedaron fuera cinco temas. ¿Qué nos podéis contar de ellas? ¿Seguían esta misma fórmula o quedaron algunos experimentos perdidos?
A.V.: Bueno, se quedaron fuera de él más de cinco temas. El resto de canciones no eran retratos, sino que eran de diversa temática. Para nada podría considerarlos experimentos perdidos, sino que son canciones que no encajaban con la línea temática que queríamos otorgar a Retratos.
¿Existen planes de recuperar esas canciones en el futuro?
A.V.: Juanjo y yo ya estamos trabajando en el siguiente trabajo de Curiana. Está todo en una fase bastante primitiva pero los planes de recuperar dichas canciones existen, y el próximo trabajo se basará en gran parte en el rescate de aquellos viejos temas.
¿Qué tenían Marcial, Taha y Little Gob (boceto), para terminar siendo las protagonistas de este primer trabajo?
A.V.: Los tres temas compartían el hecho de ser retratos musicales, lienzos auditivos del siglo XXI.
J.C.: Comparándolas con el repertorio que en ese momento teníamos, estas canciones eran las que más potencial tenían para que sonaran mejor trabajándolas en el estudio. La idea de hacer el álbum tipo semi-conceptual y llamarlo Retratos vino después de darnos cuenta de que las que mejor sonaban tenían en común eso: que eran retratos musicales.
Me gustaría que habláramos un poco de cada una de ellas, empezando por esa Marcial de maravillosa letra y ecos musicales de ese rock de esencia tradicional que guiña un ojo a la década de los ochenta. ¿Cómo surge este tema?
A.V.: Este tema surgió en mi pequeño apartamento de 22m2 de París, con una guitarra acústica y mi portátil, intentando escribir una canción en castellano que reflejara las inquietudes de mi juventud. Así surgió Marcial, en calidad de único “autorretrato” del sencillo. Habla de un viejoven, concepto que mi adolescencia.
Las guitarras rítmicas y la línea de bajo en esta canción son un auténtico espectáculo. ¿Cómo planteasteis este disco desde un punto de vista estrictamente instrumental?
A.V.: El planteamiento pasa por una serie de demos que ya marcaban el sonido que tenían los temas en nuestras cabezas. Marcial la pensé como la canción eléctrica-garajera del sencillo, Taha como la acústica con toques rag y countries, y Little Gob como un híbrido entre ambas.
J.C.: En nuestros temas siempre tratamos de dar cierto protagonismo a los instrumentos: guitarras, bajos y baterías sobre todo. Al final conseguimos que las voces, que es lo que al final más caracteriza a un grupo, tuvieran un papel importante en el sencillo. Sobre todo gracias al curro que se pegó Alejandro para que sonarán así de potentes, junto con el trabajo de producción que hubo detrás. Todo ello consiguió que sacáramos ese sonido en canciones como Marcial.
Para aquellos que conocemos un poco más el trabajo de Alejandro y, sobre todo, sus gustos musicales, Taha está claramente impregnada de muchos de tus referentes. Aquí encontramos un country rock de primera categoría. ¿Dirías que es la canción que tiene más conexión con tu educación musical?
A.V.: Las tres tienen gran conexión con mi bagaje musical, pero es cierto que Taha presenta reminiscencias rítmicas de los Eagles, coros que se pueden asemejar a The Byrds e incluso me atrevería a decir que mis guitarras acústicas podrían tener toques de gypsy.
J.C.: Además, la línea de bajo que le metí en algunas partes es totalmente country, quizás porque en esa época estaba escuchando mucho a Johnny Cash. Tiene cierto toque country, sí. También el arreglo de la mandolina, que se nos ocurrió mientras le estábamos grabando unas voces, le da mucho de ese sonido americano que impregna la canción.
Mención aparte para esos magníficos trombones de Francisco Díaz que parecen sacados de una noche de farra entre The Band y Allen Toussaint. ¿Cómo nació la apuesta por estos arreglos de viento?
A.V.: Fran es un gran amigo mío desde hace bastante tiempo y uno de los mejores músicos que he conocido en mi vida. Te puede tocar desde una sonata de Bach hasta un estándar de Gillespie pasando por un pasodoble. Él grabó los trombones de Retratos en su home studio de Alhama y el resultado es el que podéis escuchar. Pocas veces me he emocionado con mis temas, y una de ellas fue cuando escuché ese final de trombones de Taha en la mezcla final. Creo que es el toque que le haría falta y, cómo no, creo que el espíritu de Toussaint está más que presente.
Little Gob (boceto) tiene, además de un estribillo especialmente memorable, ecos de ese Dylan eléctrico que tanto ha marcado tu trayectoria vital y profesional. De hecho, por momentos la interpretación vocal parece casi un homenaje. ¿Era buscado o se trata de algo que ya forma parte indivisible de ti?
A.V.: Uno de mis compañeros de piso me habla constantemente del lema punk de que tengo que matar a mis ídolos, pero yo me veo incapaz de eso. Dylan siempre ha estado y estará en mi corazón toda mi vida, matarlo será imposible. Ahora bien, yo creo que puedo desprenderme de él para hacer música aunque en ella podamos encontrar todavía ciertas cosas dylanescas. Para la última frase de Little Gob es verdad que tenía en la cabeza un fraseo muy dylaniano pero también en mi intención había algo del fresco pop-punk de La Trinidad, un grupo de jóvenes malagueños bastante diestros. De todas formas, creo que la comparación me viene bastante grande.
En ese sentido, ¿cómo ha sido enfrentarse al micrófono? ¿De qué forma te planteaste tu labor como cantante principal?
A.V.: No ha sido un paso fácil y a día de hoy todavía no puedo desprenderme de muchas inseguridades a la hora de cantar. Yo me considero fundamentalmente un guitarrista. El hecho de empezar a cantar surgió de manera espontánea justo cuando empecé a tocar con Juanjo hace unos cinco años. Aun así, en este disco yo llevo la voz cantante por contingencias de la vida, pero en el siguiente estará más repartida la cosa. Hay que dejar claro que no soy el cantante principal de Curiana.
Además de los ilustres nombres citados, los últimos discos de Wilco, más rústicos, directos y con esa capacidad de convertir lo acústico en rock punzante, también me han parecido una referencia directa en el disco. ¿Cómo manejáis el peso de las influencias a la hora de dar forma a vuestro propio universo musical?
J.C.: Pues la verdad es que, aunque nosotros tengamos pensado en un primer momento hacer que las canciones sean de tal o cual estilo, al final lo que acaba saliendo termina por ser una mezcla de influencias y de ideas que van surgiendo en el proceso de composición. Mucha gente nos ha dicho que el disco suena bastante ochentero, aunque esa no fue la idea que teníamos en un principio. Wilco es una de nuestras bandas de referencia, pero el resultado final de nuestros temas seguramente no tenga nada que ver con Wilco por eso: porque las ideas que nos van surgiendo y vamos añadiendo a los temas hacen que el estilo sea distinto.
Volvemos al disco. ¿Qué tal la experiencia de componer en castellano? ¿En qué sufriste y disfrutaste más durante el proceso de escribir las letras del disco?
A.V.: Fue un paso que di para probarme a mí mismo. Componer canciones en mi idioma natal se disfruta en el sentido de que es mucho más real. Cuando escribía en inglés tendía a guiarme por la sonoridad de las palabras y no tanto por el contenido. Escribir en castellano me ha permitido fijarme más en el fondo, aunque es cierto que muchas veces te invade la sensación de que lo que has escrito es una bazofia, pero luego ves letras de algunos traperos y se te pasa (risas).
Ese es otro punto fundamental, el peso que tienen las palabras en todas y cada una de las canciones. ¿Eres de darle muchas vueltas a una letra antes de darla por finalizada o apuestas por la técnica del vomito sobre el papel en blanco y los cambios mínimos?
A.V.: Le doy algunas vueltas. Tal vez no todas las que debería. Cabe decir también que muchas veces busco consejo en los amigos. Algunas frases de Little Gob han estado inspiradas por sugerencias que me han hecho mis colegas y el estribillo que tiene ahora no hubiera sido posible tampoco sin ellos, que fueron los que me dijeron que el que escribí en primera instancia no tenía nada de gancho. La técnica del vómito o de la escritura automática no me ha servido para componer este trabajo y para el próximo creo que tampoco lo hará.
Aunque desde la banda habéis dicho por activa y por pasiva que importa más bien poco, no puedo evitar preguntarte si estamos ante un disco con más realidad que ficción o viceversa.
A.V.: Fifty-fifty. Little Gob y Taha son los que más tintes de realidad tienen. Marcial, en cambio, es real en la medida en que es un autorretrato de muchos de los aspectos de mi yo adolescente. No obstante, los tres retratos tienen un gran componente de realidad sin el cual no hubiera sido posible escribirlos.
Os conocisteis en la Facultad de Filosofía de la UMU. ¿Lo que aprendisteis allí ha tenido un peso significativo a la hora de plantear las letras de este disco o incluso de enfrentaros a esta nueva etapa musical?
J.C.: Yo creo que sí, que el hecho de haber estudiado filosofía nos inclina a hacer unas letras más profundas y con más significado que las que hacen otras bandas de la Región. Al final, la música puede ser otro medio desde el que hacer filosofía. Nuestra idea no es hacer letras puramente filosóficas, pero dado que lo que buscamos en ellas es plasmar realidades (más o menos exageradas) y nosotros miramos la realidad desde una perspectiva filosófica, está claro que ahí la influencia de la filosofía juega un peso importante.
A nivel personal, el EP me parece un ejercicio maravilloso de urgencia y clasicismo bien entendido. ¿Trabajáis de alguna manera específica en equilibrar el rabioso presente con ese pasado musical que tanto os ha influido y lo continúa haciendo?
A.V.: Más bien nos sale solo. No es un trabajo consciente ni tampoco es que tengamos un método específico para combinar lo viejo con lo nuevo. Simplemente sale del corazón.
¿Os consideráis una rara avis en la actual escena musical de la Región? Está claro que presentáis un discurso artístico bastante alejado de las principales propuestas que podemos encontrar.
J.C.: Quizás sí. Nosotros tratamos de hacer algo original, hasta el punto de que quizás nos alejamos mucho del estilo de otras bandas de la Región. Pero pensamos que sería algo maravilloso que empezaran a emerger grupos como nosotros, con ganas de hacer rock tal y como se hacía en sus orígenes: juntándose 3 o 4 amigos para intentar hacer música con los medios de los que dispongan.
A.V: En la Región hay mucho nivel. Es cierto que nuestra música puede tener tintes de grupos como Los Marañones o incluso reconozco que Ángel Calvo (de Grabaciones Vistabella, el sello que nos ha publicado el sencillo) me ha podido influenciar a la hora de escribir letras o de cantar. Puede ser que seamos un rara avis, pero, una vez más, no intencionadamente. De momento, yo creo que seguimos el camino de Jerry Garcia (de Grateful Dead), que decía aquello de “I think I’d rather have fun” (“creo que prefiero divertirme”).
Por último, ya que hay confianza, ¿qué discos os han acompañado o impactado de una manera especial durante este último y convulso año?
J.C.: Yo, en mi línea clásica, he estado escuchando mucho a Neil Young y a Elvis. Sobre todo estoy enganchado al Harvest Moon. Yo es que suelo escuchar música como se escuchaba antiguamente: me pongo un disco un millón de veces, y cuando me canso me busco otro. Otros discos que me han enganchado en el 2020: The Rise and Fall of Ziggy Stardust and The Spiders from Mars de David Bowie, u otro más moderno: For Emma, forever ago, de Bon Iver.
A.V.: Obviamente uno de mis discos fetiche del coronavirus ha sido el profético Rough & Rowdy Ways, de Bob Dylan, pero también me han acompañado otros como la ópera rock Joe’s Garage, de Frank Zappa o las dos aventuras microtonales K.G y L.W que sacaron King Gizzard & the Lizard Wizard con cuatro meses de diferencia. En estos tiempos convulsos el Miles Davis eléctrico también me ha pegado fuerte. Bitches Brew ha pasado a ser junto con A Love Supreme de Coltrane un álbum recurrente que me pongo cuando busco una limpieza espiritual.
Fotos cedidas por los artistas.